as fuertes restricciones impuestas por la declaración del estado de alarma debida a la pandemia de coronavirus, y que hoy cumple su quinta semana completa en vigor, están provocando, como se comprueba día a día, graves perjuicios económicos en todos los sectores. Es, por ello, comprensible y lógica la preocupación tanto a nivel general como sectorial por el presente y el futuro de estas actividades y de quienes de una manera u otra trabajan y viven de ellas y que han visto mermado o directamente desaparecido su trabajo y, en consecuencia, sus ingresos, y amenaza su supervivencia. A este último capítulo pertenecen, entre otras, el turismo, el ocio y la cultura -que, más allá de lo que pueda ser la pura creación y la exhibición testimonial en la red- de un día para otro han dejado prácticamente de existir o de tener retorno económico. Por ello, sorprendió sobremanera que el pasado viernes la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, situara a finales de año el inicio de la reactivación de estos sectores, lo que, de ser así, supondría un golpe mortal para miles de empresas, compañías y productoras y, por ende, dejaría sin trabajo al menos durante todos estos meses a millones de personas. Choca, en primer lugar, que fuera la ministra de Trabajo quien hiciera pública esta previsión, máxime habida cuenta de que un día antes se había celebrado la conferencia sectorial de Cultura en la que el ministro del ramo, José Manuel Rodríguez Uribes, no solo no habló de estos plazos sino que, según reveló ayer el consejero vasco Bingen Zupiria, ni siquiera concretó algunas cuestiones que le había planteado. Estas declaraciones de Yolanda Díaz -calificadas por alguno de los sectores de “alarmistas” y “temerarias”- han supuesto un duro mazazo para los afectados. Estos sectores -como otros muchos- necesitan primero un diagnóstico riguroso de la situación real de cada uno de ellos, una reflexión profunda sobre los ámbitos de actuación y un plan consensuado y dotado para su aplicación en varias fases y con medidas de choque adoptadas de manera progresiva, siempre primando la salud y manteniendo medidas estrictas de limitación de concentraciones masivas y de aforos, distanciamiento, higiene, etc. Un plan en el que el Gobierno vasco ya está trabajando y que debe servir para garantizar el futuro de unas actividades clave y estratégicas para el país.