Este testigo ha declarado en la sexta jornada del juicio que se sigue en la Audiencia de Gipuzkoa por estos hechos y en el que, además de Bravo, también están acusados su esposa, Rosa Cobos, y su socio Pedro Atristain.
Durante su comparecencia, este hombre ha recordado que su madre tenía una deuda de unos seis millones de pesetas, por lo que acudió a la oficina de Hacienda de San Sebastián, donde le derivaron a la de Irun, ya que era la que se encargaba de estos asuntos.
En esta oficina, Bravo admitió la posibilidad de hacer los pagos en dos partes, pero le advirtió de que sólo podía abonar el dinero en metálico, algo que al testigo le pareció "absolutamente anómalo".
"A mí me extrañó, porque no eran formas de pagar" y porque no tenía "ni pies ni cabeza" que sólo se pudiera pagar en metálico en Hacienda, ha comentado este hombre, quien ha recordado que Bravo le dijo de que no se podía hacer de otra forma.
Por este motivo, accedió a realizar un primer abono de más de un millón de pesetas en metálico, pero para el segundo pago, de 4,5 millones de pesetas, comunicó a Bravo que le entregaría un cheque de banco que el procesado admitió.
En su opinión, "algo no funcionaba" en esta situación que le parecía, "ilógica", por lo que guardó toda la documentación e incluso fotocopió el talón.
Posteriormente, cuando la Ertzaintza comenzó las pesquisas sobre este asunto y le preguntó sobre estos hechos, este testigo descubrió que el cheque había sido ingresado en una cuenta de Bravo.
Este hombre ha recordado además que el dinero se lo entregó directamente al procesado, quien no le hizo ninguna rebaja en la deuda, y éste le dio unos justificantes con algunas incorrecciones por lo que después tuvo que volver para que subsanara los errores en estos documentos.