BILBAO - Una de las personas con más y mejor conocimiento del mundo de la fundición es Juan José Leceta, antiguo presidente de la Organización Mundial de Fundición (WFO por sus siglas en inglés) y representante del Instituto de Fundición Tabira

¿Cómo evoluciona la industria vasca de fundición tras la gravísima crisis en el mercado español?

-La fundición vasca este año está mejorando porque, entre otras razones, vende fuera más del 60% de su producción y en algunas empresas incluso el cien por cien. Y pese a que en 2009 se produjo una crisis a nivel de todo occidente, la crisis no ha sido igual para todos. Aunque el mercado español ha caído mucho fuera no ha sido así. Con todo pese a la mejoría volver a los niveles de producción vascos de 2007-2008 no va a ser ni fácil, ni rápido.

¿A nivel mundial el sector de la producción de fundición crece?

-Sí. El mercado mundial en cifras globales sigue al alza con China e India tirando del mismo y de hecho ya se ha superado los 100 millones de toneladas anuales de fundición.

¿Los nuevos materiales como los composites están quitando mercado a los productos de fundición de hierro tradicionales?

-La competencia se ha incrementado con los nuevos materiales. Es una realidad, por ejemplo, que en ciertos automóviles de alta gama ya empiezan a contar con llantas de carbono frente las tradicionales de acero estampado o aluminio. Y en el sector aeronáutico también crecen dichas piezas pero no hay que olvidar que la aparición de aleaciones especiales de hierro, por ejemplo, en automoción le está permitiendo recuperar mercados ante el aluminio.

La industria vasca de fundición estaba preocupada por la competencia de los países de bajos costes laborales.

-La industria vasca ha hecho un esfuerzo importante en tecnología e innovación pero además ha quedado claro que ser competitivo no pasa necesariamente por contar con salarios bajos. Hay otros elementos claves que mejoran la competitividad como la calidad del proceso y del producto, la seguridad en el suministro, el valor añadido, los costes energéticos, además de que en los países emergentes los costes laborales crecen mucho más que en los desarrollados y al final el low cost acaba siendo high cost.