Mentir, ocultar la verdad o hacer previsiones poco fiables no son actitudes recomendables para los políticos, tengan o no responsabilidad de gobierno. Al final el tiempo pone a cada uno en un sitio y aquello que hacemos y el cómo lo hacemos se vuelve como un boomerang hacia nosotros de la misma forma en que lo hemos lanzado, sin cambios, y además deja huella. Esta última semana, diversos protagonistas dejan, de forma directa o indirecta, actitudes que evidencian las diferencias y los problemas existentes entre la propaganda y la realidad. Se trata de Rajoy, en su intervención en el Congreso, Olli Rehn, comisario europeo, José Luis Bilbao, Diputado General de Bizkaia, e Ignacio Martín, presidente de Gamesa.

En ocasiones, el tiempo transcurrido entre las afirmaciones con aires propagandísticos y la cruda realidad se reduce a tan solo unas horas, como ha ocurrido con la exposición de Rajoy sobre la economía española y su evolución que, sin apagarse el eco de los aplausos de sus compañeros de bancada en el Congreso cuando afirmó que "el déficit público del 2012 ha estado por debajo del 7% del PIB", se han estrellado contra las conclusiones del comisario europeo Olli Rehn, quien añade las ayudas para recapitalizar la banca española y estima que el desfase entre gastos e ingresos representa nada menos que el 10,2% del PIB estatal.

Visto lo cuál, es exigible a cualquier gobernante que no pierda los papeles propios de su responsabilidad, que no trate de pintar con colores alegres un amanecer cuando aún está oscureciendo y solo se distinguen blancos y negros con matices negros. No es aceptable que para justificar una buena gestión en la reducción del déficit se excluyan las ayudas a la banca, porque te pueden sacar los colores quienes, como la Comisión Europea, recuerdan que es obligado incluir esas ayudas en el déficit tal y como señala el Memorándum de Entendimiento firmado entre el Gobierno español y Bruselas para rescatar a los bancos españoles. El préstamo de 40.000 millones de Europa se da al Gobierno de España y éste a los bancos.

Los números son implacables y demuestran que el déficit registrado en el primer año mariano (2012) asciende al 10,2% según la Comisión Europea, casi un punto superior a la herencia que dejó Zapatero (2011) que marcó 9,3%. Tampoco es razonable pretender mantener previsiones sobre la evolución del PIB en 2013 con una desaceleración del 0,5% cuando otros organismos e instituciones afirman que este año será peor que el anterior y triplican la pérdida de riqueza, al tiempo que pronostican un aumento del desempleo hasta el 27%.

En cuanto al futuro, el presidente del Gobierno regaló frases como "España ya tiene la cabeza fuera del agua" y que "hemos demostrado que somos de fiar" para terminar asegurando que "hay salida a la situación actual, no será tarde, hay que perseverar". Pues menos mal que no hay "nada de brotes verdes, ni nubes pasajeras, ni anticipos primaverales" como afirmó al inicio de su intervención.

No vamos a seguir con datos y afirmaciones aportados por Rajoy que, apenas 24 horas más tarde, han quedado descreditados frontalmente por la propia Comisión Europea. Verán, aquí hay varios problemas. El principal de ellos no reside en unos cálculos erróneos por parte del Gobierno español (que ya es bastante grave), sino en que basan su trabajo, lejos de la más mínima rigurosidad, en algo parecido a la ensoñación infantil, incapaces de reconocer que, como dice José Luis Bilbao, la solución a las dificultades por la que atravesamos no reside en un incremento de los impuestos, como pretenden algunos en Euskadi y aplica Rajoy en España, sino en la reactivación económica.

Pero, llegados a este punto, encontramos el muro infranqueable de una economía española debilitada por una estructura productiva enferma, carente de formación y tecnología. Una economía sin posibilidades de competir en el exigente mercado internacional, globalizado por las políticas neoliberales, al tiempo que reducido en su demanda por los efectos devastadores de la crisis. Más aún, Rajoy, que no mencionó a los miles de desahuciados y mucho menos reprobó la gestión de muchos políticos metidos a banqueros en las Cajas nacionalizadas, quiso defender la 'marca España' afirmando que "hace un año nuestros socios desconfiaban de nuestra capacidad de hacer reformas", destacando que se han hecho en tiempo récord y "han devuelto la confianza de los socios europeos a nuestro país".

Ignoro si el presidente del Gobierno español se cree sus propias palabras. Quizás no quiso decir lo que dijo y si lo dijo fue porque no entendía lo que llevaba escrito (no sería la primera vez). En cualquier caso, si tiene alguna duda, me permito sugerirle que lea las declaraciones del presidente de una empresa vasca, una de los principales fabricantes de aerogeneradores en el mundo, Gamesa. Se trata de Ignacio Martín que este pasado jueves declaraba haber perdido negocios "solo porque somos una empresa española, a veces simplemente porque consideran que la financiación que llevamos para un proyecto es española. De hecho nos han llegado a no admitir avales de bancos españoles de primer nivel".

Pretender recuperar un ambiente de confianza solo con propaganda y sin datos fiables puede ser más lesivo que la corrupción y que el pesimismo social que se pretende evitar. Y, lamentablemente, esta es la única conclusión que puede extraerse de la intervención de Rajoy que es un paso atrás en la esperanza (que es lo último que se pierde) de muchos ciudadanos.