DUBLÍN. Los cientos de comercios y pubs de Dublín no se han vaciado desde que el primer ministro irlandés Brian Cowen agachó la cabeza ante los organismos internacionales y pidió auxilio a Europa. Aunque la ciudad sigue igual de viva, todas las predicciones apuntan a que la factura del rescate va a acabar de rematar al Tigre Celta. El plan de ajuste de gasto, basado en recortes y subidas impositivas, va a costar a cada familia 4.600 euros anuales durante cuatro años. 18.400 euros en total.

Los mercados financieros no han quitado ojo a Irlanda durante semanas. Atendiendo a los titulares, parecía que el país estaba al borde del colapso. Miembros de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional habían aterrizado en Dublín para presionar a Cowen; Irlanda debía ser "rescatada". Sin embargo, mientras las portadas de lo periódicos anunciaban alarma, desastre, la gente seguía con sus compras navideñas y cervezas de media tarde. Las cosas iban demasiado rápido y los ciudadanos se mostraban apáticos ante el caos.

Lo que ha ocurrido en Irlanda es uno de los ejemplos más claros de la brecha que existe entre la economía real y la financiera. A pie de calle, pocos irlandeses entienden por qué deben seguir inyectando dinero en los bancos si es algo que llevan haciendo dos años y hasta el momento la medida no ha surtido ningún efecto.

No cabía duda de que la economía irlandesa, como la global, no estaba yendo viento en popa -el paro ha subido un 4% el último año hasta alcanzar el 14%-, pero hasta hace dos semanas era complicado entender qué estaba ocurriendo. En junio, Irlanda había salido de la recesión; en septiembre, el titular de finanzas, Brian Lenihan, había dicho que los bancos irlandeses necesitaban 34.000 millones de euros para salir a flote; durante toda la semana pasada, Cowen negó que en Irlanda urgiese un rescate y aseguró que el país tenía las cuentas cubiertas hasta mediados de 2011. A las 20.30 horas del pasado día 20, el primer ministro anunció un rescate europeo que rondará los 85.000 millones de euros. Todo era confuso.

Después de que los Verdes (socios de Gobierno de Fianna Fáil, el partido de Cowen), pidieran elecciones anticipadas, fue el día 23 cuando las cartas empezaron a ponerse sobre la mesa. El Gobierno presentó el plan de recorte de cuatro años o, dicho de otro modo, la cuenta del rescate, que asciende a 15.000 millones (10% del PIB). El plan incluye la destrucción de 24.750 empleos públicos (7% del total), una bajada de las pensiones, el recorte de un 10% el salario mínimo, la subida el IVA a un 23% y la reducción de las prestaciones sociales. En definitiva, el pago del rescate va a provocar que el coste de la vida suba de manera drástica. Sacarse el carné de conducir, por ejemplo, va a ser un 20% más caro el año que viene.

El plan persigue cumplir las órdenes de Europa y que Irlanda reduzca su déficit hasta el límite del 3% del PIB en cuatro años. Se trata de una agresiva bajada, teniendo en cuenta que el agujero actualmente es del 32%. El primer ministro irlandés insiste en que el plan de "ajuste" de gasto "estabilizará" la economía, aunque lo cierto es que se refiere más bien a la financiera, ya que en la economía real, según los expertos, todo apunta a que el desempleo va llevar a la República a la era previa al boom de los 90.

las burbujas

Grecia, Irlanda... ¿Portugal y España?

¿Y por qué todo esto? ¿Por qué presiona el FMI a Dublín? A través de su presión a Irlanda para que aceptase ser rescatada, los organismos internacionales han tratado de frenar un efecto dominó en la zona euro. Prestándole dinero para reducir el déficit han pretendido calmar a los mercados financieros y evitar que los dos estados con más papeletas de seguir la senda irlandesa, Portugal y el Estado español, no caigan en el caos financiero. Tras el rescate de Grecia en mayo, la Unión Europea y el FMI crearon en julio un fondo de ayuda comunitario para apoyar posibles rescates que suma 750.000 millones de euros. La posibilidad de ampliar el fondo no está cerrada, pero no hay dinero para mucho más.

A pesar de que nadie se aventura a predecir qué ocurrirá en un futuro, el cortafuegos irlandés no ha servido para calmar los mercados y sigue sido noticia un hipotético rescate del Estado español. Su prima de riesgo ha continuado marcando máximos históricos.

