Vivimos en una época de transformación radical de nuestros marcos de referencia. Es vital responder a cómo debemos actuar, no sólo desde las instituciones sino desde la sociedad, ante una cuestión importante: qué hay que hacer para transformar el actual modelo en otro sostenible, justo equitativo y viable económicamente. El punto de partida pasa por asumir la interdependencia entre los diferentes poderes políticos, la soberanía compartida entre los mismos y los retos de las democracias en un mundo globalizado en el que los Estados se muestran impotentes para asumir por sí solos las respuestas a toda esa complejidad sobrevenida.

Entre los muchos interrogantes que cabría suscitar como aportación para esta reflexión colectiva sobre el futuro, propondría uno que de forma singular cabe caracterizar como esencial: qué modelo de gobernanza, qué actores, con qué metodologías y en qué tipo de procesos debemos participar para tomar las decisiones que toquen. Sin duda, una transición de calado. Teniendo en cuenta que hoy se dispone de tecnología, de conocimiento e instrumentos financieros suficientes para hacer la transición, el gran reto que se plantea de cara nuestro futuro es el de la gobernanza.

Tenemos una obligación: trabajar hacia una nueva estrategia de crecimiento sostenible. Ésta tiene como objetivo transformar el modelo socio económico actual para evolucionar hacia una economía moderna que sea a su vez sostenible y eficiente en el uso de los recursos sin dejar de ser competitiva. Miremos la botella medio llena y observemos la pandemia como una inmejorable oportunidad para incorporar las lecciones que ésta nos ha dejado; como una oportunidad única también para posibilitar que emerjan respuestas estructurales. A la triple crisis (sanitaria, económica y social) que nos toca vivir en este duro contexto pandémico se suma la dimensión climático-ambiental, que debe ser atendida sin dilación. Y todo ello debe ayudarnos a reflexionar: este reto exige grandes acuerdos, nuevos y reforzados consensos políticos y sociales. Una de las mejores reflexiones que nos dejó Jean Monnet, uno de los padres fundadores del proyecto europeo, merece la pena ser rescatada hoy: "nada es posible sin las personas; nada subsiste sin las instituciones". Culminar con éxito este gran reto exige reforzar nuestra pujanza como sociedad civil cohesionada. No dejemos que las potentes inercias del pasado nos atrapen, seamos reactivos, innovemos, impulsemos iniciativas en las que podamos ser útiles. Conquistemos, civilicemos nuestro futuro. Está en nuestras manos.

Reconstruir económica y socialmente nuestras sociedades requiere nuevas fórmulas y coaliciones aprendiendo de las experiencias de las viejas fórmulas; es necesario articular nuevas fórmulas de colaboración con la participación de la sociedad civil en su diseño y control para que las interioricen y las sientan como propias.

La innovación debe ser radical: hay que atreverse a innovar apostando por nuevas formas de colaboración público-privada para aprovechar todo el potencial creativo y la experiencia acumulada. En este sentido, las instituciones alavesas, lideradas por la Diputación Foral de Álava, estamos decididas a dar un paso firme para contribuir a aportar la necesaria cohesión social e institucional a un proceso tan complejo como apasionante del que depende en buena parte el devenir de futuras generaciones. Estamos ante nuestro principal reto como sociedad; nos va mucho en ello.