Vitoria. El dilema está servido. Perforar el subsuelo alavés y extraer sus reservas de gas natural para los próximos 60 años (lo que concede a este nuevo maná energético un valor de mercado actual de 30.000 millones de euros) o abandonar esta idea de raíz, como defienden cada vez con mayor insistencia diversos grupos de ecologistas que alertan de las graves afecciones al ecosistema y el subsuelo que este plan dejaría en Álava. En este escenario de incertidumbre, el Gobierno Vasco, promotor de la apuesta a través de la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi, dependiente a su vez del Ente Vasco de la Energía (EVE), celebró el pasado jueves en Vitoria un extenso encuentro con periodistas para explicar con detalle los pormenores de esta propuesta. Algunos, los de índole más teórico, advirtieron del extraordinario papel que el gas natural jugará en las economías mundiales en los próximos 150 años, un periodo donde Álava, por su particular huella geológica, puede gozar de una situación privilegiada, avanzó el viceconsejero de Industria, Xabier Garmendia. Sin embargo en otros, vinculados al plan de acción, las preguntas continúan siendo demasiadas y las respuestas ofrecidas hasta la fecha, insuficientes. En el ojo del huracán se sitúa la polémica técnica que se pretende aplicar para extraer el llamado gas no convencional o de esquisto: la fracturación hidráulica (en inglés, fracking), consistente en inyectar en cada pozo agua a alta presión mezclada con arena y una serie de aditivos químicos considerados "una amenaza brutal" para el movimiento ecologista local, atrincherado desde hace semanas en la plataforma Fracking ez Araba (Fracking no en Álava), que ayer comenzó a recabar firmas en el centro de Vitoria y mañana presentará ante el Registro alegaciones masivas a la exención de la evaluación de impacto medioambiental para el plan de Patxi López.

El gas no convencional -representa el 42% de la energía que se consume en Euskadi- se encuentra a una profundidad de entre 4.500 y 5.000 metros, y está impregnado sobre la roca madre de una formación geológica conocida como Valmaseda. Para extraerlo, el Departamento de Industria quiere abrir dos pozos en la zona de Subijana, concretamente en una parcela agrícola situada en la parte trasera del Hotel Ruta de Europa, junto a la N-1. La idea es obtener los permisos municipales para comenzar la obra civil durante el próximo trimestre e iniciar la exploración oficial a finales de 2012, un proceso que durará entre dos y tres años. Hasta la fecha, según confirmó el propio Gobierno, los permisos para la exploración del yacimiento -"que no explotación", insistió Garmendia con vehemencia- cuentan con la autorización del Ministerio de Industria y la Secretaría de Estado de Medio Ambiente, de modo que sólo resta el sí del Ayuntamiento de Vitoria para dar comienzo a una nueva era. O no. Porque si en ese periodo de pruebas se demuestra que el proyecto no es viable desde un punto de vista técnico, económico y medioambiental, irá directamente al fondo del cajón.

¿Es seguro el 'fracking'? "Vamos a actuar de manera absolutamente rigurosa y escrupulosa en todos estos aspectos y desde luego que si existe el más mínimo riesgo medioambiental, el gas no se explotará", asegura Garmendia.

A pesar de la rotundidad del mensaje, el movimiento ecologista no está dispuesto ni tan siquiera a eso. Su cerrazón frente al fracking parece innegociable y camina en la misma línea que el resto de verdes del planeta. El problema de fondo es el mismo: la aplicación de esta técnica tan agresiva acarrea gravísimas consecuencias para el medio ambiente y el ser humano. Y la mejor prueba, argumentan desde Fracking Ez Araba, son las prohibiciones de este tipo de actuaciones en países como Francia, en varios estados de Norteamérica o en Holanda, donde recientemente se acaba de firmar una moratoria para detener este tipo de explotaciones hasta que se compruebe exactamente si son seguras.

Frente a esta realidad, el propio Garmendia replicaba a través de una carta publicada en este periódico el pasado 4 de diciembre que en otros países como Polonia, Canadá o Estados Unidos llevan tiempo aplicando el fracking sin afecciones para el ecosistema. Sin ir más lejos, apuntaba el viceconsejero, en el yacimiento texano de Barnett Shale, que el lehendakari López visitó el pasado mes de octubre, "se llevan perforados 15.000 pozos en los últimos años sin que se haya producido ni un solo incidente de contaminación de acuíferos".

A su juicio, tampoco habrá incidencias en Álava, concretamente en el acuífero de Subijana, el gran tesoro de agua potable del que Álava y Bizkaia hacen uso sólo en años de sequía. Para el director general de la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi, Juan Cruz Vicuña, esta gran bolsa de agua se encontraría muy alejada de la zona donde comenzaría a estimularse la roca madre para la extracción del gas, concretamente unos 2.000 metros por encima, "una distancia más que suficiente para garantizar la ausencia de filtraciones en el acuífero alavés". Mientras tanto, el biólogo Jon Ruiz de Infante, miembro a su vez de Equo, cree que la teoría en la aplicación del fracking no es tan sencilla y desde luego sus consecuencias no pueden ser tan predecibles como las que asegura el Gobierno. A su juicio, para liberar el gas de la roca es necesario perforar primero en vertical y luego horizontalmente en un radio de entre 150 y 300 metros (ver gráfico) antes de iniciar las microexplosiones que liberarán el gas hacia la superficie. En ese proceso de presión sobre la roca, añade el biólogo, se aplicará un 95% de agua y un cóctel químico con compuestos "tóxicos" que podrían pasar "fácilmente a los acuíferos subterráneos, alcanzar los cultivos y llegar a la cadena trófica, con el consecuente riesgo para la salud de personas y animales". Desde el Gobierno se insiste en que la afección del acuífero será "nula" porque estará blindado por tres tuberías y dos barreras de cemento que evitarán las filtraciones.

Por la magnitud de sus cifras, Garmendia considera éste un proyecto de país -plagado eso sí de dudas e interrogantes- que merece la pena explorar. "Es lógico, racional y prudente hacerlo. Euskadi ya apostó hace 30 años por el gas y acertó, ha llegado el coche eléctrico y nos hemos subido así que, definitivamente, este gas ha venido para quedarse", avisa el viceconsejero.