En las últimas semanas, decir Brexit significa perplejidad e incertidumbre que proyecta el temor a lo desconocido como si se tratara del leviatán, el monstruo marino creado en el Antiguo Testamento que, en el tema que hoy nos ocupa, se extiende desde que se activara el artículo 50 del Tratado de Lisboa para la salida del Reino Unido de la UE. Desde entonces, múltiples conjeturas y especulaciones que nos hablan de un divorcio. En cuyo seno ha anidado una gigantesca bestia que puede devorar buena parte de la economía europea.

No se sabe cuándo ni cómo saldrá el Reino Unido de la UE. Todo es tan confuso, turbio e, incluso, promiscuo en el horizonte del escenario posible, como mezquina, enojosa e irritante es el comportamiento de los protagonistas ante el nacimiento de esa bestia que es el mayor desafío en la historia de la UE que comenzó con una descomunal irresponsabilidad del premier David Cameron y termina con la incapacidad de Theresa May, humillada en las tres ocasiones en que Westminster ha rechazado el acuerdo negociado y pactado con la UE.

Pongámonos en situación. Sobrepasada la fecha para el divorcio (29 de marzo), el Parlamento británico sólo ha dicho lo que no quiere (el acuerdo del 14 de noviembre), pero no se pronuncia sobre lo que quiere. Ignoramos si será un leviatán blando, que conservará un vínculo cercano entre el Reino Unido y la UE; o un leviatán duro, que romperá totalmente el cordón umbilical comunitario, o un leviatán sin acuerdo, es decir un cliff edge (bordear el precipicio) que dejará a los británicos sin ese periodo de transición que permita adaptarse a la nueva situación, pero que también afectará al resto de la ciudadanía europea.

Alimentando la hipotética voracidad del leviatán, hay, eso sí, múltiples conjeturas sobre su impacto en la economía europea. Se habla de una posible recesión, de la destrucción de empleo y del recorte en el estado de bienestar, mientras surgen preguntas de enorme calado sobre el futuro de muchas empresas, sobre la nueva dimensión aduanera o sobre la vertiente fiscal, pero la falta de un acuerdo entre los británicos sólo contribuye a hacer más grande la leyenda del leviatán y el miedo a su voracidad, al igual que en la Edad Media creció el miedo a esta bestia por estar al servicio de las fuerzas malignas de Satanás.

Conviene recordar, a título informativo, que el Reino Unido es uno de los principales socios comerciales de las empresas vascas. Figura como quinto receptor de las exportaciones vascas (casi 1.300 millones de euros en 2016) y el sexto como proveedor de las empresas vascas (814 millones de euros en el citado ejercicio). Como punto de apoyo, las empresas cuentan con la Agencia Vasca de Internacionalización-Basque Trade and Investment, integrada dentro del Grupo SPRI, que ha sido habilitada como asesora ante la salida de Reino Unido de la UE.

Claro que, bien mirado y teniendo en cuenta la trayectoria del Brexit, es difícil asesorar cuando se desconoce cómo y cuándo se producirá esa salida. Se podría decir que la semana que hoy comienza es decisiva, pero nada es seguro. La UE ha convocado una cumbre de urgencia para el próximo miércoles, 48 horas antes de que expire la primera prórroga concedida a Theresa May, quien ya ha anunciado que pedirá una segunda demora, cuando se acerca el día de las elecciones europeas (26 de mayo) y el virus del leviatán sigue causando estragos, mientras nadie parece capaz de poner un antídoto que ponga fin a esta humillante tomadura de pelo.