madrid. Los sindicatos reivindicaron ayer una cifra de paro en torno al 70% en una huelga general que, paradójicamente y más allá de las cifras, dejó contentos a todos. CCOO y UGT, que se enfrentaban al descrédito si no eran capaces de generar una movilización masiva, tuvieron de cara la lucha de cifras frente a un Gobierno que prefirió no bajar a esos barros, precisamente, por no desacreditar a quienes sustentan su política de concertación social. Así que unos, los convocantes, se felicitaban por haber "ganado" la huelga general mientras los otros, el Gobierno, desmentían indirectamente a los primeros destacando lo "desigual" de una jornada en la que no se paralizó el país. Pero lo más paradójico es que los terceros en discordia, es decir los empresarios, también parecían contentos con una huelga que para ellos no existió más allá de la acción violenta de algunos piquetes.

Lo que sí esta claro es que el 29-S no dejó contra las cuerdas ni la reforma laboral del Gobierno ni sus planes para meter mano al sistema de pensiones, circunstancia que quedó diáfana en la intervención del presidente Zapatero ante el Congreso de los Diputados: no dará marcha atrás en la reforma laboral y su discurso sigue girando únicamente en torno a una vaga oferta de "diálogo" sobre la normativa que ha de desarrollarla. Idéntica estrategia es la que regirá en la reforma de las pensiones y, para eso, uno de los pilares de la concertación, es decir los sindicatos mayoritarios, debían quedar en pie tras la jornada de ayer.

Pero para que no quedaran dudas la titular de Economía, Elena Salgado, sentenció que, pese a la oferta de diálogo de Zapatero, las reformas emprendidas por el Gobierno seguirán adelante "en lo fundamental".

dialéctica Según los versiones aceptadas por unos y otros, la séptima huelga general de la democracia se podría decir que paralizó la gran industria del metal y del automóvil y dificultó el transporte, aunque en contrapartida, no cerró los comercios ni la mediana empresa y tuvo un impacto muy limitado en la Administración pública.

Los sindicatos situaron en el 70% el seguimiento de la huelga y en diez millones el número de trabajadores que la secundaron durante toda la jornada, mientras que el Gobierno se limitó a ofrecer datos de las Administraciones Públicas y a reseñar la disparidad entre sectores y territorios. Los secretarios generales de CCOO y de UGT, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, respectivamente, aseguraron que la huelga fue un "éxito" de participación y "de democracia". Según los dos dirigentes sindicales, el 29-S pone de manifiesto el rechazo a las políticas del Gobierno, por lo que éste debe "rectificar y volver a la senda de la razón".

Frente a esto y a falta de una disputa abierta con el Gobierno, el contrapunto es la versión de la patronal. Para la CEOE la huelga no sólo no alteró la actividad económica y de servicios, sino que "no existió" en los lugares donde no se "sufrió" la intervención de "piquetes activos violentos". "Donde ha habido libertad no ha habido huelga", sentenciaba la patronal en un comunicado.

la jornada En cuanto al desarrollo en sí de la jornada y garantizado el alto seguimiento de la huelga en sectores como el automóvil o el metal (las fábricas pararon, sí, pero con excedentes de producción generados en verano que les permite responder puntualmente a los pedidos), los activistas sindicales y los piquetes se centraron, a primera hora de la mañana, en paralizar el transporte como herramienta clave para reforzar la imagen de un paro exitoso. Los mayores problema se registraron en el transporte urbano, en especial en lugares, como Madrid, en los que no se habían pactado los servicios mínimos. A primera hora los piquetes bloquearon las cocheras en varias ciudades para impedir la salida de los autobuses, pero la situación fue normalizándose a lo largo de la jornada. El ejemplo, de nuevo, la capital del Estado: el metro funcionó con normalidad y los autobuses, a partir de las 10, también.

El otro punto caliente fueron los mercados centrales de distribución, llave para cortar el suministro a los comercios. En los mayores del país, como Mercamadrid o Mercabarna, la acción violenta de los piquetes se notó a primera hora, pero el género no faltó en los puntos de venta. Para los sindicatos, la actividad en estos centros se redujo un 80%, para la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución, el paro fue del 5%.

En el resto de sectores, sobre todo en el comercio, los servicios o la administración pública, la incidencia fue mínima.