LA celebración a lo largo de esta semana de la Cumbre anual de la " Agenda Global" de los diferentes Consejos Asesores del World Economic Forum, en Dubai, nos ha permitido debatir, entre otras muchos asuntos, sobre aquellos retos que, en principio, responderían a la calificación de "globales" y que, en consecuencia parecerían demandar una gobernanza global y/o supra nacional así como una disposición universal a ceder responsabilidad, poder y, en gran medida, soberanía a una serie de Instituciones supra nacionales o internacionales que velarían por el buen juicio y el interés general ,superando las barreras "proteccionistas y locales" que, se supone, limitarían la capacidad de respuesta final a grandes retos prioritarios de futuro.

Esta vieja tesis que viene extendiéndose a lo largo del mundo, como si de un dogma incuestionable se tratase, daría por bueno el que la crisis financiera mundial (en especial de la eurozona y el riesgo fiscal de Estados Unidos), la desigualdad de rentas entre países y personas, la insostenibilidad del crecimiento bajo esquemas actuales dominantes, los riesgos de catástrofes naturales y situaciones de emergencia, el desempleo (en especial el paro juvenil), el intercambio de bienes y servicios y la necesaria sostenibilidad fiscal de países, gobiernos y bloques económicos... demandara soluciones globales y, en consecuencia, la inevitable existencia de organismos internacionales globales que gobiernen nuestro mundo. Aquí, cobrarían relevancia los G-20 de turno, el Fondo Monetario Internacional, la progresiva irrupción de nuevas autoridades de bloques (como la propia Unión Europea con su triple o cuádruple Presidencia), la ONU ó nuevas Instituciones por inventar. Quizás una buena manera de resumir la "validez" de esta tesis descansaría en un par de frases ó comentarios esgrimidos por uno de sus claros defensores, el ex primer ministro británico, Gordon Brown, quien sugería la necesidad de sustituir la ya tan generalizada frase electoral de la época Clinton, "¡es la economía, estúpido!" por la de "es la economía global, estúpido!", y la necesidad de atender las indicaciones del ex Presidente Kennedy en el sentido de complementar la Declaración de Independencia de los Estados Unidos con otra de actualidad que sería el "Acta de declaración de interdependencia" y que fuera seguida por todos los países y naciones del planeta. Siguiendo con esta línea de pensamiento, deberíamos preguntar a los ciudadanos de IOWA, ó de Ohio en Estados Unidos ó a los británicos de las cuencas mineras ó de los barrios de Londres ajenos a la City, ó a los franceses de los extra-radios, ó a los españoles de Canarias y Andalucía, por citar algunos, si su apuesta está por la economía global ó, más bien por el reclamo electoral de Obama hacia sus empresas multinacionales pidiendo "traer y devolver los empleos a América".

En contraposición a esta línea argumental, Pascal Lamy, Director General de la Organización Mundial del Comercio, señalaba que las Instituciones de gobernanza global ya existen si bien carecen del combustible necesario para funcionar de forma adecuada. Ese combustible sería lo que él llama "la energía política" que requiere legitimidad, credibilidad, participación y control democráticos. Dicho combustible solamente se encuentra en los motores de los gobiernos y dicha legitimidad es solamente LOCAL y todo parece indicar que seguirá siéndolo (en especial en situaciones de crisis). Por lo tanto, no se trataría de empeñarse en residenciar soluciones en nuevos instrumentos globales sino en encontrar la fórmula para que aquello que requiera colaboración y coordinación se genere desde ámbitos locales soberanos que hagan de la co-soberanía, la co-creación de valor, la diferenciada estrategia de vida que cada sociedad persigue, por voluntad propia, un compromiso compartido. Una vez más, espacios glokalizados para diseñar nuestro futuro suponen los lugares de encuentro, superadores de la controversia global vs. local

Los retos del futuro necesitan legitimidad y confianza en el sistema, repensar nuevos modelos de crecimiento y desarrollo económico, un pensamiento estratégico largo placista y no supeditado a crisis coyunturales, planes y modelos eficientes a la vez que eficaces, generadores de confianza y credibilidad, y dado que exigen diferentes plazos para su logro, han de contar con una adecuada y comprometida "Hoja de Ruta " que guíe (y obligue) a la toma de decisiones, calendarios y recursos.

Adicionalmente, debemos insistir en que nadie puede hacerlo solo. Nadie debe sustituir la propiedad de las personas y pueblos de elegir su propio destino bajo la bandera de los riesgos de la fragmentación, el proteccionismo paralizante, ó "las bondades generales" cuyo impacto concreto parece contradecir la realidad individual. Y, de igual forma, es el momento de insistir en la necesaria participación y compromiso de todos los stakeholders, más allá de los roles "básicos y mínimos" que un supuesto reparto de papeles histórico asignaba a cada uno, ó es más un momento de mirar solamente a los gobiernos. Es el momento del llamamiento urgente al rol del empresariado y sociedad civil, a los sindicatos y todo tipo de grupo de interés.

En este marco, si hay un terreno que exige una actuación prioritaria e inmediata para hoy no solamente para el mañana es el empleo (ó, desgraciadamente, mejor dicho, el desempleo). Los modelos actuales de crecimiento económico, la atonía o recesiva demanda y la población demandante de empleo así como la inadecuación de capacidades profesionales. Educativos a las necesidades reales y especializadas de las empresas, la compensación empleo-trabajo y beneficios sociales a mantener y proteger, requieren el compromiso de todos. Y, de una manera, inmediata, del mundo de la empresa. Recientemente, el llamado grupo B-20 (compuesto por líderes empresariales mundiales) que se ha constituido como una "task force" de apoyo especializado al G-20, ha elaborado, desde su compromiso empresarial con el empleo, recomendaciones de sumo interés que se dirigen, sí a los gobiernos y a las instituciones internacionales, pero, sobre todo, a ellos mismos para reforzar una acción inmediata favorecedora del empleo. Y en todas ellas, un denominador común que no es otro que la actuación local, comunitaria, próxima y diferenciada en cada espacio de desarrollo de la actividad económica. Apostar por la inversión inmediata en las principales infraestructuras generadoras y facilitadoras de empleo, acercar la escuela al aprendizaje, empresas y emprendizaje, comprometer la contratación acelerada que impida el deterioro y pérdida del capital humano incluso a costa de una supuesta pérdida inmediata y corto placista de productividad que no de competitividad, son iniciativas que merece la pena considerar.

La crisis actual y próxima en los años inmediatos no da tregua para actuar como si el rol tradicional de cada uno pudiera resolverla (las estimaciones del GAP de desempleo previsible en la próxima década para los países de la OCDE, en caso de mantener políticas y dinámicas de crecimiento actuales se estima en 200 millones de nuevos jóvenes desempleados). Mientras no seamos capaces de reconocer el valor de cada uno, el papel y compromiso que debemos asumir, la reconsideración de los modelos pasados del crecimiento, agravaremos un gran riesgo en el que la cooperación internacional sea percibida más como un problema que como una solución. Parecería un momento en el que más allá de la propia creación de empleo, la distribución del mismo bajo nuevos esquemas, regulaciones, condiciones y contenidos resultaría esencial.

Parafraseando a los autores citados en este artículo, "¡ES EL EMPLEO Y EL CAPITAL HUMANO GLOKALIZADOS, ESTÚPIDO!"