La decisión, el pasado jueves, por parte del Banco Central Europeo de subir los tipos de interés manda de nuevo la señal de que el organismo que dirige la política monetaria de los países de la Eurozona considera que aún no está cercano el final del “viaje”, como denominó el jueves la presidenta del BCE, Christine Lagarde, al proceso de incrementos en el precio del dinero. Aunque, más que un viaje, está constituyendo una odisea para quienes esta medida está castigando en mayor medida: familias que ven encarecer sus hipotecas, empresas -sobre todo pymes- a las que les cuesta más devolver los créditos bancarios y el propio Estado, que ve también como se encarece el coste de acudir a los mercados en busca de financiación para sus títulos de deuda pública.

Los mercados financieros, que suelen ser previsores a la hora de anticipar los movimientos del BCE, ya daban por descontado la última subida del 0,25%, que deja los tipos en un 4%. No alcanzaban un nivel así desde junio de 2000, apenas año y medio después de que los mercados adoptaran el euro como moneda de cuenta, pero aún sin estar en circulación para los ciudadanos, algo que comenzó en 2022. Desde entonces, suaves caídas, hasta llegar al 0% en 2016. Así estuvo hasta el año pasado, cuando el dramático ascenso de la inflación llevó al organismo con sede en Frankfurt a aplicar distintas subidas. La del jueves es la octava que se aplica en menos de un año.

“Vamos al ritmo de las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos. Estamos en un mercado en el que la paridad entre euro y dólar es importante y los tipos de interés no pueden quedar descompensados”, explica Laura Martínez, analista y portavoz del portal financiero iAhorro. La Reserva Federal, su homóloga estadounidense, anunció el miércoles que cesaba temporalmente su política de incrementos y optaba por mantener el precio del dinero en una horquilla oscilante entre el 5% y el 5,25%, que no obstante sigue siendo el nivel más alto desde mediados de 2007. Sin embargo, su presidente Jerome Powell, ya avisó de que volverá a aplicar nuevas subidas si persiste el riesgo de una inflación descontrolada. De momento, la Fed se da una pausa para analizar los frutos de los diez incrementos consecutivos que ha introducido en un año. Pero el BCE aún está por detrás en esta materia, ya que comenzó a decretar los aumentos de tipos más tarde que la Reserva Federal. 

El objetivo, en el caso de la institución que preside la economista francesa Christine Lagarde, no es otro que situar la inflación en la Eurozona por debajo del 2%, un objetivo que todavía va a exigir más esfuerzos teniendo en cuenta que el IPC en este espacio fue en mayo del 6,1%. Pese a que es su porcentaje más bajo en un año, aún supone un lastre para el crecimiento económico. No obstante, la inflación está ralentizando su subida. Los incrementos de tipos de interés están diseñados para eso:mediante el encarecimiento de la financiación y el consiguiente freno al crédito, se enfría la economía -lo que en sí mismo es algo negativo-, pero al mismo tiempo la menor inversión y el menor consumo logran dominar la inflación. “En un principio, las decisiones del BCE no tuvieron tanto impacto y costó que se rebajase la inflación, pero ahora parece que sí se están viendo los frutos. Los descensos en la inflación están siendo muy lentos y paulatinos”, añade Martínez. 

Si bien todo lo relativo a la energía ha ido quedando bajo control -gracias sobre todo a las políticas de subvenciones y rebajas fiscales de los gobiernos-, en la llamada inflación subyacente, la que incluye todo el apartado alimentario, el ritmo de bajada es mucho más lento. “Se están produciendo fenómenos que están complicando la situación alrededor de la cadena de producción alimentaria, como sequías y lluvias torrenciales, que están dañando muchas cosechas”, explica la experta de iAhorro. La inflación subyacente ralentizó su crecimiento en mayo hasta el 6,9%, desde el 7,3% del mes anterior.

Ahora, lo que los analistas temen, además del propio miedo a la inflación, es que las decisiones del BCE ataquen el crecimiento y ahoguen a la economía. Es necesaria una precisión máxima para que frenar la demanda y el consumo no traigan consigo un parón general que provoque que el remedio sea peor que la enfermedad. No obstante, el sentir general es que el 27 de julio, en su próxima reunión, lo más probable es que el BCE acometa una nueva subida de tipos para aparejar el precio del euro al del dólar y, sobre todo, porque el objetivo de rebajar a medio plazo la inflación al 2% aún exigirá trabajo. Mientras, esto va a suponer para las familias y empresas “apretarse aún más el cinturón”. La semana pasada, el Euríbor alcanzó el 4%, su nivel más alto desde 2008, lo que repercutirá en las hipotecas a tipo variable y en especial en los hogares que tengan revisión inminente del crédito. “La sensación que nos transmite la banca es que este año 2023 es un año de transición y que en 2024 el mercado hipotecario mejorará”, indican desde iAhorro. l