UnA primera fotografía (y mensajes de presentación pública) del proyecto de presupuesto 2014 del Gobierno Vasco, refleja unas "Cuentas sociales" con la persona como destinatario objetivo y prioritario del esfuerzo de asignación de recursos públicos. Educación y Sanidad en primer lugar, Prestaciones Sociales y Vivienda en segundo puesto en términos cuantitativos y, a partir de allí, diversas interpretaciones respecto del rol central de la persona y el carácter social del gasto en materias como seguridad, desarrollo económico, infraestructuras, y, por supuesto, prestaciones por desempleo configuran los principales capítulos de gasto estimado.
Esta fotografía no distaría mucho de la observable en la inmensa mayoría de los presupuestos de nuestro entorno, en el marco de una Unión Europea fruto, entre otros casos, de un modelo evolutivo de la llamada economía social de mercado felizmente implantada a partir de la post guerra y los primeros equipos democristianos europeos así como la progresiva síntesis con la social-democracia y el generalizado rol de los gobiernos y el sector público dominante. Todo un modelo causa del desarrollo y bienestar de las últimas décadas.
Sin embargo, no todas las fotografías son iguales pese a compartir etiquetas. Ni todo el gasto social es igual, ni los sistemas sanitarios, educativos y de bienestar responden a iguales prestaciones, similares políticas, eficiencia de gestión, optimización de recursos ni prioridad real sobre las personas. Profundizar en cada uno de estos planes, programas, sistemas y presupuestos supone un requisito indispensable para realizar una adecuada valoración y comprender si se trata de un "presupuesto social" por simple agregación inevitable de partidas de gasto (nómina de funcionarios y su gasto corriente asociado, infraestructuras heredadas e inamovibles, proyección histórica de las prestaciones legales, mantenimiento de la gestión implicada?) o de una auténtica apuesta estratégica, eficaz-eficiente y coherente con un estado de bienestar competitivo y sostenible.
Distinguir, en definitiva, si se trata de una decisión firme al servicio de las personas o de una mera extensión del "gasto comprometido" cuyo resultado aritmético suma el 70% de los recursos públicos disponibles. Este es el verdadero reto presupuestario. Tras su composición se puede visualizar la existencia o no de una verdadera estrategia, las aspiraciones reales de un gobierno y sus compromisos.
Esta propuesta presupuestaria coincide en el tiempo con una serie de elementos relevantes que trascienden de las cifras. Así, en plena "euforia de la recuperación" tras el ya conocido como efecto Gates por la entrada de sus fondos en el capital de FCC que parecería poner España de moda (al parecer no ha servido de nada la crudeza de la crisis, el fiasco de "la mejor banca del mundo", etc.) y las palabras del ministro de Guindos -"todas las variables están en el sentido y dirección correctas"-, muy alejadas de la realidad en un escenario económico técnicamente fuera de la recesión (coyuntural) pero hundido en el desempleo, marginación, desequilibrio regional, desgobierno, corrupción y excesiva concentración del capital y la riqueza (en pocas familias, empresas y regiones), todos los presupuestos de los diferentes gobiernos destacan su compromiso con el gasto social, la inversión y el ajuste previo a la salida del túnel. Pero, ¿y detrás de las palabras? ¿En donde residen las palancas reales del cambio?
Así, a lo largo de la semana teníamos acceso a dos estudios del Instituto de Investigación Económico de Colonia (IWK), uno de los cuáles (salario-competitividad) ha tenido difusión mediática. En él, lejos de insistir en la machacona cantinela de los costes laborales a la baja, la devaluación interna salarial y el llamado reposicionamiento y deslocalización inevitables, se observa el liderazgo competitivo precisamente de aquellas economías con mayores salarios y mayores contribuciones desde los presupuestos públicos a las prestaciones sociales. Eso sí, el trinomio precio-valor añadido-contrato social están presentes como pilar conductor de la competitividad. Es la regla de oro que lleva a la economía alemana (de las pymes, por cierto) a posicionarse en una base de tecnología media superior, en una internacionalización competitiva de la mano de empresas-gobiernos tractores en nuevos mercados, desde una revolución educativa orientada a la empleabilidad de su gente.
En esta línea, el segundo estudio publicado, en relación con el seguro sanitario, alerta sobre las orientaciones complementarias a considerar. Si bien Alemania destina el 10% de su PIB en salud y su mayoría va a parar a los Fondos de Provisión, durante las dos últimas décadas, el sistema solo ha sido capaz de mantener sus dotaciones e ingresos mediante tímidos incrementos de aportaciones de sus ciudadanos apenas cubriendo de manera parcial sus incrementales y continuos costes. Movimientos demográficos, envejecimiento y la propia expansión tecnológica y demanda de servicios de la población, ineficiencias del sistema, deterioro de la gestión, presión del atajo de las urgencias para acceder al sistema y el "desapego" del paciente a apropiarse de su propia gestión, financiación y/o decisión de su salud, entre otros factores, explican un crecimiento constante de la factura sanitaria, residenciando la "explosión" de costes en el propio sistema, sus medios y actores -empezando por el propio paciente- así como sus marcos regulatorios y financieros.
Adicionalmente, en esta misma línea, aunque por motivos distintos, la "factura educativa" sigue suponiendo el primer escalón del gasto presupuestario (caso vasco) y parecería consenso generalizado apostar por la educación como el primer reclamo para garantizar espacios futuros de innovación y competitividad. En esta ocasión, la foto presupuestaria coincide con la aprobación de la Ley Wert (ya anulada por acuerdo de toda la oposición comprometiéndose a derogarla en cuanto una nueva mayoría parlamentaria lo posibilite), que nace muerta, entre otras cosas porque sus irresponsables promotores se han olvidado de evaluar su impacto económico y han olvidado que la situación de crisis y sus limitaciones presupuestarias impiden dotar de recursos los cambios previstos. Y, por supuesto, en este caso, el Gobierno español sigue presumiendo de "presupuesto social" dada la importante suma destinada al sistema educativo heredado con un gasto estructural más allá de sus propias decisiones.
Ejemplos que nos sirven para preguntarnos por la verdadera esencia del gasto público: ¿en qué cambian los presupuestos para el próximo ejercicio? Más allá de las cifras, ¿cuáles son las políticas, programas y acciones distintas que contienen? Desde un punto de vista cualitativo, ¿nuestros sistemas sociales (educación, salud, protección, bienestar?) apuntan hacia nuevas directrices?
Sin duda, apostar por las personas, destinar recursos para proveerles de los servicios adecuados, proporcionar la mejor y solidaria cobertura exigible es el camino obligado. Atender las tareas básicas de un gobierno y hacerlo con eficiencia-eficacia es imprescindible. Si el resultado conlleva un determinado porcentaje de gasto u otro es otra cosa. Desgraciadamente, no todo euro gastado-invertido en el capítulo social es "bueno" por el simple hecho de responder al grupo social con el que se ha etiquetado.
Conscientes de la magnitud, el verdadero reto no está en contabilizar si no en generar la riqueza, acertar en su distribución y compartirla reinventando nuestros sistemas de salud, educativo y de bienestar. Sistemas de los que nos sintamos orgullosos a la vez que satisfechos de nuestra contribución para garantizar su sostenibilidad. Será entonces cuando pasemos de la foto del 70% de gasto presupuestario a la convicción de pertenecer a una orgullosa sociedad de bienestar al servicio de las personas.