PARÍS. Estas son algunas de las conclusiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que en su informe semestral de perspectivas publicado hoy prevé un crecimiento global del 3,5 % este año, dos décimas más de lo augurado en noviembre, y del 3,6 % el próximo (como hace seis meses).

Dentro de los países miembros, EEUU debería acelerar su ritmo de progresión -tras un primer trimestre decepcionante- para terminar 2017 con un 2,1 % (dos décimas menos de lo estimado hace seis meses) y con un 2,4 % en 2018 (seis décimas menos).

En paralelo, los autores del informe revisan ligeramente al alza las expectativas para la zona euro, que en cualquier caso continuará con un alza de su Producto Interior Bruto (PIB) inferior al estadounidense: del 1,8 % tanto este ejercicio como el que viene.

España aparece como uno de los alumnos aventajados de la moneda única en términos de crecimiento, ya que tras un alza del PIB del 3,2 % en 2016, la OCDE calcula que será del 2,8 % en 2017 (cinco décimas más de lo anticipado en noviembre) y un 2,4 % en 2018 (dos más).

Fuera de la eurozona, la OCDE confirma que el Reino Unido vivirá una ralentización económica a la que no son ajenas las implicaciones del "brexit". Su principal efecto es una disminución pronunciada de las inversiones de las empresas por las incertidumbres sobre la futura relación entre el país y la Unión Europea.

El PIB británico, según este escenario, pasará de subir un 1,8 % en 2016 al 1,6 % en 2017 y al 1 % en 2018.

Fuera de la OCDE, el estudio calcula que la economía china prácticamente mantendrá su ritmo de crecimiento gracias a una política fiscal expansionista que se concreta en fuertes inversiones en infraestructuras y en vivienda.

Después del aumento del PIB del 6,7 % en 2016, se espera un 6,6 % en 2017 (dos décimas más que lo previsto en noviembre) y un 6,4 % en 2018 (tres décimas más).

La OCDE avisa de la fragilidad de la recuperación económica actual, a la vista de que el ritmo de crecimiento per cápita en la organización sigue siendo medio punto porcentual inferior al constatado en las dos décadas que precedieron al estallido de la crisis financiera a partir de 2007.

Es verdad que el empleo está experimentando un crecimiento que ha permitido elevar las tasas de participación de la fuerza laboral a niveles superiores a las que había en la década que precedió al estallido de la crisis (EEUU constituye una notable excepción).

Pero la calidad del trabajo es más precario y hay una divergencia entre la productividad y los salarios reales, con una amplia brecha entre las compañías globalizadas y muy productivas y el resto.

El secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, señaló que la globalización ha aportado en las últimas décadas múltiples beneficios, en particular porque "ha sacado a millones de personas de la pobreza" en los países emergentes, pero en clases medias y populares del mundo desarrollado hay un creciente rechazo por la idea de que esos beneficios "se han concentrado en unos pocos".

Gurría, que reconoció el aumento de la fractura social -el 1 % de los más privilegiados acumulan un 18 % de la riqueza-, señaló que la tendencia a una menor progresividad de los impuestos, que se concentran en gravar el trabajo, es uno de los mecanismos que han podido contribuir a ese sentimiento de exclusión.

En este contexto, insistió en que la respuesta no puede ser el proteccionismo, sino reformas dentro de cada país y una acción coordinada a nivel internacional para garantizar una competencia justa en el comercio y en las transacciones transfronterizas o una mayor lucha contra la evasión fiscal y contra la corrupción.