LA ONU ha presentado un estudio en el que informa sobre la masiva compra de tierras que países poderosos, e incluso multinacionales, están llevando a cabo en África. La población mundial supera los 6800 millones de habitantes. Además, con el desarrollo de la capacidad adquisitiva, el consumo de carne aumenta y conlleva mucha más superficie agrícola que el consumo de vegetales, ocupándose grandes extensiones para producción de alimentación animal. Además, parte creciente de nuestra energía empieza a obtenerse a partir del maíz o la caña de azúcar. Las masas de liquidez especulativa de nuestro sistema hacen de los principales productos de alimentación un objetivo de la especulación, haciendo inalcanzable el precio de bienes vitalmente necesarios. Finalmente competimos deslealmente con nuestros excesos agrícolas subvencionados. Nuestra desvergüenza o inconsciencia culposa no tienen límites.

Se nos informa de que 20 millones de hectáreas han sido adquiridas por China, Arabia Saudita y otros países y multinacionales como Daewoo, en África y de que más de 100 millones seguirán ese camino en los próximos 10 años. Para hacernos una idea les diré que la superficie total de la Comunidad de Navarra es de un millón de hectáreas de las que solamente un tercio son cultivables.

Con la compra de 400 Navarras en África y la destrucción de más bosques por todo el globo se garantizará la alimentación futura de todo animal humano que pueda pagar por ella.

¿Y los que no podrán pagar?. Esos nos darán ocasión para ejercitar la caridad que tanto bienestar psicológico nos aporta a los buenos y alivio a los atrasados e infieles. Sus hambrunas nos conmoverán y les haremos llegar remedio temporal a su situación ante las cámaras de nuestras televisiones. Suspiraremos aliviados y seguiremos comprando sus tierras para que nos alimenten a nosotros y a nuestras vacas. Círculo no ya vicioso sino criminal.

La instalación de industrias de transformación en esos países podría equilibrar la situación al generar riqueza en el lugar en que se explota la tierra, pero es poco probable que ello ocurra, al menos en una primera fase. El simple acuerdo internacional para imponer aranceles a las materias primas exportadas desde países en desarrollo inversamente proporcionales al grado de elaboración de los productos aceleraría ese deseable proceso. Pero esos organismos internacionales los controlamos nosotros y en ellos se habla de buenos negocios y no de buenas acciones, de Justicia o de valores sin cotización en Bolsa.

Otra medida podría ser la obligatoriedad de asignar un porcentaje de las tierras adquiridas en el país a productos destinados al mercado interior o la contribución en sistemas de irrigación, comunicaciones, formación profesional o investigación de enfermedades tropicales.

La compra de tierras con medidas del tipo de las mencionadas puede ser un factor de riqueza y progreso, en tanto que sin ellas terminará siendo una mera expoliación de un factor de producción escaso a nivel mundial, dejando fuera del circuito de riqueza a los países anfitriones de esas puntas de lanza de una nueva colonización. Si llega a darse una escasez de tierras aparecerá de nuevo una de las mayores justificaciones históricas para la violencia entre naciones, a añadir a la escasez de aguas o materias primas que estamos incubando.

Cabe significar que la insuficiente coordinación a nivel mundial ha dado lugar a que no se haya podido evitar la actual crisis y genera terribles efectos de mercado para quienes no son económicamente fuertes. Urge potenciar criterios globales de gobernanza que ahora son más factibles con el retorno del gobierno de Estados Unidos. a la civilización, pero que serán de lenta adopción y de retrocesos eventuales. La Unión Europea lleva más de 50 años construyéndose, lo que nos permite intuir los grandes esfuerzos y plazos necesarios para lograr una armonización a nivel mundial. Ni el mercado tiene soluciones para los valores no monetarios, ni la fuerza militar aportará soluciones definitivas. La armonización internacional de intereses y la puesta en valor de aspectos humanos y sociales que el mercado desdeña, son la única solución realmente adecuada para una humanidad condenada a convivir en un planeta que se le está quedando pequeño.