Una vez más, informes, recomendaciones y declaraciones del Fondo Monetario Internacional y sus ejecutivos cuestionan las políticas de los gobiernos, empeoran las estimaciones y previsiones de los diferentes servicios estadísticos y Ministerios económicos, generan incertidumbre y preocupan a ciudadanos, ahorradores, inversores, gobernantes. Sin ir más lejos, esta semana su irrupción en el escenario económico internacional ha vuelto a minar expectativas y esperanzas en un lento y tímido crecimiento europeo, señala a los pocos países con un aparente comportamiento saneado y agrava las vías de salida de los más rezagados. Además, olvidan su impacto en la psicología y comportamiento real de los agentes económicos realizando declaraciones mediáticas con escasa consistencia para, como casi siempre, terminar "rectificando" o "matizando" horas más tarde.
Ante esta circunstancia lo que cabe preguntarse es cuándo acierta o yerra el FMI. ¿Tenía razón cuando hace algo menos de dos años aseguraba que "la única salida de la crisis en Europa pasa por un intenso período de ajustes, consolidación fiscal, recorte de los beneficios sociales despilfarrados en el inviable modelo de bienestar, limitación rigurosa del endeudamiento y presupuestos públicos"?, o ¿La razón la tenía meses más tarde, tras remover Presidentes y políticas en países "soberanos" como Italia, Grecia, Portugal?, apelando a una razonable combinación entre ajustes y políticas de estímulo?, o ¿La tiene ahora, en referencia al Estado español, cuando afirma con toda rotundidad que "Creemos que, considerando la situación del país y los esfuerzos que se han realizado ya, y con una tasa de desempleo del 25%, claramente se necesita una consolidación fiscal, pero no vemos la necesidad de hacerlo de forma tan dura como pensamos al principio. El país necesita más tiempo"? ¿Era más creíble el FMI cuando hablaba por boca de su ex director gerente Rodrigo Rato o ahora que le sustituye Christine Lagarde, manteniendo los mismos equipos y funcionarios encargados de sus estudios e informes?
La historia del FMI no ha sido precisamente brillante. Sus negativas secuelas han arrastrado, durante décadas, a muchos países (en especial los llamados emergentes) que han padecido la imposición de "paquetes homogéneos", aplicados desde la recomendación obligada de despachos funcionariales en Washington, soportados en visitas tipo de pocos días de algunos expertos internacionales que han hecho del arte "del corta y pega" su elemento de trabajo. Hoy afirman con solemne autoridad que solamente hay un camino en España, ayer lo decían para Chipre, hace días en Portugal e insisten en las mismas recetas que casi siempre tienen el mismo destinatario: la imposible adecuación de ciudadanos, empresas y gobiernos a lo que proponen. Estos informes expertos continúan pensando que el mundo es uno, que los diferentes estados y sus economías son iguales, necesitan las mismas políticas en el mismo período, sus tiempos de respuesta son iguales y sus apuestas de futuro únicas. No son capaces de entender que el Paseo de la Castellana o la calle Alcalá no son el "faro" representativo de un Estado que se desplaza (o estanca) a diferentes velocidades, que su España destinataria de sus recomendaciones es completamente desigual, con realidades y tejidos económicos diferenciados, con tasas de paro distintas y distantes, con profesionales con diferentes grados de formación, emoción, compromiso y posibilidades. No entienden la complejidad variable que determina el comportamiento de unos y otros. Y, por supuesto, lo hacen sabedores de no asumir responsabilidad alguna en la implantación de las "soluciones únicas" que predican. En sus países visitados, dejan sus papeles y serán los denostados políticos elegidos democráticamente, los empresarios locales, los ciudadanos quienes habrán de enfrentarse a sus recetas mágicas. Malestar generalizado, imposibilidad de cumplimiento de las mencionadas recomendaciones, incapacidad de respuesta inmediata? no forman parte de su agenda de preocupaciones. Y así, de crisis en crisis.
De esta forma, ante este nuevo episodio del FMI, queremos creer que esta vez si acertarán en cuánto a reclamar tiempo para asumir un déficit público establecido "por orden de magia" sobre supuestos teóricos que no parecen muy soportados por la realidad. Tiempo para que el presupuesto público inyecte estímulos reales a una economía recesiva con escasa capacidad de respuesta privada o espontánea en el corto y medio plazo. Tiempo para que las necesarias reformas de las administraciones públicas se den con rigor tras un verdadero ejercicio de asignación de roles a los diferentes niveles de gobierno tras profundas y serias reformas de la arquitectura fiscal que no opte por el atajo recaudatorio a corto plazo sin medir las consecuencias en la generación de riqueza y empleo en el largo plazo. Tiempo para acometer profundos cambios en la creación de ecosistemas o contextos socio-económicos, facilitadores de una competitividad y bienestar adecuado a las realidades de las diferentes economías regionales a lo largo del planeta. Tiempo para adecuar formación-empleo capaz de superar el gravoso desempleo. Tiempo para que las políticas públicas puedan tener sentido y resultados. Tiempo para reinventar las Instituciones y organismos internacionales que nos dirigen o pretenden dirigirnos sin que sepamos, a ciencia cierta, quién les ha pedido o dejado que lo hagan. Tiempo para que sepamos a donde queremos ir, por qué caminos, y con quien, sabiendo para qué hacemos los esfuerzos y sacrificios que se nos piden. En definitiva, tiempo y estrategias para que las personas recuperemos la confianza y esperanza en el futuro.