El resumen socio-económico de la pasada semana queda circunscrito a dos ciudades europeas: Londres y Bruselas, donde el diputado general de Bizkaia y el lehendakari han estado respectivamente al frente de otras tantas delegaciones institucionales con la mirada puesta en el futuro del País Vasco. Es decir, mostrando en la capital del Reino Unido y en la capital de la Unión Europea las potencialidades de la economía vasca. Se da la circunstancia que ambas metrópolis configuran el eje europeo de los próximos meses al estar llamadas a ser los principales escenarios (con permiso de Berlín y París) del tablero de ajedrez donde se negociará la salida británica de la UE.
En el contexto europeo, es obligado destacar la crisis institucional por la que atraviesa la UE, cuyos dirigentes han hecho público, coincidiendo con el Día de Europa (9 de mayo), una propuesta en la que señalan que “ha llegado el momento de hacer de la UE una potencia política, democrática, industrial, cultural, ecológica y social, capaz de defender los intereses y los valores de los ciudadanos. Tenemos el deber colectivo de actuar y asumir esa responsabilidad”. Y, para alcanzar estos objetivos, “proponemos un nuevo proceso participativo para decidir los proyectos políticos de la Unión”.
En consecuencia, cabe deducir que ambos viajes han sido adecuados tanto en la forma como en el fondo, porque Unai Rementeria e Iñigo Urkullu (señalados en orden a su puesta en escena) pretenden hacer más visible la imagen vasca en el exterior y acercar las oportunidades europeas al tejido empresarial vasco con la finalidad de seguir creciendo, creando empleo, riqueza y, en definitiva, mejorando la vida de los ciudadanos.
No cabe duda que hubo tiempos mejores, tanto para la economía como para la lírica, entendida esta última como esos objetivos e ideales que forman parte del ADN vasca. Por ello, antes de entrar en detalles, vale la pena recordar que no hace mucho tiempo, el cierre de empresas y la destrucción de empleo coexistían en el mismo plano informativo que el drama terrorista. Señalo esta doble y cruel convivencia para poner en valor la importancia que tiene el poder recuperar el otrora prestigio industrial vasco que se ha visto deteriorado por la extorsión y las pistolas.
El tiempo es juez inexorable respecto a lo que se hace bien, regular o mal. De momento, tenemos que quedarnos con la declaración de intenciones y, en ese sentido, Rementería es claro: “Estamos bien, pero queremos mejorar. Necesitamos una palanca que facilite el crecimiento. Una nueva política fiscal puede ser esa palanca, siempre que se haga con rigor en la gestión y visión común. Una política fiscal para el crecimiento y el progreso inclusivo”.
Esta alternativa, auspiciada por el principio de subsidiariedad, puede convertirse en un incentivo más para la política económica del lehendakari que, como es bien conocido, pretende poner por debajo el 10% la tasa de desempleo.