BILBAO - Segunda revisión al alza de las previsiones económicas vascas transcurridos apenas cinco meses y medio de 2017. El Producto Interior Bruto de Euskadi crecerá un 2,7% este año tras un arranque de curso mejor de lo que se intuía. El consumo interno está siendo el principal motor y las exportaciones, que avanzan a ritmo de récord histórico, añaden intensidad al movimiento. En el plano sectorial, los servicios viajan en el vagón de cabeza, pero la industria está muy cerca y la construcción ha consolidado su recuperación.

Tras la tormenta perfecta de la crisis vino un periodo de calma y ahora llega el momento en el que la economía entra en un círculo virtuoso en el que todas las variables confluyen para impulsar el país. Según los últimos cálculos del Gobierno Vasco, el PIB crecerá por encima del 2% hasta 2020 y este año rozará el 3%, un nivel que incluso se podría alcanzar si la economía sigue por la senda actual.

Esa evolución más positiva de lo previsto tendrá impacto en el mercado laboral y adelantará un año el objetivo de Lakua de situar la tasa de paro en el 10% a final de la legislatura. En estos momentos se estima que el actual ciclo político se cerrará con una tasa del 9,1%, unos 93.500 parados. Y el empleo crecerá a un ritmo medio del 1,5% hasta 2020, lo que permitirá superar los 965.000 trabajadores.

El horizonte parece despejado y se percibe que el próximo año podrá iniciarse el camino de reducción de deuda pública del Ejecutivo. Un momento clave porque a partir de entonces habrá más margen presupuestario en ejercicios posteriores. De este modo, como avanzó hace unas semanas el consejero de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, en unas jornadas sobre el Concierto organizadas por el Grupo Noticias, las Cuentas Públicas de 2019 tendrán un perfil más inversor.

Cambia el ciclo también de cara al gasto público y llega el momento de situar en un primer plano las actuaciones que contribuyen a la “construcción del futuro”. En esa línea, el Gobierno ha definido “quince objetivos estratégicos de país” y aprobó ayer las directrices presupuestarias de 2018. Son retos que se centran en aspectos tan variados como la reducción del paro juvenil, el impulso de la innovación, la reducción de la tasa de pobreza o la disolución de ETA, entre otros.

El consejo de Gobierno dio luz verde a la nueva hoja de ruta presupuestaria tras elevar dos décimas la previsión de crecimiento de la economía. La estimación inicial era del 2,3% y ha dado dos saltos en marzo y junio hasta el 2,7% actual.

Hay por tanto casi medio punto entre la nueva referencia y el porcentaje con el que se diseñaron los Presupuestos de este año. Sobre el papel eso supondrá una mayor holgura en la gestión del gasto y en el mejor de los casos podría permitir al Ejecutivo de Iñigo Urkullu acabar el ejercicio sin agotar todo el margen de endeudamiento. La recaudación fiscal también marcha un paso por delante del objetivo y apuntala esa posibilidad.

Habrá que esperar todavía unos meses -la campaña del Impuesto de Sociedades se cierra en julio- para medir el efecto presupuestario de la aceleración del PIB y si permite alguna alegría en las Cuentas del año que viene. En la rueda de prensa posterior al consejo de Gobierno, Azpiazu reconoció que sería “lógico” que la revisión tuviera un impacto “positivo” en las cuentas de 2018. Sin embargo, explicó que todavía es pronto y que no habrá novedades hasta que las diputaciones y el Ejecutivo se reúnan en octubre para introducir los datos de recaudación en la calculadora del Consejo Vasco de Finanzas.

A estas alturas del año, el consejero solo pudo precisar que el Presupuesto de 2018 crecerá como mínimo un 1,2%, el mismo porcentaje que el actual. No es posible “aventurar” más allá de esa cifra.

Además, cualquier variación tendrá que ser “coherente” con el compromiso de alcanzar equilibrio presupuestario en 2019 y de reducir la deuda al 13,8% del PIB ese año. Unas líneas rojas que seguirán siendo un freno para el gasto.