TORONTO. Los líderes de los mayores países industrializados y emergentes del mundo (G-20) acordaron ayer que la recuperación económica debe ser fortalecida por lo que los multimillonarios planes de estímulo económico deben concluir de forma programada para evitar una retirada brusca que lastre el crecimiento económico, tesis defendida por la Administración de Estados Unidos frente a la sostenida por Alemania, que pedía priorizar la reducción del déficit público con la aplicación de medidas de ajuste que presumiblemente reduciría la demanda interna de los países implicados y el crecimiento de su Producto Interior Bruto.

Pese a la prevalencia de las tesis de Obama, que afirmó que "trabajando en el G-20 se ha estabilizado la economía mundial", el G-20 coincide también en que los países con problemas presupuestarios, y mucha gente ha mirado hacia España, deben acelerar las medidas de ajuste que pasan por implicar ahorros importantes en las partidas de gasto público. Esta propuesta fue defendida principalmente por el bloque franco-alemán y, tras las propuestas de ajuste duro anunciadas por Cameron en Gran Bretaña, será operativa en la UE pese al temor estadounidense de que dichas iniciativas fuercen al euro a la baja frente al dólar. Se aventura ya una paridad uno a uno. Para los países exportadores europeos, con Alemania, en cabeza, un euro más débil es una bendición para exportar más y tener sus fábricas productivas minimizando los efectos del desempleo por un menor crecimiento. Pero para Estados Unidos es un problema porque en estos momentos lo que precisa es mayor actividad de forma que se reduzca las tasas de paro que en los cinturones industriales del motor, Detroit, por ejemplo, son mucho más elevados que lo reflejado en las estadísticas porque el subempleo es muy elevado.

Para Estados Unidos su elevado déficit público no es tan grave porque medio mundo acude a socorrerle comparando sus bonos a tipos de interés próximos a cero ya que el dólar es siempre una moneda refugio.

Como ya se anunció el sábado, los países desarrollados del G-20 se han comprometido a reducir los déficits presupuestarios a la mitad para el año 2013. Dados los problemas de algunos para cumplir con dicho compromiso se sitúa 2016 como fecha tope para comenzar con la cancelación de la enorme deuda financiera acumulada. La cuestión es que esta medida, como otras muchas habladas en la cumbre, tiene un componente voluntario sin obligación legal alguna.

Otro de los aspectos más debatidos con motivo de la cumbre ha sido el de imponer una tasa bancaria para hacer frente a los gastos derivados de las ayudas al sector financiero, principal desencadenante de la actual crisis económica mundial.

La conclusión no contenta a nadie, pues los miembros del G-20 son libres de introducir a nivel nacional un aporte de los bancos para financiar los exorbitantes costos de la crisis. La idea de una tasa adicional para las transacciones financieras como la que propone Alemania fue rechazada, según círculos diplomáticos.

El G-20 también quiere endurecer las reglas para el capital propio de los bancos para fortalecer a las entidades bancarias ante futuras crisis. Por último, este grupo de los países más ricos concluyó pidiendo que las negociaciones de la OMC de Doha deben concluir lo antes posible.