TORONTO. La cumbre del G20 arranca hoy con importantes diferencias de fondo entre sus líderes, que buscan reformas financieras en su cita de Toronto, donde el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expondrá las acordadas en su país.

Entre los temas destacados en la agenda de la reunión figura el de cuándo y cómo poner fin a los programas de estímulo impulsados a nivel global para afrontar la peor crisis económica y financiera en décadas o la posibilidad de imponer un impuesto a los bancos.

"Espero que podamos avanzar en los progresos logrados en las cumbres del G20 del año pasado, al coordinar nuestros esfuerzos por una reforma financiera global", dijo Obama en un discurso radiofónico difundido hoy y grabado poco antes de viajar a Canadá.

La reforma financiera alcanzada ayer por las dos cámaras del Congreso de EEUU, la mayor en el país desde la Gran Depresión, permitirá a Obama demostrar en Toronto que su país da pasos concretos para intentar evitar otras crisis financieras de gran alcance.

Según Obama, la reforma, que podría ser votada en el Congreso la próxima semana, dará más transparencia al entramado financiero del país, sobre todo en el complejo mercado de derivados -que mueve 600 billones de dólares-, y aumentará las protecciones financieras de los consumidores.

Estados Unidos aboga por mantener políticas pro crecimiento y ha alertado de que la aún frágil economía mundial podría volver a entrar en recesión si se retiran de súbito las medidas de estímulo.

Europa, por su parte, mantiene que ha llegado el momento de reducir el déficit y advierte de que no hacerlo los ciudadanos del Viejo Continente podrían perder la confianza en sus Gobiernos e incrementar sus ahorros, lo que minaría todavía más el crecimiento.

Integrantes del G20 como Brasil, uno de los tres países latinoamericanos del grupo junto con Argentina y México, se inclinan más por la postura estadounidense y señalan que la austeridad fiscal debería de llegar cuando la economía global pise terreno más firme.

México por su parte adelantó que se referirá durante la cumbre "a la necesidad impostergable de lograr un crecimiento mundial sostenido y balanceado, así como avanzar en la agenda de la reforma de las instituciones internacionales en favor de los países en vías de desarrollo".

Más allá del gasto público, la idea de imponer un impuesto global a los bancos para financiar, entre otras cosas, el reciente rescate multimllonario del sector y aprovisionar ante posibles crisis futuras, es también objeto de fricción.

Países como EEUU, Reino Unido, Francia y Alemania defienden la idea, que no ha encontrado respaldo entre la mayoría de socios emergentes del grupo.

La imposición de un impuesto global a las transacciones financieras para desincentivar la especulación en mercados como el de derivados tampoco ha logrado generar consenso.