Indiferencia o incapacidad, he aquí el dilema al que enfrentarse a la hora de calificar el resumen que hizo Rajoy del ejercicio 2013, al que le restan menos de 48 horas para cerrar el curso. Claro que, bien mirado, ¿por qué optar entre una u otra opción? Después de todo, el presidente del Gobierno español hizo todo un alarde de indiferencia ante la miseria que padecen millones de personas y de incapacidad para resolver los graves problemas que provocan la indigencia y la desigualdad social. Se refugió en algún dato macroeconómico, como la evolución de PIB, para mostrar una imagen triunfalista, como si todo hubiera terminado, cuando Eurostat señalaba un mes antes que España era el segundo país que más empleo ha destruido este año en la Unión Europea.

Pero, si quiere hablar de macroeconomía, habrá que recordarle que la marcha del déficit público no permite aventurar que se cumplirán los objetivos marcados por la troika, mientras que la deuda del Estado está muy cercana al 100% del PIB. Y tan preocupantes como estos dos últimos datos es la caída del crédito nominal en estos últimos doce meses, al tiempo que familias y pymes se están financiando a tipos de interés máximos desde que estalló la crisis, lo cual resta competitividad a las empresas, que se compensa con una profunda devaluación salarial. ¿Cómo se puede asegurar la recuperación en 2014 si el presente curso termina con tantas asignaturas pendientes?

Ni tan siquiera adquiere credibilidad la promesa de que a finales del próximo año "habrá menos parados y más afiliados a la Seguridad Social", sin concretar cifras o calidad de empleo. La intervención de Rajoy estuvo más cercana a la altanería que a la más mínima cortesía hacia la prensa y hacia la propia sociedad. Se nota que entramos en un año electoral.

Esperemos que el lehendakari tenga, mañana martes, otra forma de ver, sentir y transmitir su mensaje de fin de año. Cierto es que la situación económica vasca en sensiblemente menos mala que la española, pero no estamos para tirar cohetes y 2014 seguirá siendo un año de penalidades, esfuerzos y sacrificios. Aunque las expectativas sean esperanzadoras queda mucho trabajo por hacer para consolidar la senda de la recuperación económica y de la creación de empleo.

En este escenario, me permito recomendar que tomemos en serio las declaraciones del profesor Michael Porter (Harvard Business School) en la presentación del Índice de Progreso Social (IPS): "Hemos entendido que haber separado los negocios y la competencia en los negocios, del progreso social y los problemas sociales, en realidad fue un gran error. Algunas de las mayores oportunidades están en abordar los problemas y retos sociales utilizando el modelo de negocios". El IPS es una iniciativa de la Fundación Avina, la Fundación Skoll, la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts, con el apoyo de Cisco y Deloitte. Su objetivo es proporcionar información estadística desglosada sobre el bienestar humano para que gobiernos, organismos internacionales de desarrollo, organizaciones filantrópicas y sociales, así como el mundo académico puedan concentrar sus inversiones en las áreas que más contribuyen a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Uno de los aspectos más significativos del IPS reside en el abandono de parámetros tradicionales que miden el desarrollo económico, como el PIB, déficit, deuda, inflación, etc., porque, en opinión de Porter, "en la construcción de este Índice, nos centramos en los resultados reales del sistema de salud o del sistema educativo, y no en los insumos, no en lo que se gasta. Lo que los datos muestran es que en realidad hay una enorme brecha entre lo que se gasta y lo que logramos".

Siguiendo esta línea de trabajo, los indicadores agregados que forman el Índice están agrupados en tres dimensiones: En primer lugar está la capacidad de un país para cubrir las "necesidades humanas básicas" (nutrición, salud básica, agua, aire, vivienda y seguridad). En segundo término, se valoran los "aspectos básicos del bienestar" (acceso a la educación básica, el acceso a la información y la comunicación, la salud y el bienestar, la sostenibilidad de los ecosistemas). Por último, el IPS recoge las "oportunidades" de un país (derechos individuales, el acceso a la educación superior, la libertad personal y la elección, la equidad y la inclusión).

En total, el IPS registra 52 indicadores que ponen de manifiesto la capacidad de los países (en consecuencia, de sus gobiernos) para elevar la calidad del desarrollo humano, sus prioridades y guiar las decisiones de inversión social. Sería más que interesante que los responsables políticos y los servicios estadísticos hicieran suya esta forma de medir el progreso social.