No deja de resultar paradójico el flujo de declaraciones, demandas y afirmaciones que se dan cita en el escenario de la economía vasca donde conviven los brotes verdes de la recuperación post crisis, las ofertas de empleos precarios, junto a las previsiones de trabajo altamente cualificado, para una generación de jóvenes que, aseguran, es la mejor formada de la historia, aunque no parece, según los empresarios, que tengan una actitud positiva hacia la empresa que le puede contratar, ni que esté adecuadamente preparada para trabajar en el marco de lo que se ha venido en llamar industria 4.0.

Bien. Puestos, negro sobre blanco, este conjunto de factores, es posible que el escenario resultante ofrezca una imagen un tanto farragosa y confusa. Sin embargo, es la conclusión que puede extraerse del informe que esta semana ha presentado Confebask, bajo el título Necesidades de empleo y cualificaciones de las empresas vascas para 2018, donde, entre otras cosas, se dice que el 71% de las empresas advierten de las dificultades que pueden encontrar para cubrir parte de los 100.000 puestos de trabajo necesarios en los próximos tres años.

Semejante afirmación se ve agravada por otros datos. Por ejemplo, se ha duplicado en un año, el porcentaje de empresas que no encuentran el personal adecuado para cubrir sus vacantes. Es decir, aumentan las dificultades de contratación porque desciende la preparación y cualificación profesional de nuestros jóvenes. Una paradoja que no termina de encajar si se tiene en cuenta que el paro en el País Vasco afectaba, a finales del pasado año, al 17,1% de la población activa de jóvenes. Algo está fallando cuando una excelente formación no conlleva una preparación adecuada para la demanda del mercado laboral.

Hay que tener en cuenta que está en juego el futuro del País Vasco. Dicho esto sin exageraciones melodramáticas, porque, después de todo, estamos hablando del estado de bienestar para el conjunto de la sociedad vasca en la medida que el crecimiento empresarial, representa riqueza, creación de empleo, consumo, gasto público y sostenibilidad del bienestar tanto para la población activa como para los pensionistas. Después de una década de destrucción de empleo, recortes sociales e incertidumbre, resulta frustrante que no se puedan hacer realidad las previsiones de Confebask que estima en 30.425 puestos de trabajo a cubrir en este año 2018, de los cuales, algo más de la mitad (15.625) serán de creación neta.

El citado informe, suscrito también por el lehendakari Urkullu, debe hacernos reflexionar sobre las cosas que se están haciendo mal o, si se quiere, que no se están haciendo adecuadamente. La actividad económica del siglo XXI es extremadamente exigente y competitiva en el mundo occidental. La globalización ha permitido la llegada al mercado internacional de los llamados países emergentes. El acuerdo firmado el pasado lunes es un paso hacia delante. “Un compromiso firme y decidido para el trabajo conjunto de crear riqueza, empleo y bienestar en Euskadi”, tal y como señalaba, Roberto Larrañaga, presidente de la patronal vasca. Claro que, por otro lado, y no menos importante que la aptitud profesional, también se puso de manifiesto la falta de “actitud, disposición e interés” que, según el informe, muestran el 40% de los candidatos. En este sentido, el presidente de Confebask señaló que “estamos hablando de ser una persona polivalente, que se pueda adaptar a los cambios que sean necesarios en los procesos productivos, que sea proactiva, que sugiera, de alguna forma, compromiso con la empresa”.

Llegados a este punto, y antes de terminar estas líneas, se echa en falta la opinión de los sindicatos. El diagnóstico de Confebask puede gustar mucho o poco, pero parece que se acerca a la realidad. Si esto es así, los sindicatos, defensores del empleo de calidad de los trabajadores, también deben opinar y comprometerse, por ejemplo, con una declaración de principios como la mostrada por Urkullu al señalar que “a mayor cualificación laboral, mayor competitividad. Vamos a invertir en mayor medida en contar con personas formadas, con mayor capacidad de adaptación al cambio tecnológico”, porque reforzar la formación de los que trabajan hoy y los que lo harán en el futuro “es una garantía” tanto para que las empresas sigan con su actividad como para “dar mayor estabilidad a los contratos” de las plantillas.