El choque de trenes parece inevitable. Al menos, así se percibe tras la puja dialéctica que mantienen en las últimas semanas los maquinistas que pilotan los convoyes de Iberdrola y Siemens. Ambos, Ignacio Sánchez Galán, en la eléctrica vasca, y Joe Kaeser, en el grupo alemán, parece que han aumentado la velocidad de sus respectivas locomotoras que avanzan de forma contumaz hacia un violento final que, de producirse, será en la localidad de Zamudio, sede oficial desde hace un año de Siemens Gamesa, como también lo fue en su día de Gamesa, una compañía vasca que alcanzó un alto grado tecnológico y una importante cuota de mercado en el escenario internacional.

La empresa resultante (3.04.2017) de la eufemísticamente llamada fusión entre la multinacional alemana y la eólica vasca, cuando vive la zozobra de un futuro incierto. La última puesta en escena del conflicto se vivió el pasado viernes fue un modelo de estrategia mediática. Sánchez Galán, que en las últimas semanas ha sido muy crítico con la política empresarial de Siemens, no hizo mención al conflicto en el discurso pronunciado en la junta de accionistas de Iberdrola, pero sí se mostró comprensivo con las inquietudes de un accionista que le preguntó por ello y pidió a la CNMV que ejerza su responsabilidad como jefe de estación y desvíe a la vía muerta a la locomotora alemana (Siemens) porque está vulnerando los acuerdos de la fusión.

En realidad, el presidente de Iberdrola reclama que se ejecute una de las principales condiciones establecidas en el acuerdo de fusión. Una condición por la que la multinacional alemana quedaba exenta de la obligación de formular una OPA sobre las acciones de Gamesa tras la efectividad de la fusión de conformidad con lo previsto en el artículo 8.g del Real Decreto 1066/2007 al señalar, literalmente, que tal exención se producirá si “la operación no tiene como objetivo principal la toma de control sino un objetivo industrial o empresarial”.

Por otra parte, y no menos importante, el acuerdo previo a la fusión, suscrito entre Siemens, como comprador de Gamesa, e Iberdrola, en su función de principal accionista de la compañía vasca, señalaba que los alemanes aceptaban asumir durante un plazo que podría ser largo una serie de restricciones en materia de gobierno corporativo.

Si Galán puede demostrar estas sospechas, Siemens tendrá que desembolsar 1.200 millones de euros, ya que el pacto establece que, en caso de incumplimiento, Iberdrola puede exigir al grupo alemán que le compre su 8%, pero no a precio de mercado sino a 22 euros por acción o a su cotización actual más una prima del 30%. Así, tendría derecho a cobrar algo más de 1.200 millones por su participación, aunque a precio de mercado está sobre los 700 millones. Por su parte, Joe Kaeser, ha replicado que “si Iberdrola nos ofreciera sus acciones le diríamos que las vendiese en el mercado”.

Claro que el mayor de los problemas sería para los trabajadores de Siemens Gamesa. Los alemanes podrían seguir con su plan estratégico, y, a tenor de los precedentes históricos, no parece que les temblará la mano a la hora de cerrar plantas de producción, porque sostiene que el adelgazamiento de la parte operativa pasa por aumentar la producción en países con menores costes y racionalizar la presencia industrial en función de la dinámica del mercado. En este sentido, destaca la clausura de las factorías de Canadá, Dinamarca, Alemania y España, frente al aumento de la producción low cost de las plantas de Marruecos, que se estrenó el pasado otoño, y China.

Como ven, una difícil solución para un conflicto originado en una fusión, cuyos entresijos siguen sin conocerse.