Vitoria. Apenas cuatro días separan la reunión que acaba de presidir con la celebración del V Foro de Empresa Familiar que organizan las Cámaras Vascas. El industrial alavés Juan José Iribecampos, responsable de la expansión internacional del grupo tubero Condesa -también una empresa familiar-, se muestra tranquilo a pesar de enfrentarse por primera vez en su vida a un periodista. La desaparición de la losa de ETA parece haber ayudado, pero sin duda lo que motiva su exposición mediática es el interés por conceder al foro que preside el mayor de los ecos posibles. Sabe que la jornada de mañana (Edificio Vital, 9.00-14.00), a la que han confirmado su asistencia más de 200 empresas familiares vascas, es "muy importante" para reforzar la imagen del colectivo y, de paso, para alertar del futuro que corren muchas de esas compañías si no aplican el sentido común. A día de hoy, el 36% de las pymes familiares del País Vasco que se encuentran en pleno proceso de relevo generacional no saben aún quién será el elegido. "Es algo que tiene remedio y para eso estamos aquí", sentencia el empresario.

El de mañana será el primer Foro de Empresa Familiar tras el anuncio de ETA de abandonar las armas. ¿Ha influido eso en la amplia respuesta de la convocatoria?

Desde luego que sí. Las empresas familiares -unas 4.200 en Álava- habíamos sido de los últimos colectivos en salir del armario, era algo tabú, pero afortunadamente eso ya ha pasado y ahora todas, grandes, medianas y pequeñas, podemos dar un paso al frente y colaborar con plena libertad.

Siempre que se habla de empresa familiar se habla de problemas, ruptura de generaciones y cismas familiares. ¿Los problemas continúan siendo los mismos?

Sin duda el principal de todos ellos es el de la sucesión cuando fallece o se retira el fundador, que normalmente no está planificada. Otro aspecto negativo y común es confundir gestión con propiedad. Cuando eso ocurre suelen llegar los problemas de manera irremediable, por eso hay que separar el órgano de familia y el órgano del consejo de administración, donde es conveniente que haya profesionales externos que ayuden a gestionar de manera más eficaz la empresa.

¿Quién debe mandar en una empresa familiar?

El mejor, sea de la familia o no, y debe asumir dos grandes retos, gestionar la compañía y hacerla competitiva, y armonizar la familia. Si no cumple en una de las dos es seguro que va a fracasar, sin la menor duda. Por desgracia, en la gestión de una empresa familiar no hay término medio.

¿Por qué mueren tantas empresas familiares?

Por un problema grave de comunicación. Es un asunto muy complejo y las estadísticas nos lo dicen. Sólo el 70% de las empresas familiares logran dar el paso de la primera a la segunda generación y únicamente un 15% alcanza la tercera. En ese sentido llama la atención que sea más fácil pasar de la tercera a la cuarta que de la segunda a la tercera. Hay ya un camino hecho, una comunicación cerrada.

El Grupo Codorniú, que expondrá mañana su experiencia, es un buen ejemplo, ¿no cree?

Imagino que sí, llevan casi 500 años de tradición empresarial, más que la democracia británica, así que supongo que algo podremos aprender de Borja Raventós, que pertenece a la 18ª generación.

Al margen de por establecer canales de comunicación familiar más eficaces, ¿por dónde pasa la supervivencia de las pymes familiares en una situación tan grave como ésta?

Por ganar tamaño y potenciar la internacionalización. Se trata de dos obligaciones totalmente necesarias.

¿Cree que las pymes alavesas de origen familiar están bien posicionadas en ese campo?

El número de empresas que internacionalizan no es el que debería. Basan toda su apuesta casi siempre en los recursos propios de la familia y suelen ser muy reacias a tratar de buscar otros recursos externos más allá de cajas y bancos. Y eso, hoy por hoy, ya no es suficiente. Hay que buscar nuevos socios y alianzas sin romper el esquema de empresa familiar porque, insisto, la necesidad de salir al exterior ya no es una cuestión de necesidad sino una obligación. Si quieres crecer, y aquí el tamaño sí que importa, tienes que buscar recursos fuera de la familia porque no se puede poner ningún corsé al negocio. En el momento en que lo hagas y no empieces a crecer, tu lugar lo va a ocupar la competencia, que eso no lo dude nadie. Además, un socio añadido ajeno a la familia enriquece la gestión, así que no caigamos en el error de demonizar esta figura.

¿Las fusiones empresariales pueden ser una fórmula para las compañías que presenten menos músculo financiero?

Mire, todo lo que sea estrategia de crecimiento me parece muy inteligente, lo que no puede ser es que no exista esa estrategia.

En el índice de mortandad de las pymes familiares, ¿qué porcentaje diría usted que corresponde a ese perfil de empresario reacio a soltar

Lamentablemente es importante, qué duda cabe, pero la falta de planificación es clave, insisto. Muchos de ellos, además, no quieren sumar nuevos problemas a los que ya tienen, así que prefieren aguantar hasta que les llega el día y, claro, luego pasa lo que pasa. Y normalmente Dios no hace milagros...

¿Debería ser obligatorio el desarrollo de un protocolo familiar para evitar situaciones de este tipo?

