Washington - El presidente de EEUU, Donald Trump, ha dejado al país desorientado después de una frenética semana que terminó con fuertes caídas en bolsa debido a la escalada en la guerra comercial con China, mientras crecen los temores de una posible recesión provocada en parte por su política proteccionista. Trump anunció que a partir del 1 de octubre incrementará los gravámenes sobre los 250.000 millones de dólares de bienes y productos del 25% al 30%. Además, a partir del 1 de septiembre, subirán los aranceles sobre los 300.000 millones de dólares restantes de importaciones chinas del 10% al 15%. Washington impuso estas medidas después de que el Gobierno chino cumpliera horas antes sus amenazas y anunciara la imposición de aranceles a bienes de EEUU por valor de 75.000 millones de dólares, en respuesta también a otros gravámenes estadounidenses anunciados a principios de agosto. El Ministerio de Asuntos Exteriores chino dijo que los aranceles comenzarán a aplicarse el 1 de septiembre, la misma fecha en que entrarán en vigor los aranceles de la potencia norteamericana a productos del gigante asiático por 300.000 millones de dólares.

Estados Unidos despertó ayer con su jefe de Estado a miles de kilómetros de distancia, pero con una sensación parecida a la resaca tras un viernes en el que el mandatario insultó a la Reserva Federal, anunció dos subidas arancelarias a China y ordenó a las empresas estadounidenses que abandonen el gigante asiático.

Trump, que aterrizó ayer en Biarritz para participar en la cumbre del G7, lleva días combatiendo las alarmas sobre una posible recesión que comenzaron a sonar la semana pasada, cuando se registró en el mercado de la deuda del Estado una “curva invertida” de rentabilidad. De hecho, el mandatario recurrió ayer a su cuenta de Twitter para prometer que, si logra la reelección en 2020 y los republicanos logran controlar ambas Cámaras del Congreso, una de sus primeras medidas será “aprobar un gran recorte a los impuestos de las rentas medias”.

Pero mientras Trump reparte promesas y repite que no hay de qué preocuparse, algunos de sus asesores están inquietos por la posibilidad de que la volátil reacción del mandatario a los cambios en la economía pueda agravar la situación, según informaba ayer el diario The New York Times. Eso podría privar a Trump de la que los republicanos consideran su mejor baza para lograr la reelección el año que viene: la robusta economía que le ha acompañado desde que llegó al poder en 2017.

Uno de los gestos que más preocupación ha generado fue su “orden” del viernes a las empresas estadounidenses: “Nuestras grandes empresas estadounidenses tienen órdenes de comenzar a buscar una alternativa a China, incluida la posibilidad de traer sus compañías de vuelta a CASA y elaborar su productos en EEUU”, señaló el mandatario. “No necesitamos a China -agregó- y, francamente, estaríamos mucho mejor sin ella. La vasta cantidad de dinero obtenido y robado por China a Estados Unidos, año tras año, durante décadas, debe acabar y lo hará”.

Mientras economistas, presidentes de grandes compañías y medios de comunicación trataban de descifrar el posible impacto de esa exigencia emitida por tuit, Trump dio una pista sobre cómo podría ejecutar esa medida: mediante la ley estadounidense de poderes económicos en emergencias internacionales, aprobada en 1977. Esa ley podría permitir a Trump evitar transferencias futuras de fondos a China, pero para ello tendría que declarar antes “que existe una emergencia nacional” relacionada con ese comercio, explicó una profesora de Derecho y comercio en la universidad de Georgetown, Jennifer Hillman, al diario The Washington Post. El Congreso tendría el poder de anular esa declaración, e incluso si no lo hiciera, la orden de Trump seguiría sin “tener autoridad sobre todas las inversiones estadounidenses que ya se han hecho en China”, puntualizó Hillman.

Trump también podría espolear un éxodo de algunas compañías de China mediante un aumento todavía mayor de los aranceles a los productos chinos, o negándoles la participación en contratos federales, según expertos consultados por el Post. Ayer Trump ya anunció que en las próximas semanas aumentará al 30% los aranceles sobre 250.000 millones de dólares en productos chinos, y al 15% los gravámenes sobre otros 300.000 millones en bienes del gigante asiático, como represalia a nuevas medidas comerciales de Pekín.

El papel de la reserva federal Aunque la guerra comercial ya ha hecho que algunas empresas estadounidenses busquen otros mercados donde producir barato sin irritar a Trump, es poco realista esperar que gigantes como Apple, cuya cadena de producción está íntimamente relacionada con China desde hace años, salga a corto plazo del gigante asiático.

Mientras, algunos observadores temen que los constantes ataques de Trump a la Reserva Federal (Fed) y a su presidente, Jerome Powell -de quien el mandatario insinuó ayer que es aún “mayor enemigo” del país que el presidente chino, Xi Jinping-, generen un aumento de la incertidumbre que pueda empeorar el bache económico. Nada de eso parece preocupar a Trump, quien se permitió bromear con que las caídas bursátiles relacionadas con su guerra comercial con China podían deberse a la salida de la carrera presidencial demócrata de uno de los aspirantes menos conocidos, Seth Moulton. “Desde el día posterior a mi elección, el 9 de noviembre, hemos subido el 50 % o más (en la bolsa). Así que no me hable de (una caída de) 600 puntos” en el Dow Jones, zanjó Trump antes de despegar hacia Francia.