En los últimos meses se ha repetido hasta la saciedad que el sistema financiero español es sólido y que nada tiene que ver con los casos de Grecia e Irlanda. Ahora bien, nadie garantiza nada y la crisis ibérica tiene una importante similitud con la irlandesa. Por ejemplo, ambos estados sufren las consecuencias de una burbuja inmobiliaria que ha generado casas fantasma por doquier. En 2006, la calle Grafton de Dublín estaba entre las diez mas caras de todo del mundo. En cuatro años, sin embargo, el precio del suelo está cayendo en picado, en algunos casos hasta casi la mitad, y hay 345.000 viviendas vacías repartidas por la isla, un 17% del total.

También es cierto que en Irlanda no sólo ha estallado una burbuja. El embrión de la crisis ha sido efecto del veloz crecimiento que vivió la isla gracias a la desregulación financiera y política desde la década de los 90 y hasta 2006. La República estableció uno de los impuestos de sociedades más bajos de Europa y decenas de multinacionales como Microsoft o Google se instalaron en suelo irlandés. La mano de obra era cualificada y encima hablaba inglés. Este impuesto sigue siendo intocable en Irlanda y, de hecho, el plan de ajuste para los próximos cuatro años no lo ha movido. La tasa impositiva se sigue manteniendo en el 12,5% mientras, por ejemplo, en el Estado español está en el 30% y en Navarra y la CAV en el 28%.

De todos modos, la clave de la crisis en Irlanda ha sido su política respecto a los bancos, especialmente con el AIB y el Bank of Ireland. En septiembre de 2008, Cowen decidió por primera vez introducir dinero público a las entidades bancarias sin ninguna regularización y sin estudiar su situación real. La inyección económica a los bancos se ha repetido en más de una ocasión y junto a estas actuaciones el Gobierno ha llevado a cabo medidas de austeridad. En definitiva, para los próximos cuatro años el Gobierno Irlanda propone aplicar la misma receta que ha venido utilizando hasta el momento, sólo que de una manera salvaje.

la clave

La soberanía de los Estados queda en el aire

El rescate irlandés ha dejado de manifiesto las dificultades de los Estados para decidir sus propias líneas de actuación política. Tras pedirse en rescate, la prensa presentó a un primer ministro humillado ante los organismos internacionales, incapaz de llevar el timón en Irlanda. A lo largo de la semana Cowen ha tratado, sin éxito, trasladar un doble discurso a la ciudadanía: ha vendido los recortes como una condición indispensable para recibir el rescate y a la vez ha tratado de transmitir que el país no ha perdido ni gota de soberanía.

La oposición ha pedido su cabeza y, de hecho, dudan de que el rescate haya sido constitucional, puesto que según recoge la carta magna irlandesa, todo tratado o acuerdo internacional debe ser ratificado por la Cámara baja. Los socios de coalición de Fianna Fáil, Los Verdes, están presionando al primer ministro para que disuelva el Dáil Éireann (Parlamento irlandés) y convoque elecciones anticipadas. La oposición comparte esta reivindicación, pero no cree que se deban hacer ahora, sino a partir de enero, una vez que se haya dado luz verde al plan de austeridad y a los presupuestos (se votarán el 7 de diciembre). El partido que ha mantenido el discurso más duro con Cowen ha sido el Sinn Féin, que ha anunciado que presentará una moción de censura, aunque la iniciativa no tiene visos de prosperar.

No parece que el próximo año vaya a cambiar lo que están acordando estos días en el Dáil. Según las últimas encuestas, los laboristas se perfilan como favoritos para relevar a Fianna Fáil y sus líderes ya han anunciado que en caso de que lleguen a gobernar no modificarán los recortes aprobados.

Un estudio publicado en el diario Irish Independent augura un leve fortalecimiento de la izquierda, un sector se plasma en partidos como el Sinn Féin (actualmente tiene cuatro diputados de un total de 166 ). De hecho, frente a este contexto de catástrofe económica, el presidente del partido republicano, Gerry Adams, ha anunciado que ante la próxima cita electoral irlandesa dejará Belfast y Londres para dar el salto a Dublín. Según Adams, la crisis hace que la unificación de la isla sea más necesaria que nunca.

Con el recrudecimiento de las condiciones económicas, también se espera un auge de la movilización sindical. Una de las centrales sindicales más importantes del país, Unite, ya ha comenzado a hablar de huelga general y el Technical Engineering and Electrical Union ha decidido que va a recurrir a la vía de la desobediencia civil. Asimismo, en la manifestación que convocó la confederación de sindicatos de Irlanda el sábado pasado sábado se reunieron cerca de 100.000 personas para protestar contra la actitud de los organismos internacionales y la connivencia del Gobierno irlandés.

Dublín