Allá por 1897, como trece años antes de fallecer, el escritor Mark Twain envió al New York Journal un telegrama que rezaba así: “La noticia de mi muerte fue una exageración”. Ídem puede decirse de las malas nuevas que auguraron con el inicio del siglo XXI la defunción del papel, valga como expresión del errado vaticinio nuestra celebración de esta semana con motivo del 18º aniversario del periódico. Una festiva reivindicación del periodismo riguroso digno de tal nombre, limitando el protagonismo de los informadores a un tiempo acotado del concurrido y plural evento en el Palacio Europa. Porque los periodistas somos intermediarios, no fines en nosotros mismos. Aunque a tantos se les olvide.

En nombre de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, y de todos los colegas que operan con la profesionalidad exigible, el jueves se enfatizó la función social del periodismo. Del mejor oficio del mundo, como lo definió García Márquez, siempre que se sustente en información veraz, la contrastada y soportada en datos fehacientes además de en hechos ciertos. Para hacer saber a la ciudadanía lo que ocurre y cómo le afecta al objeto de dotarle de criterios sólidos con los que adoptar decisiones fundadas. Se trata así en primera instancia de informar en combate a brazo partido contra las fake news que circulan por doquier, mediante un cribado de impronta formativa para explicar también los porqués de los qués y sus consecuencias. Lo que se dice contexto y perspectiva, procurando una visión 360 de la realidad.

El periodismo que se preocupa, en terminología del reportero de guerra británico Martin Bell, debe asumir además una responsabilidad social múltiple. Para empezar, la encomienda ciudadana clásica del control del poder en sus variadas manifestaciones, un imperativo todavía de mayor calado en democracias con judicaturas politizadas. Pero también la de acompasar la denuncia con la búsqueda de soluciones primero y de consensos después con los que resolver esos problemas. Lo que hoy se cataloga como periodismo propositivo en contraposición con el destructivo que persigue así la confrontación polarizante que multiplica las audiencias al exacerbar los extremismos militantes. Y no se trata de vender a todas horas noticias positivas o buenas noticias, en un burdo ejercicio de infantilismo, sino de fomentar una conversación reflexiva y en última instancia colaborativa entre sensibilidades diversas. Del todo compatible con contenidos de sano entretenimiento en su debida dosis, sin precipitarnos al vacío de la banalidad cayendo en la tentación del todo por el click.

Un riesgo manifiesto en esta era digital que tiene mucho de líquida y aun de gaseosa justo por la cruda batalla de la inmediatez on line. De hecho, cada minuto alguien sube a su plataforma prematuramente primicias como el óbito de Mark Twain. E incluso persiste en el error cuando, ya sin telegrama mediante, se demuestra que el muerto está muy vivo. Es ahí donde entran ustedes para elegir. Bien, a poder ser. Gracias, eskerrik asko. l