Vitoria - La mayor parte de las veces, sobre todo en campos como el de la investigación o la ciencia, la paciencia suele tener recompensa. Así y todo, nunca resulta un ejercicio sencillo, más bien todo lo contrario. Entrando en juego factores de notable impacto económico, la presión por el retorno y la búsqueda de resultados desde la parte inversora suelen ser motivo de conflicto entre las partes, lo que, por norma, termina enviando al traste los proyectos que están en juego por muy loables que fueran sus intenciones. La crueldad de la I+D más capitalista es así, por injusto que parezca.

Sin embargo, no siempre un fondo de inversión o una mala política de inversión pública acaban por desahuciar una buena idea o un proyecto estratégico. A veces el fondo prevalece y la paciencia se impone a las prisas desenfrenadas, que casi siempre suele ser muy malas consejeras. Y en consecuencia, los proyectos crecen, se desarrollan y terminan cuajando, como le está ocurriendo sin ir más lejos al CIC energiGUNE, la joya de la corona energética del Gobierno Vasco en el ámbito del almacenamiento de energía que actualmente camina con paso solemne por Europa.

Han pasado ocho años desde su implantación en el Parque Tecnológico de Álava, donde ha ido evolucionado paulatinamente hasta convertirse en los últimos meses en una máquina de generar buenas noticias merced al conocimiento científico y al extraordinario talento que posee. Es, asegura su máxima responsable, Nuria Gisbert, la consecuencia a una estrategia perfectamente orquestada y pautada en el tiempo donde la paciencia ha terminado por ganar la batalla a la emergencia con una madurez envidiable. “Yo diría que el CIC ya ha pasado de la adolescencia y se encuentra en estos momentos en una madurez temprana, es decir, ya tenemos el respeto de nuestros pares en Europa y podemos sentarnos en la misma mesa que los grandes referentes del sector porque nos hemos ganado su confianza, y eso es algo muy estimulante”, se felicita la directora general, reconocida profesional en el ámbito de la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación que lleva al mando de este centro desde 2015, cuando fue elegida para sustituir al colega que sentó las bases de lo que hoy es el CIC, Jesús María Goiri. “Su mérito fue tremendo”, recuerda ahora Gisbert. “Llevó a cabo una apuesta que entonces era muy arriesgada como traer al Parque Tecnológico a un gurú en el mundo de las baterías como Michele Armand -cuenta con más de 500 publicaciones y cerca de 200 patentes- y generar a su alrededor un grupo de investigación que apostara de manera decidida por la batería en estado sólido”. El envite funcionó y el trasvase de las nuevas investigaciones a la vida real de las empresas vascas, que era una de las prioridades del Gobierno, fue inmediata. Después de muchos años de intentos baldíos, el tejido empresarial y un centro de investigación hablaban el mismo idioma.

un equipo de 116 investigadores En ese camino resultó clave, rememora Gisbert, la dotación al CIC de instalaciones de primer nivel como una línea de prototipado semiautomática que permite trabajar a los fabricantes de materiales con cualquier tipo de tecnología y que en estos momentos solo dos centros en Europa disponen. Esas dos apuestas, unido a la existencia de un equipo multidisciplinar, potente y versátil que hoy asciende a 116 personas -la mitad de los investigadores son extranjeros y la paridad no buscada es un hecho- es lo que permite a este centro de referencia de Miñano mirar a la cara a sus hermanos mayores del Viejo Continente. Alcanzar este status, no obstante, nunca resultó fácil. Entre otras cosas porque la presión de los inversores ante la falta de resultados llegó a poner en algún momento el proyecto en peligro. “Sucedió concretamente en 2015, cuando los resultados de la apuesta no estaban lo suficientemente claros y había gente que se estaba poniendo nerviosa, más allá de que nosotros, en el propio CIC, sí sabíamos que la tecnología iba a terminar de explotar más pronto que tarde”, recuerda la actual directora, convencida entonces de que la hoja de ruta fijada era la adecuada y agradecida de nuevo al Ejecutivo vasco por la paciencia sostenida y desplegada ante un proyecto de “alto riesgo”.

