- Dos crisis en once años de vida y una salud de hierro gracias a su corazón tecnológico. Ni el covid puede parar a esta firma con sede en Zamudio, que, como explica su director general, ya está “otra vez en el lío” con un nuevo plan estratégico tras superar con nota el confinamiento.

¿Cómo nace Biolan?

—Empezamos en 2009 con el objetivo de dar una respuesta rápida a las necesidades de analítica de las industrias alimentarias. En una vendimia, si se coge una uva y se manda a un laboratorio, para cuando se envía el resultado del análisis la uva está descargada. El agricultor se ha ido con el tractor y no sabe qué es lo que ha dejado. Hay que fiarse de que estaba bien, pero esa uva igual no es buena y no sirve para el vino que se quiere hacer.

El producto fracasa en el inicio.

—Claro, tener un resultado al momento y poder tomar decisiones es importante. Lo mismo en una cadena de producción alimentaria, introduces un producto en la cadena y te enteras del resultado al día siguiente, cuando te llega el resultado del análisis. Con nuestra solución intentábamos que el mundo alimentario diera una respuesta muy rápida, que las empresas pudieran tomar soluciones en el momento, sin parar líneas de producción. La clave es seleccionar bien el producto y tener una garantía sanitaria adecuada. Además de la velocidad, también buscábamos la precisión. Es decir, que mida bien, porque hay métodos analíticos del siglo XIX que se usan hoy en día en el mundo de la industria alimentaria. Siguen vigentes incluso con métodos oficiales. Buscábamos romper eso, darle innovación y tecnología al mundo de la analítica.

¿Cómo han logrado ser más rápidos y al mismo tiempo más precisos?

—En esa búsqueda de tecnologías que podían dar respuesta a las necesidades de las empresas encontramos una que es la electroquímica, que es una solución antigua, es una tecnología madura, que existía, pero buscamos algo que fuera industrializable y definitivo. Ir más allá de la ciencia y crear una solución.

¿En qué sectores trabajan?

—Empezamos con el vino. Yo venía de ese mundo, había estado en consejos reguladores. Luego seguimos en el sector del pescado, cuya industria conservera tiene mucho peso en Euskadi. Después vino el marisco y más tarde, la leche.

Además han apostado por explorar mercados exteriores.

—Biolan ha tenido vocación internacional desde el primer día. Al año y medio de nacer abrimos oficina en Chile y desde entonces hemos abierto en Ecuador, México, Marruecos, en Tailandia, en Filipinas y Malasia. Tenemos otra en Logroño para llevar España.

¿Cuántos trabajadores tienen?

—Ahora estamos en torno a 60 personas. Fundamentalmente en Zamudio, donde estamos 25 personas.

¿Cuál es el perfil del cliente?

—Depende del sector. Por ejemplo, en el mundo de la leche trabajamos solo con las grandes empresas. En el sector del pescado, estamos en todas: en pequeñas, medianas y grandes empresas. En el mundo del marisco, estamos en las grandes y en el mundo del vino estamos un poco en todo. Estamos en Moet Chandon, Concha y Toro (Chile), González Byass, que son muy grandes. Pero también estamos en Piérola, estamos en todo tipo de empresas.

Comentaba antes que Biolan nació en 2009, en medio de una crisis. Aquel momento crítico no detuvo el proyecto.

—Creo que tenemos que acostumbrarnos ya a estos dientes de sierra. Nacer arriba o nacer abajo…, llegarán tiempos mejores. Lo que sí hicimos y creo que acertamos en esa parte fue capitalizarnos bien. Los promotores, los que creamos esto nos diluimos mucho, somos socios minoritarios. Sin embargo, los que pusieron más dinero y tienen la mayoría del capital permitieron hacer este acercamiento al mercado en una época complicada. De este modo, cuando mejoró la economía ya teníamos un producto maduro, testado y ligado. Aprovechamos el momento complicado del mercado para mejorar el producto y estar preparados para la apertura del mercado. Tampoco lo hicimos de forma consciente y voluntaria, pero nos salió bien.

Y de nuevo el mercado se vuelve a complicar ahora con la pandemia, ¿cómo han remado estos meses?

—No hemos viajado nada. Tenemos a todas las delegaciones quietas. La delegación de Chile lleva también Perú y Argentina, y no puede moverse. Y en Chile también han estado seis meses confinados y no han podido viajar a la cuarta región o a la quinta región, donde tenemos muchos clientes. Con lo cual se nos ha complicado mucho fundamentalmente la acción comercial. La ventaja que tenemos es que teníamos mucho sembrado. La inercia era muy buena y eso nos ha permitido que no bajen las ventas. De hecho, han subido la facturación respecto a 2019 y seguimos creciendo, pero se ha complicado mucho todo, nuestro plan de expansión se ha frenado. Seguimos creciendo, pero no al ritmo de los últimos cuatro o cinco años. Ahora, con la que está cayendo en otros ámbitos, el seguir creciendo no es poca cosa.

¿Qué periodo abarca el plan estratégico?

—Hasta 2023, donde estaban previstas unas inversiones estratégicas para activar otra línea, pero la hemos adelantado. En estos momentos de crisis hay que aprovechar en invertir y hacer cosas nuevas. Hemos empezado el nuevo plan, ya estamos otra vez en el lío.

Lo cierto es que, a pesar del colapso, de la congelación de la economía, hay liquidez, no hay un freno en ese campo como hace diez años.

—Sí, el dinero no es un problema ahora mismo. El problema es el riesgo en el que puedes entrar. Al final hay incertidumbre, hay tristeza en el mercado, incluso en nuestro sector, el alimentario, que no va tan mal, sigue habiendo incertidumbre y eso impide crecer y apostar. Nosotros hemos apostado por crecer, por invertir y arriesgar. También nos ha pillado en un momento bueno, en la parte financiera estamos muy bien, el negocio está bien, seguimos creciendo y generando recursos. Con lo cual hemos decidido reinvertir esos recursos en hacer más innovación.

Innovar o morir.

—Es supervivencia. Al final el que no esté innovando y sacando cosas nuevas, el que tenga productos, como decía antes, del siglo XIX o que no han evolucionado desaparece. Están desapareciendo. Estamos quedándonos con parte del mercado en los ámbitos nuestros, que son muy de nicho. Nos estamos quedando con el mercado porque hay tecnologías que no cumplen ya con las expectativas del cliente, como son la velocidad y la robustez y la precisión.