Sestao - La Naval vuelve a vivir otra escena más propia de una película de Berlanga. En la noche del pasado miércoles, los vigilantes de seguridad del astillero vieron cómo media docena de personas, que luego dijeron ser empleados del armador Tideway, se subían a uno de los barcos en construcción, encargado por esta empresa holandesa, y trataban de llevárselo ría abajo. Sin ningún permiso y en una embarcación aun sin pagar a la que le faltan meses de trabajo y que no puede navegar de forma autónoma, la Ertzaintza impidió que abandonaran la dársena antes de que llegaran dos remolcadores que el armador tenía preparados en Santurtzi. Todo un esperpento que, más allá de la curiosa anécdota, refleja la poca confianza que tienen algunos clientes en que La Naval pueda superar la delicada situación que atraviesa.
El episodio eclipsó una jornada que estaba marcada por la convocatoria de una manifestación en defensa del astillero, en la que en torno a dos millares de personas, incluidos alcaldes de las localidades de Ezkerraldea, recorrieron la comarca para reivindicar el futuro de una empresa histórica. En las puertas del astillero y minutos antes de que comenzara la marcha, el intento de robo del Living Stone estaba en boca de todos.
El propio comité envió una nota denunciando que la maniobra de Tideway, del grupo Deme, es “un hecho gravísimo” que ha puesto “en serio peligro” la seguridad y salud de los trabajadores del astillero, “así como el tráfico marino de la ría”.
Lo cierto es que la operación orquestada por el armador Tideway, además de rocambolesca, encerraba un gran peligro. El Living Stone, de 161 metros de eslora, no puede aun navegar por sí mismo y en el momento en el que los holandeses fueron interceptados por la Ertzaintza, a falta de tan solo un cable de unión con el muelle por cortar, los dos remolcadores que habían traído de Bélgica no estaban presentes en Sestao, según fuentes de la plantilla.
Es decir, de haber cortado ese último cable, el Living Stone hubiera flotado ría abajo sin un rumbo concreto hasta la llegada de estos dos remolcadores, que por otro lado tampoco contaban con permiso para remontar el Nervión, con el consiguiente riesgo para otros barcos y para las personas que estaban a bordo. Finalmente, estos seis marineros fueron obligados por la Ertzaintza a bajar del cablero, mientras que el representante del armador que seguía la operación desde el muelle ha sido puesto a disposición de la autoridad judicial.
Desde la Autoridad Portuaria, que mostró su sorpresa por lo ocurrido, se confirmó que dos remolcadores con bandera belga pidieron permiso para atracar en Zierbena en la tarde del miércoles, pero sin informar de sus intenciones. La dirección de La Naval ha interpuesto una denuncia contra el grupo Deme, algo que tiene previsto hacer también el comité.
negociación frustrada La intentona de llevarse el barco se produjo después de que armador y astillero no alcanzaran un acuerdo sobre los plazos y los pagos para terminar el barco. La firma holandesa exigía sacar el barco de Sestao para completar su construcción en otro sitio ante el temor a que el astillero vizcaíno vaya a la quiebra, lo que finalmente decidió intentar hacer sin contar con el visto bueno de la otra parte.
Lo ocurrido, además de las consecuencias que pueda tener para el armador holandés, al que se ha negado el acceso a las instalaciones de Sestao, añade más tensión a la difícil situación que viven los trabajadores de una empresa a las puertas del concurso. “Demuestra una falta de educación y de moral tremenda. Igual se piensan que estamos en el tercer mundo”, criticaba ayer el secretario del comité, Juanjo Llordén, desde la cabecera de la manifestación. “No se puede venir por la noche de forma temeraria y poner en peligro la salud de tanta gente”, lamentaba Llordén.
“Una situación kafkiana”, comentaba Josu Bergara, alcalde de Sestao, en el inicio de la marcha. “En un proceso en el que los gestores del astillero están intentando cerrar acuerdos con el armador, que este intente llevarse el barco es ridículo. Vamos a tranquilizarnos todos y a ver si las cosas vuelven a su cauce”, deseó.
Ni comité ni dirección quisieron aventurar qué pasará con el Living Stone, aunque desde la plantilla se indicó a este periódico que por ahora no se va a trabajar en el buque al menos hasta reparar los daños causados por el intento de escapada. En mitad de la noche, los empleados del armador holandés cortaron todas las tomas que el barco tiene a muelle, incluido gas y luz. Hoy hay convocada una reunión con las empresas subcontratadas para el barco para abordar la continuidad de los trabajos.
Por otro lado, la Diputación de Bizkaia dio a conocer que está trabajando junto a otras instituciones para hacer una radiografía de las empresas contratistas y proveedoras de La Naval para “darles acompañamiento y un programa específico de apoyo”, explicó el diputado foral de Desarrollo Económico, Imanol Pradales.