Entre la concurrencia, dos ojos. Aceitunados y profundos. Una mirada de mujer que recorría las estancias de arriba a abajo; que brillaba al compás carioca de la Crazy Brazilian Band (algunos músicos de la formación también llamaron la llamaron Luz de Brasil, quien sabe si no como homenaje a Iberdrola, la compañía eléctrica que les trajo de la mano...) y que se iluminaba al mirar los balances. Un accionista, sin duda. Eran dos ojos cuya mirada cubrió ayer de verde esmeralda, aquella piedra poderosa que dejó rendida a sus pies a la mismísima Cleopatra, el campo abierto del Palacio Euskalduna, una pradera de césped sintético y miles de sonrisas. No en vano, en un arduo tiempo de sequías (parece mentira decirlo, con la que está cayendo...), el ejército de Ignacio Galán, comandante en jefe de la entidad, ha recogido una fructífera cosecha. De tan fecundos brotes verdes alrededor de los beneficios se habló en una junta general de accionistas donde todo discurrió con fluidez y grandeza. Como el mismismo Amazonas.
Antes de ese almuerzo de números hubo un desayuno de saludos y abrazos. A la hora del café y el periódico sonaba aquello de “mira que coisa mais linda mais cheia de graça” mientras Silvia Intxaurrondo evocaba, desde el escenario, a la fuerza de Lidia Valentín y el vuelo de águilas de Ruth Beitia. Unos metros más allá, con la presencia de la jugadora de waterpolo Jenifer Pareja se consagraba la trinidad de las mujeres deportistas. Era algo lógico, si se juzga que en la planta de entrada relució, a lo largo de todo el día, la orfebrería de la Copa Stadium, creada en junio de 1923, lo que la covierte en el trofeo más longevo del deporte español. Iberdrola la tiene en propiedad desde que el Consejo Superior de deportes premió a la entidad en 2016 por su especial contribución a tareas de promoción y fomento del deporte femenino.
A su lado pasó, al filo de las diez de la mañana, el propio Ignacio. Se fotografió, recién llegado, con Gontzal Puente, María Ángeles Rebonedo y Ander Carbajo, integrantes de Gorabide, antes de descender las escaleras. A partir de entonces, el presidente de la entidad, acompañado por Rafa Orbegozo y una corte de gestores de Iberdrola, fue saludándose con los accionistas. Habló, por ejemplo, con Fátima Robles, a quien ensalzó su memoria al recordarle esta el episodio de un préstamo de un paraguas para preguntarle, poco después, si también a ella, como a él, “se le cae la baba con loas nietos”. Fue uno de los cruces de saludos. Unos metros más allá explicaba en otra mesa cómo a él no le gustan las gráficas cordilleras sino “más tendidas” y se saludaba con jóvenes de Gorabide, Mikel Martija y Amaia Zeberio, que, entre otros, repartían los regalos al accionariado: unas bolsas de viaje. Rosa María Iriondo, Begoña Goikoetxea, Teresa Lamas, Ramón Talasac, Dolores Azpiazu, Mila Font, Hortensia Gutiérrez, Humberto Romero, Gerónimo Gutiérrez, María del Pilar García, María Rosa Alnso, Mila González, Eva Galaz, Conchi Calderón, Gonzalo Herrero, a quien saludó cuando el hombre tomaba un café, Javier Hernández y un buen número más de asistentes cruzaron abrazos y palabras con él. Nadie, entre todos, más osado que Beñat Ensunza: le pidió un selfie al que accedió el presidente. Durante unos minutos fue el más envidiado de la mañana.
Por vía paralela, a ese universo entre hogareño y ecológico que recrea Iberdrola, iban llegando accionistas y consejeros, muchos de ellos entremezclados. Así, se vieron caminar por la alfombra verde juntos a Agustín Garmendia y Luis Abril; al presidente de Velatia, Javier Ormazabal y Jorge González; al presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España, Manuel Campo Vidal, y la citada jugadora de waterpolo, Jenifer Pareja; a Leopoldo Sánchez Gil y Vicente del Bosque. De dos en dos y de tres en tres, como Luis Sainz, Jon Landeta e Iñaki Sainz, tanto daba. Incluso en la manada de la juventud, Sirva por ejemplo, la formada por Marta Seco, Belén Péllez, Joan Cuesta, José Miguel Costa y Matilde Balaca, entre otros millenials. Los hermanos Jon y Andoni Anasagasti veían pasar la vida en las confortables sillas antes de la junta. En uno de los pedestales a los que se había encaramado antes la mujer encargada del lenguaje de los signos, descansaba María Teresa Ortuzar, escuchando los ritmos del viejo Brasil. Sonreía.
Concluida la junta general, repareció la mujer de los ojos verdes. Oteaba de lejos el encuentro entre el propio Galán con el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria y el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Fue uno de los grandes en el mediodía. A esa hora más o menos también se saludaron Asís Canales, Ángeles Santamaría, Jim Torgeson, Keith Anderson y Sonsoles Rubio, recién horneado el pan de la junta general de accionistas de Iberdrola. Al tiemo se saludaban Paloma Torres, Pilar San Miguel y María Isabel García Tabernero, esposa de Ignacio Galán. Javier Zalbidea ejercía de heraldo en el día con certeras mañas de paloma mensajera de la Primera Guerra Mundial y en la alfombra verde, remedo de la roja, se saludaban o se cruzaban José Luis Arregi, Julio de Miguel, Ricardo Álvarez Isusi, Javier Aresti, Gonzalo Muñoz, Luis Ramon Arrieta, Montse Chirapozu, en el ejercicio de su último servicio a Iberdrola, con el rabo de lagartija de su jubilación ya en las manos; Gregorio Villalabeitia, María Dolores Lord y Juan Antonio Fernández entre otros.
Antes, un poco antes de que algunos accionistas se avalanzasen sobre las bandejas de un suculento aperitivo como si fuese bandadas de pájaros lanzándose sobre la cabeza de Tippi Hedren en la película de Alfred Hitchcock -un poquito de por favor, señoras y señores...-, cruzaron por las instalaciones Estíbaliz San Román, Celia Guinea, Agurtzane Gutiérrez, Azucena Mocha, Alberto Fernández, Julián Castro, Ignacio Flaus, Antonio Hernández, Berta Longas, Javier Egaña, Luis de León, Javier Lafita, Iñaki Suárez; la famillia formada por Maxi Martín, Lorena Sánchez y Eduardo Sánchez; las cuatro amigas Mari Sol Gómez, Carmen Babarro, Inmaculada Babarro y Rocío González, Santiago Alonso, Covadonga Pardones y así toda una nómina extensa de hombres y mujeres que, ladrillo a ladrillo, han ido levantando el imperio de la luz que hoy tanto deslumbra.
Acabada la junta lucía el sol, pese a que en la Torre Iberdrola seguía activo el palo de lluvia creado por el artista Eugenio Ampudia (Melgar, Valladolid, 1958), reconocido internacionalmente en el campo de las artes visuales. De ello hablaban, allá en ese trago de tranvía al que Iberdrola invitó a la ciudad hasta las 15 horas, Carmen Zarate y Luis Izquierdo. No eran accionista pero también estaban felices.