Pues, qué quieren que les diga, apremiados por eventos tan importantes y decisivos como son la sucesión borbónica, el mundial de Brasil o la obligada operación bikini ante la inminente llegada del verano, bien se puede decir que la sociedad española ha quedado aislada mediáticamente de propuestas tan insignificantes como esa reforma fiscal en ciernes, cuyo repertorio de cambios más significativos (IRPF e IVA) están siendo dosificados ante la opinión pública por el calendario electoralista de Rajoy que sigue fielmente la estrategia de llegar a la cita prevista para finales de 2015 revestido con los atributos de la recuperación económica y la rebaja fiscal.

Hay que reconocer que el presidente del Gobierno español no lo tiene fácil para mover las fichas de una reforma fiscal enrevesada y acotada entre el impulso de una promesa electoral incumplida y una deuda pública ascendente que la obstaculiza. Claro que este proyecto, recuerden que tuvo su primer acto el pasado mes de marzo con la presentación del famoso informe de la comisión de expertos dirigidos por Manuel Lagares (125 propuestas de reforma y 270 modificaciones impositivas en 460 páginas), permanece en la carpeta de asuntos pendientes de Rajoy que sigue sin encontrar el momento propicio para hacerlo público.

No conviene hacerse ilusiones. Cuando Mariano y sus chicos aprueben la reforma (ingresos y gastos públicos), no propondrá medidas para luchar contra el fraude o incrementar la financiación del gasto social para ayudar a quienes más lo necesitan tras seis años de crisis y recesión. La reforma sólo busca el mejor posicionamiento electoral, creando un escenario virtual en el que, sin menoscabar los dictados de la troika, una parte de la clase media, que ahora se siente vapuleada fiscalmente, entienda que recupera parte del poder adquisitivo perdido con la subida de impuestos del 2012.

Mucho me temo que, como ha ocurrido con otras decisiones de Rajoy, los detalles de la reforma fiscal sigan a la espera de ese momento electoral propicio. De momento ya ha sufrido un pequeño retraso (se esperaba conocer este pasado viernes). Más aún, no debe extrañarnos si la corrección fiscal se realiza en dos etapas: la primera (posiblemente esta misma semana) sólo abordaría la rebaja de los impuestos sobre la renta y sociedades. La segunda no saldría antes de reunir a los barones autonómicos para acordar una financiación de las comunidades que no lesionen los intereses en las elecciones municipales y autonómicas en la próxima primavera.

Comprenderán que, con tantos cambios en el horizonte de los próximos meses, las dudas sobre su eficacia causen tanto estupor como la derrota de España frente a Holanda que, dicho sea de paso, ha podido trastocar el calendario publicitario de Rajoy, porque, sabido es, el fútbol es uno de los factores del pan y circo que ya inventaron los romanos hace más de 2.000 años. Puede ser un buen amortiguador en caso de triunfo o un gran propulsor del desencanto social cuando llegan resultados tan humillantes.

Quizás por ello, el borrador de reforma fiscal siga alguna semana más en algún cajón del despacho de Rajoy en La Moncloa.