na persona va al trabajo para ganarse la vida y desarrollar su oficio pero no, evidentemente, va a perder la vida en el puesto de trabajo. Y, desgraciadamente, esto es más habitual en Euskadi de lo que pudiera esperarse en una sociedad desarrollada. Obviamente, la seguridad absoluta no existe pero que la siniestralidad laboral afecte con carácter mortal a unos 30 trabajadores cada año tan solo en la Comunidad Autónoma Vasca debería llamar a la reflexión. De hecho, esta semana dos personas han fallecido en su puesto de trabajo a resultas de un accidente laboral. Según los sindicatos ya son 16 los trabajadores que han muerto este año en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa en sus empleos.

El viernes en la empresa Cosmos, sita en la localidad vizcaína de Abadiño, un trabajador de la empresa Transportes Eguiara y San Juan, falleció en el acto cuando transportaba unas bombonas de oxígeno en una grúa, quedando atrapado por la carga. El día anterior, una mujer de 57 años perdió la vida en La Arboleda (Bizkaia) en el sector de la hostelería, aplastada por un montacargas en el establecimiento en el que desempeñaba sus labores.

En medio de una crisis económica importante, el pasado año el Producto Interior Bruto cayó cerca del 10% como consecuencia de los efectos de la pandemia de coronavirus, y pese al notable descenso de la actividad los accidentes laborales en el País Vasco siguen siendo una constante más habitual de lo que sería esperable y deseable en una sociedad occidental desarrollada.

Con estos últimos fallecimientos y desde el comienzo de año, en Hego Euskal Herria, según los sindicatos, por lo menos 16 trabajadores han fallecido en el trabajo o a consecuencia del mismo.

Normalmente los datos sindicales superan las cifras oficiales del Instituto Vasco de Salud Laboral, Osalan, por la forma de contabilizar los fallecidos -si son de muerte natural o no-, pero la cruda realidad es que en 2019, el último año antes de la pandemia de covid, en la CAV se contabilizaron 30 trabajadores fallecidos en la jornada laboral, de ellos cuatro in itinere. Es cierto que la siniestralidad laboral se enmarcaba en una tendencia a la baja pues en dicho año se contabilizaron un 18,92% menos de víctimas que el año anterior pero el número total de accidentes laborales con resultado de baja del operario se elevó a 38.995 accidentes.

Y en el pasado 2020, con las restricciones de movilidad y la brutal caída de la actividad económica citada, el número oficial de trabajadores vascos afectados por un accidente laboral con resultado de muerte ascendió a 27, sólo tres menos que los que hubo que lamentar en el ejercicio anterior.

En porcentaje dicha cifra implica una caída del 10% que contrasta con el 19,1% en que se redujo el conjunto de siniestros laborales. De las citadas 27 muertes en accidente laboral registradas el año pasado, 21 se produjeron durante la jornada de trabajo, 5 menos que en 2019, pero hubo 6 fallecidos initinere, es decir, durante los desplazamientos, frente a los 4 de un año antes.

Y en lo que respecta a la tipología de los accidentes, una mayoría, 17, fueron por traumatismos, es decir, por golpes, caídas o aplastamientos, entre otras posibilidades.

Los 27 muertos de las cifras oficiales contrastan con los 59 contabilizados por el sindicato ELA.

En todo caso hablamos de personas con nombres y apellidos y un accidente laboral mortal es toda una tragedia familiar y social porque la siniestralidad laboral no es, o no deber ser, un hecho normal de la vida en pleno siglo XXI.

Los sindicatos achacan buena parte de estos accidentes a las relaciones laborales que se imponen, basadas en hacer todo más rápido y más barato, y al auge de la precarización, de la normativa laboral y del actual mercado de trabajo.

ELA reitera que “la precariedad, las malas condiciones laborales, los ritmos de trabajo insoportables, las jornadas interminables” y los incumplimientos de la normativa preventiva “se han convertido en costumbre” y en factores que aumentan la siniestralidad laboral.

Para ELA los accidentes de trabajo tienen un componente estructural que no terminan de abordar las empresas “porque su única preocupación es aumentar la rentabilidad y los ritmos de trabajo”, y no la seguridad y la salud de los trabajadores.

Fuentes empresariales reconocen que en algunos casos la subcontratación en cadena y la temporalidad en el empleo pueden desembocar en un menor nivel de formación de un trabajador y, por lo tanto, que sea más fácil que pueda sufrir un accidente laboral. Pero señalan que también es cierto que en personal veterano, el exceso de confianza tras realizar muchos años una labor, puede incidir en los accidentes. En todo caso, como norma, niegan que unos mayores ritmos de trabajo estén detrás de una mayor siniestralidad.

El sindicato LAB cuestiona a las administraciones públicas, ya que “mantienen una pasividad cómplice”, ya que no realizan la vigilancia adecuada, ni imponen sanciones ejemplarizantes”.

En los dos últimos años, en la CAV han fallecido 30 y 27 trabajadores en accidente de trabajo, según datos oficiales de Osalan

Los sindicatos achacan la siniestralidad a los altos ritmos de trabajo y a la precariedad, para producir más rápido y más barato