Cuando yo era pequeño, el día de Celedón, en Ali, mi pueblo de origen, y otros pueblos de alrededor de Vitoria-Gasteiz, los labradores todavía trillaban y después cosechaban. Ahora, claro, es muy diferente. Pero, en aquellos años, la gente de los pueblos el día 4 de agosto teníamos que trabajar. Oíamos al txupinazo y nosotros en la pieza. ¡Quien iba a pensar que yo iba a ser Celedón cuando lo dejó Isasi!

Pero no había más remedio. La faena es la faena, aunque la pesadumbre de no poder participar de la fiesta se hacía algo más llevadera con la promesa de que el día 5, el de la Patrona, ese día sí podíamos bajar a Vitoria. Era el único día que se guardaba fiesta. A veces sólo por la tarde. Pero nos valía. Incluso cuando todavía no teníamos autobús y sólo podíamos venir a Vitoria andando. Después, primero con Cachorro y luego con Tuvisa, el viaje se hacía más fácil, pero a la noche la vuelta sólo se podía hacer en bici o a pie.

Tengo muchos recuerdos de fiestas de La Blanca. Amigos, familia, cuadrilla€ Todos importantes, pero el que llevaré siempre conmigo es ver y saludar a la gente de la plaza cuando te asomas después de salir de la bandera de Vitoria-Gasteiz como Celedón. He tenido el privilegio de poder vivirlo y es inigualable. Cuando estás en harina, como se suele decir, estás más preocupado de que todo salga bien. Pero, con el paso de la vida, me vuelve la imagen de la gente aclamando a Celedón. Porque en ese momento no era Iñaki Landa, sino Celedón.

Ya han pasado 20 años desde que lo dejé...se ha pasado la vida. Ahora, este año, toca otra cosa. Debemos ser obedientes. Estamos viendo que cuando nos salimos de lo que nos recomiendan, no logramos nada bueno. Estamos todos en alto riesgo y a nada que hagamos mal algo nos puede tocar. Así que seamos responsables. Las fiestas de 2021 están, ya, a la vuelta de la esquina.