Bilbao - La Agrupación de Sociedades Laborales de Euskadi, ASLE, eligió el pasado verano a Kepa Olivares como nuevo presidente. Nacido en Bilbao hace 50 años este licenciado en Económicas por la UPV-EHU es director de la empresa vizcaina FMD Carbide SAL, y forma parte de la junta directiva de ASLE desde 2015.
¿Cómo se ha presentado 2017 para las empresas del sector de economía social agrupadas en ASLE?
-Se nota la mejoría de la economía en resultados y en hechos como que hemos logrado mantener los niveles de empleo, incluso aumentarlo ligeramente, pero se ha reducido el número total de empresas bajo la figura de sociedades laborales (sales). Las que desaparecen son las empresas más pequeñas pues las que tienen una cierta dimensión y han sobrevivido a la crisis están, en líneas generales, claramente mejor. Ahora hay una tendencia de recuperación. Las empresas industriales son las de mayor tamaño, con una media de 20 a 30 trabajadores, frente a las del sector servicios con menos de cinco trabajadores en muchas de ellas.
¿El tamaño es una asignatura pendiente?
-Sí. Esta es una preocupación histórica de ASLE. La dimensión es importante para obtener economías de escala, acceder a nuevos mercados, obtener mejor financiación etc. Es fundamental. En ciertos sectores se han detectado sinergias y se ha intentado buscar acuerdos pero al final encajar las personas en un proyecto común cuesta. Pero no solo en Asle. Hay mucho pequeño emprendimiento individual pero tampoco se están creando nuevas empresas en el sector industrial de cierta dimensión. Por ello es importante, creo que es una lección que hemos aprendido en la crisis, resistir y aguantar porque la empresa industrial que desaparece difícilmente tiene un relevo en la Euskadi de hoy. Y las que han resistido cuando llega un nuevo ciclo positivo suelen estar mejor.
Las sociedades laborales surgieron en la crisis de principios de los años noventa como una solución para salvar las empresas. En esta crisis no se ha visto un incremento de compañías bajo esta figura jurídica en la que los trabajadores participan en el capital. ¿Por qué?
-Las empresas en crisis no utilizan ahora la figura de la sociedad laboral para su reconversión como antes. Ahora ya no es la primera opción, ni la segunda. Hoy hay muchos trabajadores que prefieren no ser propietarios, no arriesgar. La gente se acerca a la economía social más por la esperanza de ver un retorno económico que por un planteamiento ideológico como en épocas pasadas.
¿Qué ventajas tienen las empresas de economía social?
-Por su concepción tienen una flexibilidad muy importante. Las sociedades laborales tienen más fácil el adaptarse a situaciones cambiantes y complicadas porque todos los trabajadores somos conscientes que somos los propietarios y nadie va a venir a solucionarnos los problemas. Con números en la mano podemos demostrar que las sociedades laborales se han adaptado mejor a una crisis económica tan tremenda como esta última.
Los nuevos modelos de relaciones laborales abogan por una mayor participación de los trabajadores en la vida de las empresas a todos los niveles y aquí las SAL tienen un ‘know-how’ importante.
-Sí. Es cierto que en nuestras empresas existe ya una experiencia de años y aspiramos a ser un referente para generar cohesión dentro de las organizaciones empresariales. La participación de los trabajadores en la gestión es un activo importante para mejorar la eficiencia de una compañía pero también sabemos que no podemos quedarnos solo ahí. La sociedad moderna exige que los trabajadores den un paso más y que se impliquen más en la propia marcha de la empresa desde el punto de vista económico. Así, si la empresa va bien sería lógico que los trabajadores se beneficien de ello, y si va mal que se actué en consecuencia. Pero ello exige por parte del empresario más comunicación, más transparencia de su negocio, y ello le va dar frutos cuando las cosas vayan mal pero, insisto, cuando la situación es buena y funciona el trabajador tiene que participar en los beneficios. Y cuando lleguen las complicaciones, el trabajador entenderá mejor las medidas que haya que tomar para superar la coyuntura adversa. El último paso, algo en lo que en ASLE sí somos un referente claro, es la participación de los trabajadores en el capital de la compañía. Y esta es una idea que fomentamos e intentamos difundir en este proceso de moda de propiciar una mayor implicación de los trabajadores en las empresas.
La participación de los trabajadores en el capital a través del ofrecimiento de acciones es algo bastante normal en Estados Unidos.
-Es otra cultura pero es una forma de fidelizar a los trabajadores en la empresa porque no podemos olvidar que aunque ahora esté en activo la generación del baby boom, a la vuelta de la esquina tenemos un problema demográfico serio y las empresas vamos a tener que competir por las personas formadas en lo que se precisa. Por ejemplo, en la industria hay sectores donde ya existen problemas en Euskadi para encontrar personal cualificado.
Los últimos cambios normativos han favorecido el desarrollo de la sociedad anónima laboral.
-Sí. Por ejemplo, la última reforma de la ley posibilitó tener un mayor porcentaje de personal asalariado en una sociedad laboral y permite crear una empresa con solo dos socios, que es algo que no es suficientemente conocido. Pero hay un tema en el que sí nos gustaría que la normativa legal se adecuase a las necesidades de la empresa y es el relacionado con la salida de un trabajador socio de una sociedad anónima laboral. Fiscalmente es complicado. ¿Cómo se hace para valorar las acciones del que se va sin descapitalizar las empresas? Las haciendas forales vascas son sensibles con el tema pero no hay una solución general con carácter normativo. Hay que fomentar también que un empresario que se jubila pueda dejar la empresa a los propios trabajadores. Porque a veces la alternativa del empresario es vender la sociedad a una compañía externa que, muchas veces, solo quiere la misma para captar su negocio o para eliminar un competidor. Y ahora que en el País Vasco se está muy sensibilizado con el hecho de mantener los centros de decisión de las empresas, una SAL es mucho más cercana y hace de cortafuegos para las deslocalizaciones.
Los sindicatos casi han desaparecido de las SAL.
-Siempre ha sido una relación envuelta en contradicciones. Es verdad que en una empresa se necesita un interlocutor válido pero el movimiento sindical, muchas veces está en la dinámica de confrontar y no en la de colaborar, y nosotros estamos por la colaboración pero hay que hacer mucha pedagogía.
¿Cómo evoluciona FMD?
-Bien. Somos una pyme de 60 trabajadores que ha tenido, como la industria vasca en general, un 2017 de crecimiento. Durante la crisis absorbimos dos firmas del sector y hemos conseguido crecer hasta el punto que ya superamos claramente los datos de ventas previos a la crisis. El sector exterior, donde vendemos el 45%, ha sido clave. Este 2018 esperamos una recuperación del mercado interno. De hecho hemos arrancado el año como nunca. Fabricamos productos especiales de metal duro para todo tipo de herramientas y utillajes de corte, deformación y desgaste. La apuesta por la especialización, la cercanía al cliente, la flexibilidad y salir al exterior nos está ayudando a mejorar.