Aner garmendia es un tipo curioso, al menos en su faceta más profesional. Sin saber muy bién cómo ni por qué, hace años que decidió ir en este campo de los negocios por libre; en dirección contraria, saltándose lo establecido. Insiste en que no sabe a ciencia cierta los motivos de esta particularidad, pero a juzgar por los resultados, no se equivocó. Aner, hijo de Iñaki Garmendia, uno de los cientos de eibarreses que a mediados de los 60 arribaron en Álava en busca de El Dorado industrial, dirige oficialmente desde 2008 Ega Master, una pyme familiar dedicada a la fabricación de herramienta de mano en la que convive con su hermano Iñaki y su padre, que a pesar de estar jubilado continúa participando en las decisiones estratégicas de la compañía. EM se fundó en 1990 con una filosofía basada, fundamentalmente, en la venta al extranjero. Hoy en día, esa premisa es una realidad. Hasta en 150 países están presentes hoy los productos de Ega Master. Desde Wallis et Fortuna, una remota isla en el Océano Pacífico, hasta algunos de los estados más importantes de África, un continente "emergente" que este año supondrá para esta pyme alavesa el 20% de su facturación.
¿Sorprendido? "Digamos que es el fruto de mucho trabajo e innovación; no hay más secretos", responde con rotundidad desde el manos libres del coche que le trae de Barcelona, un viaje familiar en el que es muy probable que haya sacado tiempo para mejorar su empresa. "Así es él, como su hermano, adictos al trabajo, currelas como el que más. Ya pueden venir con jet-lag desde China o Australia que al día siguiente los tienes a las ocho en la empresa", reconoce uno de sus colaboradores.
Ese carácter tan exigente, que después imprimen sin ninguna contemplación al resto de su equipo, es intrínseco en los Garmendia, aunque en la gestión diaria, reconocen colegas que han trabajado con el padre y el hijo, los estilos son bien diferentes. Uno, el de Iñaki, más tradicional y conservador. El de Aner, en cambio, mucho más abierto y moderno. Se nota en su caso la visión que le conceden casi diez años de experiencia universitaria y laboral en el extranjero. Primero en los siempre creativos y pragmáticos Estados Unidos, donde cursó el COU y posteriormente la carrera de Humanidades con especialidad en el área económica y los estudios orientales en la Universidad de Pennsylvania. Y después en Japón, donde cursó un posgrado de 18 meses en el que comprobó la importancia que esta cultura concede al grupo y la armonía por encima de las individualidades. Desde Tokio dio el salto a Hong Kong, antigua colonia británica en la que puso en marcha una oficina comercial de Ega Master para controlar la región Asia-Pacífico. Tenía entonces 25 años Antes de regresar a casa tuvo tiempo de casarse con una indonesia -"Así de globalizado soy", bromea- y tomar parte de nuevo en Japón en un prestigioso programa para altos ejecutivos impulsado por la Comisión Europea. En 1997, eso sí, su padre le cedió el testigo. Y llegó el vértigo. Y la responsabilidad, los viajes, la búsqueda de nuevas oportunidades y, sobre todo, la obsesión por el servicio al cliente y la innnovación. "Sin esa mentalidad estamos muertos", concluye.