Una decisión “valiente”, según Gisbert, que con el tiempo se está viendo recompensada. “Estamos recogiendo los frutos de esa puesta que no solamente no fue en balde sino que está dando grandes resultados, pues la realidad del CIC energiGUNE hoy es que somos uno de los top five de Europa en cuanto a almacenamiento de energía”, se felicita su cabeza visible, que mide el potencial de este centro en función del número de publicaciones que cada año lleva a cabo en alguna de las Biblias del sector. “Que un centro como este tenga un 36% de ratio de éxito -número de proyectos aprobados versus número de proyectos que presentados- en Europa cuando la media es del 10% es mucho más que significativo”, celebra Gisbert, empeñada en esta nueva fase en divulgar con una cadencia coherente cuantos proyectos, eventos o desarrollos sean capaces de generar en esta catedral del talento y la innovación.

objetivo del cic: europa A partir de ahí, las miras parecen estar solo puestas en Europa, al considerarse en Miñano que esta área geográfica se está jugando su futuro en el campo energético ante amenazas como China, que en el campo de las baterías de litio, sin ir más lejos, hace ya tiempo que cogió una ventaja ya insalvable. “Las baterías en estado sólido van a seguir siendo uno de los puntos clave para nosotros, entre otras cosas porque viene muy de la mano de las compañías de automoción. Aún no están en el mercado pero lo estarán en breve porque es una de las grandes apuestas que quiere Europa, que en estos momentos lo que quiere es priorizar esfuerzos”, reconoce Gisbert, que abunda: “En el tema del litio convencional ya ha asumido que no hay nada que hacer por cuanto los países asiáticos nos llevan ya una gran ventaja cuando, curiosamente, la tecnología del litio partió de Estados Unidos y Europa. Pero como nos hemos dormido en los laureles y no nos hemos puestos las pilas, nos han adelantado a gran velocidad, de modo que toca activar un plan alternativo para, si no podemos al menos ponernos a la cabeza del pelotón, sí tratar al menos de ser los early followers (seguidores más cercanos) en el desarrollo de nuevas tecnologías como la de la batería en estado sólido”.

Con billones de euros en juego, Europa ha iniciado una carrera frenética para impulsar programas y estímulos que aceleren la consecución de resultados. Una carrera plagada de oportunidades que en el CIC no quieren desaprovechar. Según las primeras estimaciones, esta nueva generación de baterías podrían ser una realidad en Europa en 2025, si bien los resultados obtenidos en algunos de los programas que está desarrollando el centro alavés invitan a pensar que incluso podría ser antes. “El tren está pasando ahora y el mapa de oportunidades es inmenso. Las inversiones que se requieren son importantes pero la buena noticia es que China no tiene capacidad suficiente para satisfacer su demanda interna en los próximos años, y además las empresas de automoción necesitan una fábrica de baterías cerca”, ilustra la directiva.

Si Euskadi, como atestiguan los hechos, parece tener todos los mimbres necesarios para liderar esta nueva era energética, ¿qué falta entonces para que esa realidad termine por llegar? “Lo que creo es que faltaba que nos diéramos cuenta que teníamos ese potencial necesario para serlo. Afortunadamente, todos los gobiernos de la UE a los que les importa un poco el tema del cambio climático están llevando acabo políticas en ese sentido, sin embargo vamos un poco tarde por culpe del mismo problema de siempre, que hasta que no nos aprieta el zapato o llega una normativa inflexible, por ejemplo, nos cuesta mucho mover las cosas”, lamenta Gisbert. En este escenario, el gran reto como Unión, sugiere la responsable del CIC, quizá sea “ir todos de la mano”, si bien debido a la propia naturaleza humana esta predisposición exige “altas dosis de generosidad” que raramente suelen producirse sino hay un pastel económico jugoso de por medio. “Por eso más allá de la financiación -concluye Gisbert- todos deberíamos ser capaces de llevar a cabo un ejercicio de generosidad dejando claro que lo que estamos haciendo no es para nosotros sino para las generaciones futuras, para nuestros hijos. Quizá este aspecto ayude a cambiar el prisma a la hora de hacer las cosas”.