Todo puede ocurrir. Zegona, el fondo de inversión británico fundado por dos exjefes de Virgin Media, ya controla la gestión de la operadora vasca de telefonía, Euskaltel, con la llegada de José Miguel García como consejero delegado, cuyo nombramiento vino acompañado por un comunicado en el que se decía: “Llega el momento de imprimir velocidad e intensidad a la estrategia de sostenibilidad, crecimiento y creación de valor que se ha marcado el grupo”. Lo dicho. Ahora todo puede ocurrir, aunque no se trata de insistir en los riesgos que conlleva semejante operación, sino en la aparente facilidad con la que se mueven los fondos de inversión en el escenario financiero europeo.

En este contexto, vaya por delante un par de datos elocuentes. El primero de ellos es cuantitativo. Las grandes gestoras y fondos internacionales, enmarcados en el concepto de sector financiero no bancario, declaran una inversión de 58.00 millones de euros en las empresas del Ibex 35, según datos de cierre de 2018 de la CNMV. Controlan por tanto el 12,7% de la capitalización total del índice español que alcanza 454.470 millones de euros, que incluye la inversión directa y los derechos de voto a través de instrumentos financieros con derecho a la compra de acciones.

Son cifras muy significativas que responden al creciente interés de los inversores por la actividad de estas empresas financieras no bancarias que es como se conocen a los fondos.

Una tendencia inversora alimentada por la caída de la rentabilidad de los depósitos bancarios y por la compra de deuda pública desplegada por el BCE en los últimos años que tiene, por ejemplo, el 25% de la deuda pública alemana y, por otro lado, ha implementado, bajo el epígrafe de gestión del riesgo, un marco regulatorio muy exigente y estricto para los bancos, pero no así para los fondos de inversión que forman parte de la llamada banca en la sombra y que surten al mercado de financiación sin cumplir con las mismas normas que las entidades bancarias.

Volvemos al tema Euskaltel-Zegona para recordar que Kutxabank vendió una pequeña parte de su participación en Euskaltel para quedar por debajo del 20%, argumentando un ajuste contable exigido por el BCE, mientras que Zegona estaba adquiriendo más acciones de la operadora vasca hasta sobrepasar ese 20% hasta convertirse en el principal accionista. Es un ejemplo de la asimetría regulatoria existente en el mercado financiero europeo.

Para la patronal bancaria española (AEB) esta falta de regulación es el “aspecto más preocupante” y reivindica “recomponer la relación de los bancos con los reguladores, el estamento político, el poder judicial y la sociedad en su conjunto. De lo contrario, podemos esperar que la regulación vaya en la dirección equivocada y que se vuelva aún más estricta, inflexible, compleja y abrumadora”.

En parecidos términos se posiciona el propio BCE, cuyo vicepresidente, el exministro español Luis de Guindos considera necesario que los fondos estén sometidos a una “supervisión más activa” para hacer frente a los riesgos que está asumiendo en los últimos años. Se trata de una actitud un tanto paradójica, ya que denuncia una anomalía, como es la asimetría regulatoria para bancos y fondos, que puede solucionar el propio BCE, máxime cuando insiste que “los beneficios del crecimiento del sector financiero no bancario están acompañados de potenciales vulnerabilidades”.

Aquí reside el núcleo central de problema. Si hay, como dice, “potenciales vulnerabilidades”, ¿por qué no se empieza a tomar medidas desde el organismo que tiene la responsabilidad de supervisar y regular el mercado financiero? Este, el mercado se nutre de confianza y el BCE tiene una responsabilidad ineludible. No son las palabras ni la declaración de intenciones lo que define a las personas e, incluso, a las entidades reguladoras, como es el caso, sino las decisiones que se tomen y se apliquen por un bien común.