El calendario de Brasil tiene dos fechas señaladas en rojo: 12 de junio de 2014 con la puesta en marcha del Campeonato del Mundo de fútbol y el 5 de agosto de 2016, inicio de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. La magnitud de dichos eventos y las cifras que mueven darían un impulso notable para la economía brasileña y confirmarían el importante paso adelante dado adelante por el gran país latinoamericano desde la llegada al poder del Partido de los Trabajadores, con el carismático Lula da Silva, al frente. En una década 40 millones de brasileños han dejado las filas de la pobreza, un éxito sin duda, en un país de 200 millones de habitantes.
Pero lo que era un sueño para los brasileños, -cerrar con los Juegos Olímpicos un ciclo de salto adelante que configurará a Brasil como uno de las grandes potencias económicas mundiales-, puede finalizar como una pesadilla o al menos en la misma línea que España en 1992 que tras celebrar, con éxito, los Juegos Olímpicos de Barcelona y, en menor media, la Exposición Universal de Sevilla, entró en 1993 con la recesión económica más importante hasta la actual.
Los economistas y algunas grandes empresas empieza a desconfiar de la evolución futura de la economía brasileña en los dos próximos años en la que ven muchos de los defectos y vicios que han llevado a España a la crisis actual, salvando todas las distancias. Y al menos las estadísticas sí demuestran que la actividad económica brasileña se han ralentizado de manera notable hasta el punto que el FMI ha rebajado en nada menos que medio punto, del 2,3% al 1,8% sus previsiones de crecimiento del PIB del país presidido por Dilma Rouseff.
La economía brasileña ha pasado de crecer a tasas del 7,5% en 2010 a 2,7% en 2011, y en 2012, cuando la expectativa del gobierno era de una expansión de 4,5%, apenas alcanzó el 1%. En el pasado ejercicio, la séptima economía mundial, registró un crecimiento claramente inferior al de sus pares entre las notables economías emergentes, -o incluso sus vecinos latinoamericanos- al situarse en el 2,3%, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) y para este 2014 las proyecciones son de que solo Rusia crezca menos. Para el país que encabeza el acrónimo BRIC, acuñado hace una década por el economista jefe de Goldman Sachs, Jim O'Neill, para hablar del grupo de nuevas potencias llamadas a ser las estrellas de la economía mundial en los siguientes ejercicios: Brasil, Rusia, India y China (a los que luego se sumó a Sudáfrica, convirtiendo a los BRIC en BRICS), el dato no es bueno.
Días pasados la agencia Standard & Poor's (S&P) rebajó la nota de crédito de la deuda de Brasil de BBB a BBB- y pidió al país que se debería comprometer con reformas fiscales y de las pensiones y prestaciones sociales para alcanzar niveles más altos de crecimiento y de inversión. "Es sorprendente lo pronto que la gente se jubila aquí", afirman. Con todo, el FMI considera que Brasil crecerá entre 2014 y 2019 un 21% acumulado, cifra que España ni puede soñar, pero para las empresas vascas y españolas que han realizado cuantiosas inversiones en el país sudamericano en los últimos años puede no ser suficiente. Empresas como Iberdrola, CAF, CIE Automotive o Sener han apostado por la economía brasileña pero ahora se muestran más cautas sobre la evolución futura. De hecho, el fabricante vasco de componentes de automoción ha decidido excluir a su filial brasileña Autometal de la bolsa de Brasil .
¿Qué se teme en el mundo empresarial de la economía brasileña?. El Banco Mundial destaca entre los interrogantes que despierta Brasil su relativamente escaso crecimiento entre 2014-2015, no más del 4,5% acumulado en el mejor de los casos, la previsión de un aumento de la cifra de desempleados superior al 5% en los dos próximos años y sus constantes financieras. El 25% de la deuda de sus empresas está contraída con prestamistas extranjeros y el FMI calcula que, con una subida repentina de los tipos de interés y una caída de los beneficios, el 50% de todo ese pasivo estaría en riesgo. Y se trata de la primera economía de América Latina.
deuda creciente Durante 2002-2008 la economía de Brasil explotó positivamente gracias, entre otros aspectos, a un proceso de privatización nunca visto. La prima de riesgo de la deuda pública se redujo, entre otras cosas por una demanda brutal de inversores extranjeros. Mucha gente se hizo rica y el grifo de crédito se abrió hasta niveles desconocidos. Se creó mucho empleo y los sueldos crecieron por encima de la productividad, motivado por el aumento de las exportaciones y las ventas internas.
Ahora, con una dependencia del dinero extranjero notable, dinero que como viene se va como se ha visto en España-, financiándose a tipos de interés del 13%, -frente al 8% de países similares-, con salarios altos en relación a la productividad, inflación y la clásica corrupción, Brasil tiene otro nuevo reto por delante que es recuperar la plena confianza internacional y abrir su economía, que sigue siendo muy proteccionista, para evitar un parón del crecimiento, algo que ya se refleja en la venta de coches: cayeron un 15% en marzo.
PIB. La economía brasileña creció el 2,3% el pasado año. En 2010 creció el 7,5%. El FMI ha rebajado sus previsiones de crecimiento hasta el 1,8% este año.
Deuda. La deuda pública de Brasil ascendía a cierre de 2013 a 1.120.195 millones de euros, el 66.34% del PIB. Diez años antes, en 2003, el adeudo era de 364.427 millones de euros.
Déficit. El déficit de Brasil ascendió al 3,28% del PIB al cierre de 2013, el mayor en cuatro años.
Inflación. El pasado año llegó al 6% y ahora está cerca del 8% y ha subido los tipos de interés.