Vitoria. ¡CUÁNTO echo de menos aquel café que valía poco más de veinte duros!, dice Julián, después de diez años haciendo cuentas. Diez años echando números que nunca cuadran y diez años sometido al efecto euro. Nada más sonar las campanadas de Nochevieja de 2001, los cajeros empezaron a escupir euros y Julián empezó a escupir maldiciones. Porque pasaron muy pocas semanas para que los ciudadanos empezaran a protestar por el llamado redondeo que se produjo automáticamente en los bienes de consumo, y que provocó una cierta equivalencia psicológica entre las 100 pesetas y el euro, aunque el cambio real fuese de 166,386 pesetas. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), en esta década los precios de la cesta de la compra se han disparado, especialmente el de la vivienda, que es hasta un 66% más cara, las tarifas de los transportes, que se han elevado un 58% y el de la alimentación, que se ha incrementado en un 49%. Como subir diez cuestas de enero pero mes a mes.
A pesar de que hace una década que se produjo el adiós a la peseta, cuesta mucho hacer las paces con una moneda que cunde menos a la hora de comprar. Desde que las nuevas monedas y billetes entraron en los bolsillos salen más rápidamente para pagar las subidas que trajo consigo. "Los consumidores tenemos menos poder adquisitivo. Si hacemos la comparación en productos muy básicos cuestan más que antes porque hemos sufrido un redondeo al alza", dice Ileana Izverniceanu, portavoz de esta organización de usuarios.
"El redondeo pulverizó los precios y eso que desde hace tres o cuatro años, con la crisis, esta subida se ha paralizado. Aunque si el IPC está ralentizado, los sueldos no es que se hayan congelado, es que han bajado. Los ciudadanos lo que saben es que los ingresos familiares se han hundido y cada vez tienen menos poder adquisitivo", afirma David Hurtado, portavoz de CECU, Confederación de Consumidores y Usuarios. Y es que todo ha subido menos los salarios. Según el INE, los salarios apenas han subido algo más de un 13,9%, porque ese año fue el de la primera recesión de esta crisis.
Todo el mundo se rasca ahora el bolsillo y ya nadie recuerda aquella transición definitiva hacia una unión monetaria de enero de 2002, aunque hasta el 1 de marzo, el euro convivió con la peseta.
Subidas sangrantes Un reciente informe de la OCU -que analiza a lo largo de diez años productos de primera necesidad- ha destapado subidas sangrantes. También en los transportes públicos que se han incrementado desde enero de 2002 más de un 45%. Lo mismo ha ocurrido con el ocio y la cultura. No obstante, los precios comenzaron a subir ya en el trimestre anterior a la entrada del euro, cuando la OCU constató que las panaderías, por ejemplo, se fueron preparando con una subida de casi un 24%, los aparcamientos con otra de un 13% y los cines, revistas, libros y museos con entre un 5 y un 7%. Además, la Administración elevó las tasas de Correos más de un 50%. Los consumidores, según Izverniceanu, echaron de menos que "las administraciones, que el Gobierno hubiera hecho una labor de más vigilancia y hubiera sancionado a sectores que redondearon con un poquito o bastante descaro".
Tras el euro, los bolsillos se han visto beneficiados únicamente en un sector, el la tecnología. Un televisor cuesta ahora poco más de un tercio de lo que pagábamos por él en los albores del euro y un ordenador, un 15%. También el sector automovilístico ha sufrido un frenazo en seco en sus precios. A juicio de David Hurtado, de CECU, "todo el mundo notó que el redondeo infló mucho el precio al principio, muy por encima del IPC. Sobre todo porque en los precios pequeños hubo una traducción literal y lo que costaba 50 pesetas pasó a costar, en muchos casos 0,50 euros".
"Se produjo una evidente equiparación de precios con Europa pero lo que no hubo nunca fue una equiparación de salarios, por eso mermó tanto el poder adquistivo." A su juicio, "las ventajas han sido evidentes para las exportaciones o para salir al extranjero porque todo el mundo se ha percatado que antes del euro salir a cualquier capital europea era carísimo y luego los precios se ajustaron", señala.
Pero aunque la repercusión del euro en la economía doméstica sea negativa, nadie aboga por volver a la antigua rubia. Además no siempre la percepción a pequeña escala ha ido en consonancia con la macroeconomía. Así, los expertos creen que el euro ha sido bueno porque ha dotado a España de un marco de estabilidad monetario y financiero y avisan de que gracias a él el último seísmo económico es menor. Según José Antonio Muñoz, director del grupo de estudios Analistas Económicos, "no podemos achacar nuestros problemas actuales a la moneda única ya que el euro nos ha salvado de una debacle de mayor dimensión". Este economista subraya que el euro le ha dado a España una mayor disciplina fiscal y ha mejorado el comercio con el resto de socios europeos, al tiempo que ha facilitado que las empresas exporten sus productos a la UE".
La nota negativa, según Muñoz, es que "ha habido una subida de precios en los servicios del día a día, se ha perdido soberanía monetaria y se dificulta la exportación a países de fuera de la zona euro ya que esta moneda está más fuerte que el dólar".
Sin embargo, el euro se encuentra en un precario equilibrio, con un pie al borde del abismo, que ha provocado entre los europeos un euro escepticismo creciente. Por eso, hoy la divisa europea no está para celebraciones ni para sacar pecho. Bastante tiene con pedir un deseo, el de seguir cumpliendo años, algo que la crisis de la deuda soberana europea está poniendo en discusión.
Josep Borrell, que acaba de escribir un libro sobre la moneda europea, considera que "con el euro, los europeos pusimos en marcha un experimento peligroso". Pero, a su juicio, volver a la peseta "sería una catástrofe total. Se puede salir, pero ¿cuánto valdría la nueva peseta? Eso no lo fijaría Rajoy, sino los mercados. Y con la desconfianza que crearía, se hiperdevaluaría", contesta.