El dilema de Eutrifón
relata Platón cómo Sócrates acudió al Pórtico del Rey para comparecer ante el arconte y responder a la acusación de Meleto de falta de piedad así como de corromper a la juventud con sus discursos y sus ideas. Entonces se encontró con Eutifrón, un joven ateniense hijo de un amigo suyo. Sorprendido, le preguntó por su presencia, en lo que hoy serían los juzgados, y escuchó que se aprestaba a cometer un acto de gran piedad al acusar a su propio padre por dejar morir de frío y hambre a un jornalero que, borracho, había degollado a uno de los criados de la familia.
Ante estas circunstancias, Sócrates entiende que Eutifrón actúa así porque tiene una visión clara de lo que es piedad y le ruega encarecidamente que lo ilumine sobre la naturaleza de la piedad, a fin de que Meleto no pueda acusarlo de carecer de ella. El joven ateniense propone que la piedad es lo que él mismo realiza "acusar al que comete delito y peca, sea por homicidio, sea por robo de templos o por otra cosa de este tipo, aunque se trate precisamente del padre, de la madre o de otro cualquiera". Pero Sócrates le ruega una idea más general de lo que es, según él, la piedad y Eutifrón responde que "es lo que agrada a los dioses, y lo que no les agrada es impío".
Dicho en otros términos, básicamente plantea: "¿Son buenos los actos morales deseados por los dioses, o son estos actos morales buenos porque son deseados por los dioses?"
El dilema se encuentra en que si los actos son moralmente buenos porque por naturaleza son buenos, entonces, estos son independientes del Olimpo. Estos actos ya serían buenos en sí mismos y el Olimpo tendría que apelar a éstos para "saber" lo que es bueno. De otro lado, si algo es bueno porque los dioses ordenan que sea bueno, entonces, la bondad sería arbitraria y desde el Olimpo se podría llamar bueno al asesinato y a la honestidad la declararía no buena.
Euskadi: la tercera opción
El Dilema de Eutifrón es realmente una dicotomía falsa, al igual que, en el escenario vasco lo es el dilema suscitado en sede parlamentaria en torno a la posibilidad de aprobar o rechazar los Presupuestos presentados por el Gobierno Urkullu para este año 2013. También resulta incorrecto en el marco europeo, el debate entre déficit presupuestario y estímulo económico. En ambos casos se proponen solo dos opciones cuando otra es posible. La tercera opción reside en que la bondad de una decisión se basa en su propia naturaleza que viene marcada por la coyuntura económica y los objetivos de bien común o bienestar social.
Pero no. Las previsiones en relación a las Cuentas públicas vascas no dejan vislumbrar un acuerdo para dejar que los Presupuestos vascos presentados puedan dejar ver lo acertado o equivocado de los mismos. PSE y EH Bildu sólo contemplan el dilema de aprobar o rechazar las cuentas presentadas por Urkullu. Bien parece que los primeros apelan a que su postura es buena en sí misma y con independencia de los designios divinos. Es tan buena que todos (incluidos los dioses del Olimpo) deben apelar y defender las propuestas socialistas para saber lo que es bondad.
Por su parte, los recién llegados al Parlamento Vasco muestran una actitud similar a quien se cree llamado para ser portavoz de los dioses del Olimpo y lo que ordenan éstos es bueno aunque sea tan arbitrario como declarar bueno al asesinato y no buena a la honestidad. Claro que, ni unos ni otros nos dicen que proponen o matizan sus decisiones. Bajo ningún aspecto se contempla la tercera opción porque el objetivo no reside en el bienestar social, sino en poner palos en las ruedas de un Gobierno cuyo partido ha ganado unas elecciones democráticas.
Europa: déficit o estímulo
Claro que esto no es nuevo. En el marco europeo, las autoridades (Comisión y Banco Central) se muestran intolerables, con el apoyo del FMI, ante las peticiones de relajar el déficit facilitando partidas presupuestarias para estimular la economía, el consumo, la riqueza y el empleo. La troika entiende como mandato divino las teorías neoliberales, puestas en marcha hace décadas por Margaret Thatcher (recientemente fallecida), despreciando las ideas humanistas propugnadas, entre otros, por José Luis Sampedro, que también nos acaba de dejar.
Es interesante y aleccionador analizar la trayectoria ideológica de ambos personajes. Quien fuera, junto a Reagan, precursora del sálvese quien pueda, defendía el capitalismo salvaje que nos ha llevado a la actual crisis económica con el dramático rastro del paro y los recortes sociales, mientras que, al otro lado de la barricada, el contrapunto lo ponía un economista humanista, símbolo del compromiso intelectual, quien afirmaba que "hay dos tipos de economistas; los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres".
Interesante debate que no podemos continuar en esta columna, so pena de dejar en el tintero el tema que nos ocupa. Es decir, el dilema entre déficit y estímulo. Para la troika no parece haber dudas: hay que imponer la austeridad en aquellos países con déficit, aunque aumente el paro y se reduzca a su mínima expresión la posibilidad de salir del negro túnel en el que están metidos. Sin embargo, la tercera opción es posible. Bastaría con un acuerdo real y eficaz sobre los paraísos fiscales, que algunos neoliberales de pro califican de refugios frente a la acción depredadora y confiscatoria de los estados.
Pero semejante acuerdo está muy lejos de alcanzarse. La pasada semana, Austria se negó a levantar el secreto bancario en contra de toda la presión que recibe por parte de Francia, España, Italia, Reino Unido, Polonia y Alemania que han anunciado un frente común contra el fraude.
Barnealdea
José A. Diez Alday
Entre déficit y estímulo hay otra opción, bastaría con un acuerdo sobre paraísos fiscales, pero está lejos de alcanzarse