a la hora de iniciar este nuevo curso en esta columna, pongamos en valor un concepto básico: crear empleos dignos y subir los salarios es bueno para la economía en general, sea familiar, empresarial, pública o financiera. Es una obviedad y lo es al margen o más allá de imperativos o argumentos que reivindiquen la redistribución de la riqueza, la cohesión social o la justicia. Sí. Una subida salarial aumenta el poder adquisitivo de las familias, traducido en mayor consumo privado, pilar fundamental del sistema económico occidental, e incremento de los ingresos fiscales, factor determinante para financiar el estado de bienestar.
A partir de estas premisas, el anuncio realizado por Unai Rementería, diputado general de Bizkaia, sobre una posible bajada del Impuesto de Sociedades puede ser interpretado como una buena noticia para el tejido empresarial vasco, especialmente a quienes, según sus propias palabras, favorezcan la creación de empleo o la inversión, entre otras herramientas de impulso de la actividad económica. Dicho así, la propuesta parece impecable, siempre y cuando venga acompañada por una inequívoca recuperación de la economía real y por una revalorización salarial.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas y he aquí que el propio anuncio se incorpora, sin duda, a un horizonte local e internacional cubierto por nubes de distinto signo. Así, en el plano doméstico, los últimos problemas en empresas como la Naval, CEL o Fagor CAN ponen en evidencia las declaraciones optimistas respecto a una salida real de la crisis. Hay temores, como también los hay en el plano internacional, certificadas muy bien por las declaraciones de los responsables de las mayores economías del mundo que exponen sus dudas respecto a la salud de la post-crisis. En este contexto, la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, señalar que la tendencia actual es un misterio y que pueden estar malinterpretando los datos.
Recordemos que los datos macroeconómicos señalan una recuperación total respecto a la situación que se vivía hace 10 años. Ahora bien la economía europea sigue con la respiración asistida del BCE (bajos tipos de interés y compra masiva de deuda). Son estímulos económicos y, si los hay, se debe a que no estamos tan bien como se dice, mientras que desde hace varios años, distintos organismos internacionales consideran necesario el ‘estímulo salarial’, tal y como apuntaba en 2014 el informe anual de la OCDE, advirtiendo que “mayores ajustes salariales a la baja (en la periferia europea) corren el riesgo de ser contraproducentes”.
No se puede reprochar al diputado general de Bizkaia que pretenda captar nuevas inversiones, pero la propuesta sería más justa y loable si antepusiera la necesidad de una revalorización salarial en los miles de empleos que han visto reducir sus salarios bajo el ‘epígrafe’ de crisis económica, porque, como dice Azpiazu, “ante un escenario de normalización de la política monetaria, el consumo va a precisar de una subida salarial. No es posible tener mayor desapalancamiento con unos salarios estancados o decrecientes y un aumento de la carga de la deuda y al mismo tiempo sostener el consumo”.
Aceptar una bajada en la fiscalidad empresarial, mientras los salarios siguen siendo precarios puede entender más como una nueva prebenda para el poder financiero que un estímulo para las empresas. Del mismo modo, no se entiende que pueda apelarse a la fiscalidad que tienen las empresas en otros países de la UE, sin que se reivindique una armonización fiscal en toda la Unión, máxime ahora, cuando las expectativas comienzan a ser positivas y ya se habla de retirar los estímulos del BCE.
Termino con dos breves citas. La primera es del presidente del BCE, Mario Draghi: “Ha llegado el momento de aumentar los salarios, que llevan años creciendo por debajo de la productividad” (26.9.2016). La segunda reza en el proyecto de Pilar Europeo de Derechos Sociales (8.3.2016): “Todo empleo debe ser honestamente remunerado, posibilitando un estándar de vida decente”.