FÍJENSE que no incluyo en el título a la "i" pequeña. No hay otra razón, que la de una mínima coherencia con los conceptos. La I+D, o sea, la actividad que trata de descubrir nuevas aportaciones al conocimiento humano, es importantísima, qué duda cabe, pero sin la "i" pequeña se transforma en una burbuja. Para entendernos la I+D es el campo de trabajo más alejado del mercado de bienes y servicios tradicionales. Trata de explorar lo no conocido hoy para que le sirva a la sociedad algún día. La "i" pequeña es lo más próximo al mercado. Se suele definir como la aplicación de los conocimientos (más o menos novedosos), y que, como tal aplicación, es aceptada y pagada por los clientes. Por ejemplo: un robot que barre la casa, es una aplicación de conocimientos y resultados de investigaciones de diversos campos.
Hoy, asistimos a un impulso, desde todos los ámbitos, a incrementar los recursos dedicados a la Investigación. Está bien. Pero ni el modo, ni la organización social que tenemos en ese tema, permiten que la apuesta colectiva sea, del todo, eficaz. Sin un tejido empresarial ávido de aplicar novedades, es ineficaz. Y no por la voluntad, ni por la competencia de los investigadores, sino porque el sistema no está bien conectado. Tenemos un problema sistémico, o sea, es el propio sistema el que genera y perpetúa el problema. Los optimistas mantienen que, aunque se demoren, los esfuerzos en investigación darán resultados en la generación de riqueza. Pero esto no tiene por qué ser cierto. No está garantizado. Los datos apuntan a una preocupante falta de resultados en términos de nuevas actividades, nuevas empresas, renovación del tejido empresarial.
Pero veamos la formación de la burbuja. En los inicios del impulso a la I+D, era preciso impulsar la investigación basándose en los recursos públicos vía subvención. Era una forma de "cebar" el motor investigador. Queríamos que arrancara. Así se creó, en nuestro país, un sistema basado en los CCTT, y posteriormente los CIC y demás centros de Investigación Universitaria, que crecieron en dimensión, diversidad de tecnologías e influencia como agentes en el tejido económico, que produjo un impulso impagable en la competitividad de las empresas. Gracias a ese enfoque hemos mantenido determinadas actividades y digerimos las dificultades de los 90, lo que nos ha permitido llegar a las cotas actuales de prosperidad. La aportación fundamental del sistema ha sido actualizar las tecnologías y conocimientos necesarios para la competitividad de la red empresarial salvada de la quema en la crisis anterior.
Ahora bien, tanto los informes de expertos externos, como los propios, apuntan a dos debilidades: 1º) el sistema de I+D está muy disperso, sin concentrarse en unas pocas áreas; 2º) y el sistema no conecta bien con el tejido empresarial. O sea, que investigamos en lo que quiere cada uno, para entendernos, sin una ordenación y orientación para hacer más válidos los esfuerzos. Y además, como no está conectado con el tejido empresarial, le cuesta mucho que se aplique a la realidad de los negocios posibles para nuestro tejido. No juzgo si el problema surge de la I+D, de su nivel o de su calidad, o si está en el tejido empresarial que no encuentra oportunidades de negocio para ese conocimiento. Aunque el esfuerzo y la competencia de los investigadores sean grandes, va a resultar muy difícil que tengan un adecuado retorno en términos de rentabilidad de negocio, por su explotación por parte de la red de nuestras empresas.
Los componentes de la burbuja están servidos. Dependemos demasiado de las subvenciones para investigar, porque las empresas no demandan ese esfuerzo por falta de necesidad a corto, y como hay alejamiento entre agentes, la investigación no se traduce en beneficios que pudieran dar lugar, vía fiscal, a subvenciones. Como además, todos los agentes involucrados mantienen que la investigación es importante, el sistema justifica el valor en términos de futuro, que no llega. Como es preciso mantener que sigue siendo muy valioso, aunque el mercado, la "i" pequeña no lo justifique, la burbuja crece y crece. Para entendernos: podemos tener muchos conocimientos pero necesitamos traducirlos en términos prácticos que sirvan para prosperar. Y si no sucede esto último, la burbuja crece.
En una sociedad mediática, donde la apariencia es importante, los agentes involucrados se esfuerzan mucho en mantener esa imagen de potencia. ¿Ha visto cuántos Centros de Investigación y similares se inauguran con respecto a las pocas plantas productivas nuevas que surgen? Por otra parte, un joven bien preparado preferirá el entorno y estatus de la investigación (nadie dice que no sea importante ni exigente), a las dificultades de las realidades empresariales. Y éstas también requieren del mayor talento para ser competitivas.
En resumen, observo que los esfuerzos y recursos dedicados a la I+D aumentan, pero que nos olvidamos de la importancia del tejido empresarial a la hora de aplicar esos esfuerzos. Y sin el compromiso empresarial de nuestras empresas, no hay futuro próspero. La dificultad de todo esto, causa de la burbuja que observo, es que mantener y mejorar un tejido empresarial nuestro y competitivo es más difícil, más difícil que sostener el sistema de I+D.
Envía tus comentarios a:
economia@noticiasdealava.com
(*) Kooperativista