“No se trata de celebrarlo, sino de aprovecharlo”, señalaba Iñigo Urkullu en su último mensaje de fin de año en referencia al escenario político vasco, calificado por el lehendakari como “microclima positivo y constructivo (?) al menos, en mayor medida que en nuestro entorno”. Y añadía que “la política no consiste en crear problemas, sino en tratar de resolverlos. La tensión, la confrontación y el distanciamiento permanente no es una opción. Se trata de asumir los problemas, avanzar en un diagnóstico compartido y encauzar las soluciones con realismo, rigor y responsabilidad. Siempre desde la colaboración”.
Pues bien, semejante conjetura, junto a la declaración de intenciones, son producto, ambas, del sentido común, como también son válidas en el entorno económico vasco, donde los datos del PIB, sector industrial, mercado laboral y calidad del empleo evidencias un relativo microclima positivo, que, sin embargo, no es inmune a los riesgos que se ciernen en la economía mundial, razón por la que deben aprovecharse las oportunidades, pocas o muchas, fáciles o difíciles, que se presenten en un marco social y laboral que ha sufrido una profunda transformación como consecuencia, entre otros, de tres factores seminales: revolución tecnológica; globalización y crisis económica.
En este contexto, es apropiado introducir parte de la carta que el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, ha enviado a los participantes en la 49ª edición del conocido Foro de Davos, que comienza el próximo 22 de enero en la localidad suiza de Davos-Klosters y que se centrará en Globalización 4.0; Formando una arquitectura global en la era de la Cuarta Revolución Industrial. En la citada carta lanza un inquietante diagnóstico que es válido para España, Europa y los países más desarrollados en general. “El mundo se encuentra en una encrucijada. Podemos seguir por la actual senda de puntos de vista polarizados, conflictos crecientes y numerosos problemas sin resolver, con lo que en el mejor de los casos terminaremos en una crisis mundial permanente. En el peor, degenerará en el caos con impredecibles consecuencias”.
Es posible que los dirigentes de la arquitectura financiera mundial quieran aprovechar la fragilidad de la economía tras la grave crisis vivida desde 2007 para inocular el miedo en los agentes sociales que reivindican medidas correctoras para evitar el deterioro del mercado laboral y el estado de bienestar. Pero si tradicional es este ritual del miedo, también lo es la polarización que tensiona la sociedad y la confrontación de conflictos que impiden resolver los problemas. Tal y como señalan tanto Urkullu como Schwab.
Se trata, por tanto, de vigilar todas las alertas que se están dando, pero no es suficiente; junto al diagnóstico de la situación actual deben ponerse en marcha todas aquellas medidas que puedan ser eficaces a la hora de aprovechar las oportunidades, y en el País Vasco parece que han tomado buena nota de ello con el anuncio, esta pasada semana, de un par de acuerdos interesantes y esperanzadores.
Por un lado está una alianza para la innovación tecnológica, promovida desde el Gobierno Vasco y las diputaciones. Para ello se creará un consorcio en el que participarán los centros tecnológicos vascos, las diputaciones forales y el propio Ejecutivo. Todos estos agentes se agruparán en una empresa con mayoría de capital público que coordinará los esfuerzos necesarios para hacer frente a los “retos de tecnológicos e industriales” de la economía vasca.
Por otra parte, las empresas Aernnova, Mondragón e ITP liderarán un consorcio en el que también estarán presentes los dos grupos de centros tecnológicos vascos, Tecnalia e IK4. Se trata de una red de innovación que se pone en marcha con el objetivo de impulsar y financiar proyectos de fabricación avanzada y dinamización de la actividad productiva en el suroeste de Europa. El proyecto a desarrollar en Euskadi forma parte de la iniciativa comunitaria EIT Manufacturing, en la que, con el apoyo de la Comisión Europea, colaborarán más de 50 empresas y centros tecnológicos de la Unión Europea “para hacer de Europa una referencia mundial de innovación en la fabricación” y favorecer que las empresas adopten las nuevas tecnologías, en especial las digitales ligadas a la nueva industria 4.0.
Este tipo de proyectos son, sin lugar a dudas, la mejor forma de celebrar ese microclima positivo.