Vitoria - El 17 de enero de 2017, hace poco más de un año, la sede del Consejo de Relaciones Laborales (CRL) acogió la firma del primer acuerdo entre la patronal y los cuatro sindicatos vascos en casi dos décadas. En esas mismas oficinas, Tomás Arrieta, su presidente, no oculta cierto pesimismo sobre el futuro inmediato de la negociación colectiva.
Un año después de la firma del histórico blindaje del marco laboral vasco, ELA y LAB anuncian un incremento de la conflictividad. ¿Le preocupa?
-Sí, claro. La conflictividad nunca es deseable. Creo que era un escenario previsible. En un contexto de recuperación en el que todos los agentes dan por hecho que hemos salido de la crisis, lo razonable es impulsar procesos de negociación colectiva que mejoren las condiciones laborales y, si la negociación no da frutos, adoptar escenarios de conflicto.
¿Cuál es el problema de la negociación colectiva vasca? ¿Los salarios, la reforma laboral o la flexibilidad?
-Hemos vivido un periodo en el que las discrepancias tenían que ver con la reforma laboral y con la transformación del modelo de negociación colectiva. Básicamente con la flexibilidad interna unilateral y la ultraactividad. Ahora creo que las discrepancias giran en torno a los salarios y sobre todo a la retroactividad que se da a los incrementos salariales tras un largo periodo sin negociar. Otro reto es cómo ir a un sistema de flexibilidad interna que descanse en modelos negociados. Ahí no se están encontrando soluciones.
Hay cierto consenso institucional y social a favor de subir los salarios, pero Confebask se resiste a hacer recomendaciones generales. ¿Es un obstáculo para los acuerdos?
-Es uno de los obstáculos en la negociación, sin duda. Parece innegable que la recuperación de los salarios es indispensable en un modelo económico sano. No es lo mismo plantear que quien pueda suba los sueldos que impulsar una política generalizada de subidas e invertir la proposición, es decir, que quien no pueda no los suba. Es una diferencia relevante. La regla creo que debe ser el incremento salarial general acorde con la marcha de la economía, aunque haya excepciones. Esto último tiene mucho que ver con contar con mecanismos de flexibilidad interna negociados y efectivos.
La subida pactada en convenio el año pasado fue del 1,5%, algo más que el IPC. ¿Es suficiente?
-Impedir que los salarios sigan perdiendo poder adquisitivo es un paso. Además, creo que hay que vincular otros incrementos a la productividad, pensar en fórmulas que acerquen los salarios a los resultados de la empresa. Eso sí, una vez garantizado que no hay pérdida de poder adquisitivo.
¿Hay consenso entre los agentes sobre esta retribución variable?
-Nos falta cultura. Estamos acostumbrados a otros esquemas lineales. Es bueno que los trabajadores participen de la riqueza que se genera. Siempre sin trasladarles los riesgos asociados a la actividad empresarial, que corresponden al empresario.
Dice que hacen falta mecanismos de flexibilidad pactados. ¿Puede jugar un papel el CRL?
-A veces lo urgente no nos deja ver lo necesario. Lo urgente es desbloquear la negociación. Pero lo necesario pasa por enriquecer contenidos para ir a una negociación más dinámica: fórmulas de retribución variable, flexibilidad en el uso del trabajo, medidas de igualdad y conciliación, llevar la formación profesional a las empresas o mejorar la salud y la seguridad. Además tenemos que lograr procedimientos para adaptar el convenio a las circunstancias que atraviesa la empresa. Ya no sirve firmar un convenio para dos o tres años sin tocar nada. El CRL siempre va a estar ahí como un elemento de apoyo.
El Orpricce, el órgano de arbitraje obligatorio del CRL, no se utiliza.
-Es sorprendente. Fue uno de los elementos de mayor oposición por parte de los sindicatos cuando se aprobó la reforma laboral. Eso no significa que no haya modificación de condiciones, lo que ocurre es que muchas bajadas parten de un nivel algo superior al convenio y no es necesario acudir al Orpricce. Creo que más allá de nuestros discursos como agentes, las empresas tienden a solucionar sus problemas internamente a través de acuerdos y a evitar el conflicto.
¿Diría que la dirección de ELA tiene un discurso que sus delegados no llevan a la práctica?
-Bueno, da toda la sensación de que la dinámica real en las empresas no es tan mala ni de tanta confrontación como parece si uno atiende a las relaciones entre los agentes sociales. El clima en las empresas es más tendente a llegar a acuerdos. Eso no elimina el factor más negativo del bloqueo de la negociación. La pequeña empresa necesita acuerdos sectoriales.
¿Qué puede hacer el CRL para tratar de encauzar las relaciones entre patronal y sindicatos?
-Yo creo en un modelo basado en el consenso. Trabajamos por ese modelo cada día. Me agotaré repitiendo el mismo mensaje. Además, debemos estar disponibles para ayudar en un conflicto siempre que se nos pide, incluso a veces cuando no se nos pide. Y, tercero, debemos respetar un modelo que tiene sus defectos pero también sus virtudes. Es un modelo que se basa en la autonomía de quienes negocian, que son los representantes legítimos de cada parte. El modelo es así y hay que aceptarlo aunque a veces genere situaciones de enfrentamiento.
¿Queda algo del clima de entendimiento que se respiraba en esta misma sede hace un año cuando se firmó el histórico acuerdo?
-Queda el convencimiento compartido de que cuando seamos capaces de pactar hay que garantizar que eso que pactamos prevalece. Si no, añadiremos al bloqueo el desmantelamiento de nuestro sistema de convenios, y eso sería malo para todos. Para los agentes, que se quedan sin función, y para el país, porque perdemos un mecanismo eficaz para abordar lo que necesita nuestro tejido productivo.
La negociación estatal sí se mueve. ¿Es un problema para Euskadi?
-Es obvio que los convenios estatales ocupan en Euskadi un espacio cada vez mayor. La situación de la negociación vasca ha mejorado algo pero porque se renuevan los convenios estatales que se aplican aquí. Ese proceso es enormemente peligroso.
¿Se reduce la precariedad a medida que se consolida el crecimiento económico?
-Es un problema casi estructural. Llevamos mucho tiempo con mucha temporalidad a lo que se unen las jornadas parciales o las bajas retribuciones de entrada. Hay que reconocer que estamos en tasas altas de temporalidad, pero hay que tener en cuenta que quienes se incorporan al mercado son temporales y los que lo abandonan son indefinidos. Significa que se está haciendo un esfuerzo en convertir a temporales en indefinidos. Dicho eso, una economía moderna no puede permitirse tasas de temporalidad que superan el 20%.
¿Tiene un problema grave la industria vasca?
-No. Creo que no es un problema general. Hay empresas puntuales en dificultades pero no creo que haya una crisis generalizada.
¿Qué opina de la propuesta del PP de usar toda la vida laboral para calcular la pensión?
-Primero hay que saber si habrá una libre elección o no. Es verdad que la crisis ha llevado a que muchas carreras de cotización hayan caído en la última fase y podría ser una buena medida, pero hay que concretarla. Luego habrá que ver cómo repercute en el sistema. A lo mejor para personas concretas la pensión mejora pero en el conjunto implica que las pensiones no se revalorizan.