Mientras una Comisión del Parlamento Europeo somete a los candidatos propuestos a comisarios del futuro gobierno de la Unión Europea al democrático control de idoneidad, el nuevo presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, no exento, a su vez, de contestación, inicia su mandato de la mano de su declaración de Política General: “Mi agenda para el empleo, el crecimiento y el cambio democrático en la justicia social”.

Si el examen de estos días parecería enredarnos en la fortaleza de una buena práctica para la optimización de candidatos a gobernarnos, la realidad es que el sistema de pactos por el consenso instalado como “regla de oro” del funcionamiento europeo, nos llevará al resultado final de la aceptación de las propuestas de los partidos gobernantes en cada uno de los Estados Miembro con el beneplácito real de su correspondiente oposición “nacional”. Desgraciadamente, un buen ejercicio de idoneidad queda desvirtuado en origen y Juncker gobernará con un equipo designado en el exterior que ha de asumir como suyo al margen de su voluntad y adecuación individual a “su agenda”.

Con esta hipoteca de partida, el presidente Juncker ha hecho un notable intento por superar las dificultades y tratar de ordenar las agendas individuales, dirigiéndolas hacia un programa común en torno a su propia agenda personal ya declarada y la reorganización del gabinete con la creación de vicepresidencias, coordinadas bajo un tímido esfuerzo de clusterizar áreas interrelacionadas en la terminología de la propuesta de Guy Verhofstadt en su programa electoral.

Así, a la espera de conocer su equipo (pudiera producirse alguna renuncia previa como Arias Cañete o Pierre Moscovi), Juncker ha marcado su agenda y ha remitido una circular individual a cada uno de los comisarios para “darles instrucciones y fijar los aspectos clave que cada uno de ellos ha de cumplir”, utilizando el ya viejo método que el primer ministro francés, Rocard, incorporara en los años 80 a la gobernabilidad. La entonces Circular Rocard establecía objetivos generales y particulares y marcaba el campo y reglas de juego a cada uno de sus ministros, secretarios de Estado y responsables de agencias públicas. Pretendía, como lo hace hoy Juncker, evitar un gobierno de silos, una sucesión de planes y programas departamentales y, en cambio, disponer de un plan de obierno.

Hoy, con este esquema de trabajo, el presidente Juncker reconoce el mal momento por el que pasa Europa y su lejanía de la afección ciudadana, la “injusticia social” de las políticas de estos años de crisis y la prioridad de su mandato en “el estímulo y fortalecimiento de la competitividad y creación de empleo”, comprometiendo la presentación, antes de 3 meses, de un paquete integral de programa y medidas que, si bien en el contexto de la Visión Europa 2020, reconduzca objetivos y programas. Adelanta que su Europa será “mayor y más ambiciosa en los grandes temas en los que habrá de concentrarse” y “modesta y menor en pequeños asuntos”. Bajo este reclamo, pide a su equipo (en especial a su vicepresidente “para la Regulación”) revisar, reinventar y ordenar los mecanismos de ayudas, financiación y apoyo, en especial, a la PYME así como utilizar de una manera eficaz el BEI para movilizar, de inmediato, 300 billones de euros hacia las nuevas inversiones en los próximos 3 años. Las inversiones han de focalizarse en infraestructuras de transporte y energía, centros manufactureros, digitalización y banda ancha, con especial interacción con el renovado programa y fondo de “garantía juvenil” al servicio de los nuevos empleos. Recuerda que al servicio de estas líneas de inversión, habrán de optimizarse las iniciativas conjuntas de educación, investigación e innovación. Además, Juncker señala áreas vectoras de esa apuesta inversora: hacer de Europa el número uno en energía renovable, llevar la industria europea hacia un peso único del 20% del PIB con especial incidencia en los clusters de automoción, aeronáutica, ingeniería aeroespacial, química y farmacéutica de la mano de las “fábricas sofisticadas” y, finalmente, “resolver de una vez por todas el desajuste de la banca y su comportamiento”.

Más allá de estas propuestas (dejemos para otro momento sus recomendaciones en materia de migración, acuerdos con Estados Unidos o el “parón por el próximo lustro de ampliaciones a nuevos países candidatos”?) parecería de interés considerarlas como una hoja de ruta que pueda llevarnos a preguntarnos qué tan alineados estamos con ellos en casa, si esas políticas “mayores para grandes cosas” lo son o no, y si nosotros podemos o no aprender y aplicarnos “el cuento”. Pero, a la vez, hemos de observar si el intento Juncker es suficiente y sus “mandatos epistolares” pueden surtir efecto. Por ejemplo, si tomamos en consideración una de las 26 cartas particulares remitidas y repasamos los puntos clave de “la misión que encarga” a la nueva Comisaria para la PYME (en realidad Comisaria para el Mercado Interior, Industria, Emprendimiento y PYMES), El?bieta Bienkowska, vemos que le pide “contribuir en los proyectos que han de coordinar el VP para empleo, crecimiento, inversión y competitividad; el VP para el diálogo social; el VP del mercado único digital y el VP para la unión energética”, focalizándose en la redefinición de un heredado e incompleto mercado interior, facilitar el acceso a la financiación de las empresas y proyectos dirigidos a desarrollar nuevas fuentes de empleo, promover las aplicaciones de las KET (Tecnologías facilitadoras), promover una mejor regulación de determinados sectores (telecomunicaciones y energía) y favorecer una nueva política de compras públicas (en especial en Defensa) al servicio de la empresa. Eso sí, también le indica que se procederá a una nueva estructura en su departamento fusionando las direcciones generales de Mercado Interior y Energía y, por supuesto, la acompaña de un amplio anexo con los recursos con que ha de contar (cargos responsables incluidos). Este es el modelo europeo. No es de extrañar la selva burocrática en la que debemos entendernos una vez nos adentramos en la distante Bruselas.

Que duda cabe que en Europa, hoy, más allá del reto o no a un determinado comisario, el gobierno de la Unión Europea, sigue un rumbo que, sin duda, marcará de forma relevante nuestras políticas públicas y consecuente futuro. Pero, a juzgar por su propia gobernanza, cabe pensar que durante los próximos 3 años de mandato y agenda, más vale que desde los pequeños miembros de este sueño inconcluso, nos esforcemos en definir y aplicar una estrategia propia. Bienvenidas las buenas intenciones y la estrategia global tras la visión rectora de los planes y programas de ayudas públicas pero, por encima de todo, no olvidemos definir nuestro propio camino y nuestra mejor gobernanza. Eso sí, agradezcamos a Juncker su intento en liderar un gobierno y no en representar a 27 gobiernos o gobernantes distintos inspirados en sus propias buenas intenciones.El autor es presidente de EnovatingLab