EN el Informe de Coyuntura del Consumidor del 2º trimestre de 2010 publicado recientemente por la Federación de Cajas de Ahorros Vasco-Navarras, en el apartado correspondiente al ahorro de los consumidores vascos, se observa en la encuesta un ligero incremento del número de ahorradores con respecto a los dos años precedentes (2008 y 2009), habiendo pasado del 53% y 51% al 56%, aunque todavía lejos de los que decían que ahorraban en los años 2005 y 2007, el 68%.
Los ahorradores que lo han hecho, continúa el Informe, han sido aquellos que cuentan con una renta mensual superior a 600 euros, y el destino de su ahorro, para algo mas de la mitad 54%, lo hace pensando en cubrir gastos imprevistos o para afrontar situaciones futuras no programadas, no para una finalidad concreta. Un 13% lo orienta hacia su jubilación (siete puntos menos que en 2009), un 10% para sus vacaciones, y el resto para comprar vivienda o reformar la misma, o para comprar coche.
En cuanto al tipo de producto financiero en que materializan su ahorro, las cuentas, la liquidez y los depósitos a plazos continúan teniendo un peso importante; le siguen en segundo lugar los productos de ahorro previsión, los fondos de inversión crecen un poco con respecto al año anterior y los que apuestan por el ahorro bursátil son un 13%. Las cuentas vivienda muestran un cierto aumento. Los ahorradores con niveles de renta más bajos señalan la cuenta corriente o la libreta como soporte de su ahorro. Los productos de ahorro previsión, los fondos de inversión, la renta variable y los depósitos a plazo, son los destinos de aquellos ahorradores con rentas superiores a los 1800 euros mensuales.
¿Con que realidad se encuentra este grupo de ahorradores vascos en este momento?
La inestabilidad en los mercados financieros se viene produciendo casi diariamente, y el desconcierto domina en los mismos. La elevada volatilidad en las bolsas, las diferencias importantes que ofrecen los bonos y obligaciones de los países de la zona euro y del mercado americano, la inestabilidad de las divisas, etc., son las consecuencias de la situación complicada que nos está dejando esta crisis que tenemos instalada.
Los inversores bursátiles no están siendo los únicos que están sufriendo los rigores de los vaivenes del mercado durante estas jornadas y en toda la larga época de la crisis financiera, también los ahorradores mas modestos, conservadores y con perfil de riesgo bajo o medio, están viendo como sus recursos invertidos se están reduciendo.
Aunque se han alejado en su inversión de la renta variable, y han confiado en la renta fija, materializada o bien en fondos de inversión, o en productos de ahorro previsión (EPSV o fondos de pensiones), también están sufriendo importantes perjuicios.
Los participes en fondos de inversión de renta fija a corto, medio o largo plazo, en cuyas carteras haya un porcentaje importante de deuda pública española o de países periféricos, están comprobando casi diariamente como sus valores liquidativos cada vez se van reduciendo, los rendimientos que van obteniendo son en muchos casos negativos, y las cuantías acumuladas e invertidas cada vez son menores.
Lo mismo sucede con los socios de número activos o pasivos de EPSV o partícipes y beneficiarios de Fondos de Pensiones, de tipo individual o asociado, que comprueban que sus posiciones acumuladas, aun cuando la inversión de los citados productos de ahorro está materializada en activos de renta fija, son menores cada día.
¿Por qué pasa esto? ¿Si la inversión es en renta fija también puedo ganar o perder?, se preguntan muchos de estos ahorradores.
Las fluctuaciones de los mercados ocasionan verdaderos desbarajustes en los derechos económicos a favor de los ahorradores, cualquiera que sea el tipo de inversión por el que han optado.
Descensos en los tipos de interés de los activos financieros, permitirán valorar las carteras, tanto de los Fondos de Inversión, como de los productos de ahorro previsión, materializados en renta fija, a precios en alza, resultando con ello patrimonios superiores a favor de los titulares.
Por otro lado, lo mismo que el mercado de renta fija, letras, bonos, obligaciones, etc., puede marcar unos tipos de interés a la baja, también éstos pueden subir, como ha estado sucediendo recientemente y puede acaecer próximamente, con la deuda soberana española y otra similar, haciendo que la cotización de esos títulos caiga, y afecte de forma negativa a la valoración de las carteras, y por lo tanto al valor patrimonial de cada ahorrador.
La situación que viene padeciendo el mercado de títulos valores de renta fija española, tiene un precedente bastante reciente en la anterior crisis, con el desplome de los precios de la deuda acaecido en los primeros meses del año 1994, y que afectó de forma importante a la rentabilidad de los ahorradores de aquel momento, y muchos inversores de entonces se dieron cuenta que la "renta fija, tiene muy poco de fija", y cotiza y fluctúa su valor diariamente en el mercado. Los bonos y obligaciones, en que se materializan las inversiones de los fondos de inversión y de los productos de ahorro previsión, conservan su valor si se mantienen en cartera hasta su vencimiento, pero diariamente han de valorarse, por exigencia legal y contable para calcular el valor liquidativo individual, a precio de mercado, y éste varía o puede variar en cada momento del día, mientras el mercado funciona.
En aquellos años la rentabilidad de los bonos españoles a diez años llegó a elevarse de forma importante, aumentando su diferencial con el bono alemán hasta alcanzar valores próximos a los 400 puntos básicos. Ahora, la prima de riesgo de la deuda soberana a diez años, en los momentos de mayor nerviosismo, ha estado por encima de los 200 puntos.
Las rebajas en la calificación por parte de las agencias de rating o sociedades especializadas, como está sucediendo con la deuda española y alguna otra, supone una subida en los rendimientos a pagar, una dificultad superior para captar capitales y ahorro necesarios para la financiación, y un perjuicio macroeconómico que al final se reflejará en el mercado financiero y en su evolución, ya que se reduce la confianza que se tiene con respecto a que el emisor atienda a su debido tiempo y forma, el servicio de la deuda emitida y en circulación.
No es sencillo explicar al ahorrador, cuyo objetivo normalmente es la obtención de unos rendimientos netos normales, a poder ser superiores a la inflación y similares a los del mercado, que una subida de tipos le perjudica, y una bajada de los mismos le beneficia.
La creencia popular de que el ahorro invertido en cualquier producto de renta fija, por su propio nombre, tiene que tener una cotización constante y fija, es verdad en parte, ya que según el criterio de valoración aplicado, la cotización del mismo durante su periodo de vida, puede oscilar al alza o a la baja, sobre su valor nominal, y el rendimiento obtenido puede ser favorable o no.