Durante la pandemia, Roberto San Salvador reflexionaba sobre lo que él ha denominado “globaldemias”, esas pandemias que estaban en nuestras vidas antes de que el coronavirus, “una globaldemia más” lo paralizara todo y que, junto al indudable impacto del covid-19, continúan aquí: el cambio climático, las desigualdades sociales, los desequilibrios demográficos, la concentración de la riqueza, las dificultades para la convivencia entre diferentes... Aspectos todos ellos que condicionan nuestras ciudades. Y añade: “Las ciudades son un producto social, son el reflejo de las personas que la habitan”.

Hablamos de ciudades sostenibles y creo que pensamos exclusivamente en medio ambiente, en reducir emisiones por ejemplo, pero hoy día la aspiración la sostenibilidad urbana va más allá, es un concepto más transversal.

Hablar de ciudad sostenible es hablar desde un punto de vista medioambiental, es decir, de la gestión de los recursos y los espacios, pero también desde la sostenibilidad económica, social y cultural. Una imagen que yo suelo utilizar es que nuestra realidad es como un edredón, necesita de un ajuste de las cuatro esquinas para que las personas que habitamos esas ciudades y nuestro planeta puedan vivir con la mayor calidad posible de vida. Y eso requiere que tanto el ámbito medioambiental, como el económico, el social y el cultural estén plenamente ajustados. No podría ser un país, una ciudad, un territorio, sostenible aquel que ecológicamente mantuviera un respeto de la biodiversidad si su modelo económico no permitiera acceder a un mínimo de recursos suficientes para hacer viable la vida; o si desde el punto de vista social la cohesión estuviera fragmentada por desigualdades de todo tipo, o si culturalmente nos enfrentáramos a una realidad en la que no se respetara la diversidad desde un punto de vista tanto de identidades, como de valores de patrimonio, como de creatividad. Por lo tanto, la sostenibilidad es una mirada al futuro desde un objetivo de equilibrio.

‘Por un modelo de vida más sostenible’. Palacio de Congresos Europa, 22 de junio. Roberto San Salvador será el moderador de la mesa redonda ‘Una forma de vida Green’.

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Equilibrar algunos de esos objetivos puede parece incluso contradictorio. ¿Se pueden compatibilizar por ejemplo aspiraciones medioambientales con determinados objetivos económicos? ¿Caminamos en la buena dirección?

Yo creo que estamos mejor que cuando comenzó la industrialización o en su pleno desarrollo, cuando se dio una prioridad absoluta al desarrollo económico, de tal manera que uno de los grandes sacrificados fue el medio ambiente. Y otro gran sacrificado fue también la sociedad, porque el desarrollo económico no siempre era una fuente de mayor justicia social y de redistribución de la riqueza. Es verdad que en este momento volvemos a vivir circunstancias en las que el equilibrio no es sencillo, pero por eso insisto en la imagen del edredón. No es sencillo, pero el conocimiento humano, el desarrollo tecnológico, la ciencia y el saber nos permiten encontrar fórmulas para hacer viable que los cuatro puntos puedan avanzar armónicamente.

Le he escuchado decir que “necesitamos ciudades sostenibles que sean inteligentes en el manejo de la tecnología y sabias en el fomento de la gobernanza”. ¿Qué supone esto?

Si el objetivo es la sostenibilidad y, por tanto, esa búsqueda del equilibrio, vamos a necesitar de la inteligencia, que está en la ciencia, en el conocimiento y, por lo tanto, en la tecnología. Pero la tecnología tiene que estar al servicio de ese objetivo, la tecnología no es un fin en sí mismo, es un medio para acercarnos a esa sostenibilidad, a ese equilibrio, a esa búsqueda de soluciones a retos que tenemos en la actualidad. El adjetivo sabio lo solemos reservar para personas de una edad elevada, que tienen una larga experiencia personal, es decir, que han introducido la experiencia en el dominio de la inteligencia. Y esto tiene que ver con la gobernanza. El objetivo no es solo esas ciudades equilibradas, sostenibles, sino también esas ciudades que son inteligentes porque saben utilizar la tecnología para dicho fin, y que además son sabias porque tienen en cuenta la experiencia de las personas y de la relaciones entre las personas para hacer una gobernanza sensata, siendo capaces de sumar a los ciudadanos anónimos al proceso de gobernanza, haciéndoles también partícipes activos de este objetivo.

¿Y cómo se hace partícipe a la ciudadanía de esa gobernanza?

La ciudadanía tiene mucho que decir, sobre todo porque si no la implicamos en las transformaciones, difícilmente se van a producir. Por lo tanto, no solo se trata de contrastar las cosas con procesos participativos una vez que hemos diseñado las cosas , sino que río arriba yo creo que hay que formar para empoderar a la ciudadanía, para hacerla más competente en esos procesos de reflexión. Hay que mantener, por otro lado, un mecanismo de información y comunicación constante, de tal manera que se acostumbren a la transparencia y a confiar en los otros agentes. Y río abajo, yo diría que no sólo se trata de tener en cuenta su opinión para la toma de decisión, sino de implicarles corresponsablemente en la ejecución de las cosas. Al fin y al cabo, gran parte de los retos que tenemos dependen en un porcentaje significativo de la decisión de los ciudadanos.

Nuestra decisión, nuestros hábitos, también inciden en el diseño de la ciudad.

Nosotros somos los que decidimos optar por un modelo de alimentación más saludable y sostenible o por una compra de productos textiles más sostenibles o más depredadores; optamos por una movilidad que se circunscriba al vehículo particular y a los combustibles fósiles o vamos más a una movilidad activa, de bicicleta, de peatón o de uso de transporte público. Al final, es una decisión personal, en la que las instituciones o el tejido asociativo o empresarial pueden crear un espacio facilitador o un buen acompañamiento, pero soy yo el que a las mañanas cojo el coche o lo dejo aparcado para ir en bicicleta o en el transporte público. En este sentido, la participación es un concepto muy amplio porque es un proceso que abarca desde la formación hasta la implementación y desde el empoderamiento hasta la complicidad de cada persona con la ciudad que habita.