Nueva York - Boeing ha decidido en los últimos días de uno de sus peores ejercicios realizar cambios en su cúpula directiva para tratar de ganar confianza y afrontar la crisis en que está sumida tras los dos accidentes de su modelo estrella, el 737 MAX, que tiene prohibido volar y su fabricación congelada. El fabricante aeronáutico anunció ayer el cese de su consejero delegado, Dennis Muilenburg, que será relevado partir del 13 de enero por el actual presidente de la compañía, David L. Calhoun, que asumirá ambos cargos para liderar la estrategia a seguir.

Muilenburg "renunció a sus cargos" de consejero delegado y director del consejo "con efecto inmediato", explicó la compañía, y el director financiero, Greg Smith, ocupará su puesto de forma interina hasta que Calhoun lo asuma tras renunciar a sus compromisos no relacionados con Boeing. Calhoun seguirá siendo miembro del consejo, mientras que Lawrence W. Kellne, que también forma parte de este órgano, pasará a ser presidente no ejecutivo con efecto inmediato. "El consejo de administración decidió que era necesario un cambio de liderazgo para restaurar la confianza en el avance de la compañía a medida que trabaja para reparar las relaciones con los reguladores, los clientes y todas las demás partes interesadas", asevera Boeing en un comunicado. Bajo los cambios en su equipo directivo, "Boeing operará con un compromiso renovado de total transparencia, incluida una comunicación efectiva y proactiva con la Administración Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés), otros reguladores globales y sus clientes". "Creo firmemente en el futuro de Boeing y el 737 Max. Me siento honrado de liderar esta gran compañía y a los 150.000 empleados dedicados que están trabajando arduamente para crear el futuro de la aviación", afirma Calhoun en la nota.

Pero delante tiene un panorama difícil, sobre todo desde la decisión del consejo de paralizar a partir de enero la producción del 737 MAX, cuyos dos siniestros en Indonesia y Etiopía se achacan a un problema de su software de navegación. La preocupación va más allá del devenir del 737 MAX, su avión más vendido, ya que 2020 será un año en que deberá enfrentarse a demandas e investigaciones por el fallo en su software relacionado con los dos accidentes mortales -346 fallecidos- que tuvieron lugar en Indonesia (2018) y Etiopía (2019). Las malas previsiones han llevado a las agencias de calificación a poner en revisión la nota de la deuda de Boeing, que por ahora mantiene en lo que podría traducirse como notable, lo que puede ahondar sus problemas financieros.

Según fuentes próximas a la dirección de Boeing citadas por The Wall Street Journal, la junta directiva afronta esta profunda remodelación para mejorar la comunicación, particularmente con la Administración Federal de Aviación y los reguladores, para evitar los roces de los últimos meses y evitar que problemas de entendimiento retrasen aún más la puesta en funcionamiento del 737 MAX.

Desde primera hora de la mañana, Boeing lideraba ayer las subidas en el Dow Jones, el principal índice de la Bolsa de Nueva York, un gesto más de la confianza de los inversores en el futuro de una firma cuya diversificación de negocio y sus contratos militares y aeroespaciales con el Gobierno de EEUU la hacen, según los analistas, casi indestructible. Una menor producción de Boeing también puede tener efectos negativos en España y Europa. En España la parada del 737 MAX tiene impacto en las factorías de Airbus en El Puerto de Santa María (Cádiz) y en Tablada (Sevilla), y a algunas empresas auxiliares como Alestis, que fabrican alguna parte o pieza que usan los aparatos del fabricante estadounidense. - Efe