Todo aquello que suene a improvisación va en contra del negocio. Un protocolo familiar no es la panacea pero ayuda mucho porque es básicamente un acuerdo firmado por toda la familia para acometer, o al menos tratar de hacerlo, un objetivo empresarial.

¿Cuál es su modelo de gestión?

Un consejo familiar armonizado y unido, y un consejo de administración con los mejores profesionales. Y luego hace falta ser muy generoso y tener mucha mano izquierda.

Le pongo un caso real. Padre fundador decide dar paso a la siguiente generación, compuesta por cuatro hijos y sus respectivas mujeres e hijos. ¿Quién debe mandar?

El mejor, que no tiene porqué ser ninguno de los cuatro sino un profesional contratado para desarrollar esa función. Hay que tener al mejor y si se da el caso que es de la familia, pues perfecto. Cada caso es distinto, por eso es fundamental el desarrollo del protocolo familiar, sobre todo en época de cambio generacional. Los sentimentalismos suelen traer demasiadas consecuencias negativas, así que todo pasa por negociar y negociar, con generosidad y mano izquierda, pero negociar. No hay muchos más secretos.

Volviendo a ese perfil de empresario reticente a delegar, ¿dónde está el límite?

En la vida misma, el sentido común. Una persona normal debería dejar paso como ejecutivo principal a los 67 años y posiblemente cinco o seis años después abandonar el consejo de administración. Como accionista ya aguantará hasta el final. El primer ejemplo lo debe dar siempre el líder porque si no el resto no le va a seguir ni le va a respetar.

En plena recesión económica y con la batería de reformas que está impulsando el Gobierno del PP, ¿a ustedes los empresarios familiares les parece suficiente?

La situación es crítica y nuestro mayor problema, casi tragedia, es la financiación. El dinero que dicen va a llegar para rescatar a los bancos no sabemos ni cuándo va a llegar ni si se va a destinar al crédito para las empresas y los trabajadores, así que mientras esto no cambie estamos muertos. Una de las cosas que primero aprende uno cuando forma parte de una empresa familiar es el respeto hacia los trabajadores, que son el capital más valioso. Las máquinas se podrán comprar o vender, pero las personas, su talento y creatividad, no se pueden sustituir. La diferencia entre una empresa y otra está en su capacidad de gestionar los recursos personal.

Pues ese capital, al menos el que debería sustentar nuestro futuro, está abandonando Euskadi a marchas forzadas...

Y es una gran pérdida porque se trata de la mejor generación de nuestra historia y la tenemos en el paro, generando un problemón mayúsculo después de lo que nos ha costado en tiempo y dinero. Pero lo peor es que todo apunta a que esa generación no va a volver, al menos a corto plazo.

¿Usted tiene una opinión sobre cuándo se producirá un punto de inflexión en la generación de empleo?

Creo que antes de una década este país no estará en disposición de crear empleo, de regresar a la senda del crecimiento laboral. Ojalá me equivoque.

¿Y mientras tanto?

Esto va a ser una agonía y no nos va a quedar más remedio que aguantar como sea. Los negocios que no sean internacionales, y me refiero no sólo a Europa, va a ser difícil que puedan aguantar.

España aguarda casi 60.000 millones de euros de Bruselas para sanear su sistema bancario cuando hay entidades que gozan de buena salud. Si a ese tipo de bancos también se les premia con dotaciones millonarias aún no necesitándolas, ¿adónde va ese dinero?

Verá, lo que no puede ser es que haya dinero para rescatar a los bancos y no lo haya para rescatar a las empresas y familias, no puede ser, o al menos yo no lo veo. Tiene que haber una realidad económica y social real y justa porque si no al final esto estallará por algún sitio un día de éstos.

A estas alturas de la crisis, que muchos presumen ya de ser más de valores que económica ,¿qué le pide a la clase política?

Honestidad en primer lugar y en segundo, una reestructuración de nuestras estructuras políticas para hacerlas más competitivas en función de su ratio por habitante. Sin embargo, me da la sensación de que esto es una quimera porque ellos son quienes dictan las reglas del juego y los que deciden no pisarse la manguera, ¿no? A pesar de todo es necesario que lo sepan, que sepan que les exigimos que ajusten las estructuras a unos ratios de competitividad. ¿Cómo puede ser que tengamos más políticos por habitante que un país como Alemania, que nos dobla en tamaño poblacional? Tenemos que empezar a ser competitivos a nivel de Estado porque a las empresas ya nos ponen en nuestro sitio el mercado, pero cuando se trata de empezar a hacer sacrificios políticos aquí nadie mueve un dedo. Y no me vale que me digan que se han suprimidos no sé cuántos coches y demás. El problema es mucho más grave. Me da la sensación de que no se quiere controlar realmente, de verdad, el gasto corriente.

¿Apostaría por un gobierno de tecnócratas, a la italiana?

¿Y por qué no? Lo que no puede ser es que sigamos igual, sin asumir la realidad. Lamentablemente tenemos una clase política con un nivel bastante bajo que está provocando unos gastos que son inaguantables y eso exige cambios decisivos.