Comenzó la campaña electoral que finalizará el próximo 25 de mayo con la designación de las 751 personas que ocuparán un escaño en el Parlamento Europeo. Las previsiones, medidas en términos de participación, no pueden ser más pesimistas: se espera que más de la mitad de los electores españoles no acudan a las urnas. En otros países, como Gran Bretaña, la abstención puede ser mucho mayor, lo cual pone de manifiesto hasta qué punto la actual Europa se mueve por unos caminos muy alejados de aquellos otros, más reales y en ocasiones dramáticos, por los que caminan, por ejemplo, los 26 millones de ciudadanos europeos que están sin trabajo.

Muchos políticos, aspirantes a tener una butaca en Estrasburgo y Bruselas, ponen estos días sobre la mesa electoral los diamantes falsos de un discurso tan convencional como fingido.

No hablan como europeístas ni tan siquiera como europeos, sino en clave partidista. Bien es cierto que es una actitud que no debe sorprendernos porque la repiten, tenga la dimensión que tenga, en cada cita electoral, mientras otros utilizan la demagogia sin otro objetivo que pescar en río revuelto. Son los activos mayoritarios y negativos que pretenden prolongar sin fecha de caducidad la llamada Europa de los Estados. Pero su aportación sólo contribuye al aumento de los euroescépticos y antieuropeos.

En las últimas legislaturas, sólo unos pocos parlamentarios se han movido en clave europea, como lo hicieron otros políticos que les precedieron, como Arístide Briand, Jean Monnet, Robert Schuman o Altiero Spinelli. La labor de unos y otros fue y es encomiable, presentan iniciativas y participan activamente en los debates parlamentarios, aunque algunos se empeñen en tildarla de ineficaz. No deja de ser hilarante escuchar lo que dicen Arantza Quiroga, Esteban González Pons o Patxi López.

Ya ven, viven la política y las campañas electorales desde las promesas más peregrinas y desde la obsesión respecto a otros partidos. En esta última actitud también coincide el secretario general de los socialistas vascos. López también quiere descalificar al PNV cuando dice que para construir una nueva Europa resulta necesario "ceder soberanía" y "perder competencias", lo que requiere "alejarse de complejos provincianos y de nacionalismos egoístas".

Como bien se puede comprobar, los protagonistas de estos ejemplos son capaces de apuntarse a un bombardeo sin el más mínimo resquicio de vergüenza. Deberían leer el documento Doing Europe (2.5.2012) firmado, entre otros por Jacques Delors y no dedicarse a mentir y falsear la historia más reciente, porque la memoria recuerda cómo esta pasada semana (del 7 al 11 de mayo) se han cumplido 66 años del Congreso de La Haya en el que se dio un impulso a la construcción europea con la participación del Gobierno vasco en el exilio presidido por José Antonio Aguirre (PNV) y con la colaboración de Francisco Javier Landáburu, que reivindicaron la Europa de los Pueblos. Justo lo mismo que ahora exige Izaskun Bilbao, salvando la distancia y diferencias que nos separan desde aquel lejano 1948.

De cualquier forma, estas elecciones son importantes. Entre otras cosas, cito dos: La Eurocámara debe aprobar el presupuesto de la UE (casi 960.000 millones de euros) y efectuar un control democrático de otras instituciones, sobre todo de la Comisión Europea. Por otro lado, tras el Tratado de Lisboa también puede elegir al presidente de la Comisión Europea y del voto de los europeos dependerá el nombre del sucesor de Jose Barroso.