Hoy, en pleno siglo XXI, se puede decir que el capitalismo está consiguiendo superar los obstáculos que impedían alcanzar la perfección de un sistema que oculta 23 billones de euros en paraísos fiscales, mientras que los gobernantes de los países más poderosos aseguran que trabajan para erradicar la barbarie del terrorismo y la inestabilidad económica en el mundo, pero son sumisos a los dictados del poder financiero que no tiene inconveniente alguno en sembrar la necesidad y el desequilibrio social, cuando no la esclavitud. Ya lo dijo George Orwell hace más de 60 años: "Lo característico de la vida actual no son la inseguridad y la crueldad sino el desasosiego y la pobreza".
El ejemplo más elocuente del capitalismo perfecto lo encontramos en China y los innumerables casos de corrupción conocidos esta semana, que han contado con el asesoramiento de la banca alemana para crear empresas en paraísos fiscales, mientras que en Europa, aconseja austeridad a los países endeudados y hace causa común con su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, primero para marcar las líneas maestras de la necesaria unión bancaria europea y después para presionar a la UE e impedir que el Parlamento Europeo ejerza su capacidad de veto a la propuesta de mecanismo único de resolución bancaria aprobado a finales de diciembre por el Ecofin.
Unos y otros (chinos y alemanes) aprovechan el principio básico de la democracia para hacer negocios de dudosa moralidad. Esta semana hemos sabido que 13 miembros de la denominada nobleza roja china, es decir, parientes de los dirigentes de la cúpula comunista en activo, jubilados o fallecidos, ocultan bienes y empresas en paraísos fiscales. Hasta aquí nada nuevo en un escenario donde proliferan las escaramuzas de la ingeniería financiera de las grandes fortunas y empresas mundiales para evitar que la fiscalidad recorte sus beneficios.
Tampoco es una novedad en China. En mayo del año pasado se supo que una nieta del fundador de la República Popular China, Mao Zedong, figuraba entre las personas más acaudaladas del mundo, según la revista Nueva Fortuna. Se trata de Kong Dongmei, cuya fortuna se estima en 5.000 millones de yuanes (605 millones de euros) después de que en 2001 abriera una librería en Pekín con publicaciones sobre su abuelo.
Poco queda hoy de la herencia ideológica y las teorías del fundador de la República Popular China (1949), Mao Zendong, considerado como el Gran Timonel. Su sucesor, Deng Xiaoping, desmontó la herencia maoísta e implantó la economía de mercado socialista, basada en el llamado socialismo con características chinas, exhortando a sus compatriotas a trabajar por el progreso chino con la famosa frase "hacerse rico es glorioso", que ha sido seguido al pie de la letra por un reducido grupo de privilegiados, mientras el resto del país más poblado de la Tierra (1.360 millones de habitantes) permanece sumido en la miseria.
Para hacer posible esta escalada de enriquecimiento y corrupción, la nobleza roja china ha contado con la ayuda de bancos, como Deutsche Bank, Credit Suisse o USB, que aparecen en los datos de Chinaleaks como asesoras de un gran número de chinos para crear empresas en paraísos fiscales. Por ejemplo, el banco alemán, desde sus sucursales de Singapur y Hong Kong, ha fundado un buen número de empresas de este tipo con nombres tan elocuentes como Double Fortune Group Limited, es decir, Grupo de Duplicación de Fortunas.
Para reforzar esta relación, los bancos occidentales practican lo que los chinos llaman guanxi (relaciones) porque si no hay una red de contactos nada funciona en el gigante asiático. Y, es aquí, cuando entra en juego la nobleza roja o, más concretamente, sus descendientes que, cierto es, tienen una buena formación tras estudiar en Estados Unidos o en Europa, pero su contratación se debe a que pueden abrir puertas que, de otra forma, permanecen cerradas para los occidentales.
Es la expresión más nítida del capitalismo perfecto. Un reducido grupo de corruptos avariciosos que aumentan exponencialmente sus fortunas mediante el trabajo de personas que viven esclavizadas por un mísero salario.
Esto es China, pero su escenario parece estar llegando al sur de Europa, donde las altas tasas de desempleo, del 26% en España, crean un grupo social que aceptará cualquier salario con tal de no morir de hambre, mientras esa élite sigue con sus corruptelas, sabedora que la norma no escrita de honor entre los ladrones garantiza su inmunidad ante la justicia.
Es el capitalismo perfecto que da la razón a Orwell.