- Cumplirá en diciembre un año al frente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y se ha desplazado esta semana a Euskadi inaugurar la oficina del supervisor en Bilbao. Rodrigo Buenaventura (Madrid, 1968) destaca que la apertura de esta sede es “positiva” tanto para las entidades financieras como para los inversores vascos.

¿Qué significa para Euskadi y para la propia CNMV que el regulador, el supervisor, tenga una sede aquí?

—Tener una oficina en Bilbao va a permitir a la CNMV mejorar el servicio, la supervisión, la labor que realizamos en la medida que hay una masa crítica de agentes financieros en esta ciudad. La hay en el conjunto de Euskadi, pero especialmente en Bilbao. Y para ese ecosistema de entidades va a suponer un acceso más fácil, más inmediato, a la CNMV. Por otro lado, va a permitir tramitar alguna de las gestiones que hay que realizar con la Comisión, por ejemplo, el registro, bien de entidades, bien de emisiones, con mayor facilidad. Y también va a mejorar la atención a la comunidad financiera supervisada y regulada, y a los inversores vascos que tenemos que atender en consultas, reclamaciones y orientaciones, que son muy habituales. Es una noticia positiva en las tres dimensiones: para la propia CNMV, para la industria financiera vasca y para los inversores vascos.

¿Puede dinamizar esta oficina la salida a los mercados de las empresas vascas?

—El éxito en la estrategia de que más empresas vascas salgan a los mercados de capitales, que es importante, depende de otros factores distintos de la presencia de la CNMV en Bilbao, pero que estemos aquí está en cierto modo reconociendo que existe un sustrato financiero, un peso específico del sector, que facilita que las empresas salgan a los mercados y hay posibilidades de crecimiento. Pero los factores del éxito están más ligados a la demografía empresarial, a la regulación financiera, a la situación de los tipos de interés y del crédito en cada momento. Son elementos sobre los que la CNMV tiene una incidencia reducida.

¿Por qué es importante que las empresas salgan al mercado?

—Porque van a necesitar financiación para afrontar el reto de la transición económica los próximos años y a corto plazo para consolidar la recuperación. La banca está dispuesta a financiar proyectos, pero es como cuando una familia solicita un préstamo para la compra de un piso: el banco le da el 80% y tiene que tener ahorrado el 20% restante. La capitalización de las empresas es muy importante.

¿Hay mayor masa crítica para salir a Bolsa en Euskadi?

—Sí, en la medida en que históricamente el número de empresas cotizadas, de emisores de renta fija e incluso de prestadores de servicios de emisión ha sido en Euskadi, en proporción y promedio, superior al de otras regiones en España y en Europa. Y en ese sentido puede haber elementos de la cultura empresarial de una determinada comunidad, región o país que expliquen que ese dinamismo empresarial, pero también ese dinamismo en el acceso al mercado bursátil, sea más elevado que en el resto.

¿Se ha detectado mayor fraude durante la pandemia?

—El fenómeno del fraude financiero, ligado principalmente a criptodivisas, pero no solo a ellas, ha repuntado en el último año, desde el verano-otoño del año pasado, y es un fenómeno que hemos detectado tanto nosotros como las otras administraciones que tienen incluso un papel más en primera línea de defensa, como el sistema judicial y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La propuesta de la CNMV es un plan de acción contra el fraude financiero que coordina los esfuerzos de todos los agentes con la idea de dar una respuesta público-privada a ese problema social que estamos observando, esa es nuestra principal línea de actuación y la presentaremos en breve.

Sostenibilidad. Un concepto que marca el ritmo de la economía, pero también del mundo de las finanzas. ¿Detecta en Euskadi un mayor interés por las finanzas verdes?

—A diferencia del emprendimiento económico, empresarial, o de los proyectos de digitalización, la transformación hacia modelos de producción sostenibles es una tendencia impulsada de forma notable por las administraciones públicas, no solo por la sociedad civil. Lo interesante sería que todas las zonas y comunidades tengan un ritmo similar, en la medida que tenemos que alcanzar compromisos y objetivos muy concretos en fechas específicas. En ese sentido, creo que será una transformación que irá más pareja entre regiones de lo que pueden ser otro tipo de transformaciones. No obstante, hay regiones que o bien parten de una situación más favorable o donde la transformación es menos necesaria por su tejido productivo, por su climatología..., y otras que tienen mayor camino por recorrer.¿Hay movimientos? ¿Se está preparando el sector financiero para esa, no sé si es muy ambicioso llamarla así, revolución?

—No es nada ambicioso llamarla revolución. Absolutamente, el mundo financiero no solo se está preparando, está embarcado ya en una transformación, la de la incorporación de la sostenibilidad en los activos y productos financieros, que es probablemente la mayor transformación del sector en las últimas décadas. Y eso no es algo que esté por venir, sino que está ya ocurriendo. El porcentaje de activos verdes está creciendo exponencialmente en las carteras de los bonos. El número de emisiones verdes por parte de emisiones en renta fija, como la de Kutxabank este año, es cada vez mayor. La incorporación de información de las empresas cotizadas sobre su impacto en el clima crece. Todo eso está ocurriendo no solo por la dinámica habitual del mercado, también por que la regulación europea lo está recogiendo así. Las finanzas verdes implican una transformación de tal calibre que va a sacudir los cimientos del sector financiero en el mundo. Lo está haciendo ya.

¿Y obliga a extremar la vigilancia por parte de la CNMV?

—Sí, hay un par de cuestiones que merecen atención y a las que hay que estar vigilantes. De hecho, son dos cuestiones opuestas. Una de ellas es garantizar la suficiente oferta de productos sostenibles para atender la demanda de los inversores. Necesitamos asegurarnos que, ante una sociedad que, en términos generales, está cada vez más concienciada y demanda productos verdes también en el ámbito financiero, los oferentes de esos productos tengan una oferta suficientemente atractiva y variada y rica. Y el otro contrapunto, que es casi la otra cara de la moneda, es el riesgo del green washing. Es decir, del ecopostureo, el ecoblanqueo, que consiste en hacer pasar como producto financiero sostenible algo que no lo es. Es un riesgo muy presente y muy evidente y donde se han dado pasos regulatorios para evitarlo y que tiene una atención muy cercana por parte de supervisores como la CNMV.

La CNMV advierte de que hay entidades que ofrecen a su clientes modelos de inversión que pueden ser tan adictivos como las máquinas tragaperras. ¿Es un fraude?

—El fraude siempre va asociado a entidades no reguladas y entrarían dentro de la vigilancia del plan de acción. Este es otro fenómeno. Son entidades autorizadas y reguladas que tienen una forma de interactuar con el cliente que se asemeja mucho a un juego en la negociación de acciones, como si fuese un videojuego. No es problema de fraude, sino de cómo se presenta al inversor la información y de los comportamientos que puede implicar. Es un fenómeno aún muy minoritario y no está en absoluto extendido, ni es prevalente en las entidades reguladas. Lo estamos observando sobre todo fuera de España, pero estimamos que hay que señalarlo como un posible riesgo, sobre todo en el caso de que se extienda a nuestro país.

“El fraude financiero, ligado principalmente a las criptomonedas, ha repuntado en el último año y hemos diseñado un plan de acción”

“Las finanzas verdes implican una transformación de tal calibre que está sacudiendo los cimientos del sector financiero en el mundo”