- En la década de los 80 y principios de los 90, Pedro Saenz, de Calahorra y licenciado en Ciencias Químicas, trabajaba en empresas de la Ribera del Ebro en los departamentos de producción y calidad; y por motivos profesionales viajó a Perú entre 1992 y 1994. “En esos años la producción de espárrago en Navarra y en España descendió de manera drástica, pero se mantenía la demanda; y en Perú conocí el proyecto de regadío Chavimochic, en el que este país adecuó para el cultivo una superficie desértica, principalmente para espárrago. Allá nunca llueve, la temperatura oscila entre los 15 y 25 grados, y el rendimiento por hectárea era entonces extraordinario, cuatro veces la producción en la Ribera, con un espárrago de excelente calidad. También tuve la gran suerte de conocer a Rafael Quevedo, un profesional excepcional que gestionó la reconversión de esa extensión de regadío. Inicié una gran amistad con él y su familia, que todavía mantengo”, recuerda. Y así comenzó la relación de este gerente y su esposa, Conchita Larrad, de Tudela, con este país, en el que trabajan actualmente con tres productores. “Iniciamos la actividad en Calahorra, pero como la nave en el polígono Azucarera se quedó pequeña, nos cambiamos a San Adrián en 2000”, cuenta desde la sala de reuniones de la empresa, en la que cuelgan cuadros con objetos originarios de este país regalados por amigos peruanos: un morral o una tela de la civilización Chancay del siglo VIII o IX, entre otros. “El 95% de nuestra producción se distribuye en España y el resto, en diversos mercados del mundo, principalmente, en Europa”, narra.

¿Qué valores fomenta Conservas Casagrande?

—El hecho de ser una empresa familiar ya genera unos principios en sí misma de responsabilidad, compromiso, tenacidad y cercanía. Contamos con 20 personas empleadas, todas son indefinidas, y muchas de ellas suman más de 20 años en Casagrande. La permanencia en una misma empresa durante tanto tiempo favorece el compromiso de la persona trabajadora con el proyecto, sobre todo, si es una pyme de este tamaño.

En una empresa familiar preocupa el relevo generacional, ¿en su negocio está asegurado?

—Sí. Inicié esta actividad en 1995 en compañía de Conchita, que cubre el área de administración; y ahora también trabaja nuestra hija Conchita, responsable de Compras; y nuestro yerno Óscar (Pascual), que se encarga de Ventas.

La plantilla está compuesta por 20 personas, ¿cómo están distribuidas las funciones?

—La mitad desarrolla tareas en la planta de producción; y unas ocho cubren otras áreas como calidad, administración, prevención de riesgos laborales, etc. Todas ellas proceden de localidades cercanas a San Adrián, de la zona de la Ribera del Ebro, tanto de Navarra como de La Rioja. En la propia localidad de San Adrián resulta complicado encontrar personal, porque hay casi plena ocupación por la presencia de talleres e industria. Hace tres años tuvimos que aumentar la producción para mantener la competitividad de la compañía y eso generó la contratación de seis empleados, con los que estamos muy satisfechos.

¿Disponen de certificados que acreditan la calidad del proceso productivo?

—Sí, contamos con el sello IFS, que asegura la calidad en toda la cadena de producción y distribución; y también disponemos de certificaciones de Responsabilidad Social Corporativa en toda la cadena de producción y distribución.

¿Por qué llamaron a su conservera Casagrande?

—Junto a Trujillo, una ciudad situada al noroeste de Perú, se ubica una hacienda, dedicada a la caña de azúcar, que se llama Casagrande. Nos gustó y decidimos registrar ese nombre para llamar así a nuestra empresa.